Fortuñadas

Expo 92 Sevilla, España
Expo Universal 1992, Sevilla

Por Andrés Fortuño Ramírez

Aquí una curiosa anécdota sobre algo que me sucedió en 1992 relacionado al apellido. Ese año se celebró la Exposición Universal en Sevilla, España. Como era de esperarse, la ciudad se abarrotó de visitantes que venían de todas partes del mundo a ver los adelantos tecnológicos que allí se presentaban. También fueron a disfrutar de los eventos artísticos que fueron de igual importancia.

Ese año tuve la dicha de trabajar como guía, o azafato como le decían los españoles,  y promocionar mi país en el Pabellón de Puerto Rico durante toda la Expo. En mis horas libres aprovechaba para visitar pabellones, ver conciertos y realmente vivirme aquella magnífica ciudad.

Entre los eventos artísticos que más disfruté estuvo la ópera Carmen. Qué mejor escenario que el Teatro De La Maestranza en aquella antigua ciudad y con las voces de Plácido Domingo, Teresa Berganza y el barítono puertorriqueño Justino Díaz. Recuerdo la amanecida que nos dimos y el trabajo que nos costó conseguir aquellos boletos. Todo un evento para adquirir las entradas, hasta que finalmente la vimos.

Pero como la vida es extraña y Puerto Rico es un pañuelo, da la casualidad de que una de mis cuñadas era familia de Justino Díaz. Así que cuando él fue a visitar el pabellón junto a su esposa, pasaron a conocerme tras su recomendación, para que yo los informara antes de su visita en la Expo. Luego de darles algunas recomendaciones, acto seguido y en agradecimiento, me regalaron 2 boletos para ver la ópera Carmen. Si, la mismita que ya había visto la noche anterior.

¿Qué hacer? … claro está, pasar los boletos a algunos de mis compañeros de trabajo que no hubiesen conseguido entrada, y luego excusarme con Justino. Pero como en esos tiempos no teníamos celulares o teléfonos móviles, decidí enviarle una nota de agradecimiento en papel y sobre. Así que luego de regalar los boletos, le pedí a mis dos compañeras que luego de la función le entregaran personalmente la nota en el camerino.

Esa noche ellas se emperifollaron, se fueron al teatro y disfrutaron de la ópera en fantásticos asientos. Una vez terminó, se dirigieron al camerino a entregar mi carta. “¡Alto ahí!” les dijeron varios hombres de la guardia real. “Hoy está prohibido pasar al camerino, la madre del rey de España está de visita y anda felicitando a los artistas”.

Aunque algo decepcionadas, no tuvieron reparo en decirle a los guardias el porqué de su visita al camerino. “Venimos a entregarle una carta a Justino Díaz de parte del señor Fortuño”. Según me contaron,  los guardias se miraron intrigados, inspeccionaron el sobre en silencio, hasta que uno de ellos dijo: “Ah bueno, en ese caso, si es de parte del señor Fortuño, pueden pasar”. Claro está que los guardias no tenían idea de quién era aquel señor Fortuño y menos que era un guía boricua de 28 años que trabajaba en la Expo. El apellido les sonó algo importante y les abrieron la puerta.

Esa noche mis compañeras bailaron “tregua y catala” como diría Cortazar. Conocieron a Plácido, a Justino, a Teresa y hasta tomaron champagne con la madre del rey. El asunto es que al otro día tuve que aguantar los gritos de alegría y los increíbles cuentos sobre todo lo que me perdí. Igual no me quejo, pues sé que la suerte siempre me acompaña, ya que llevo como amuleto este afortuñado apellido. ¡Salud!

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