Andrés y Amelia: un erudito universitario y su musa orocoveña

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Arriba: Aún jóvenes, Andrés Ramírez Rivera y Amelia Colón Meléndez. Abajo izquierda: Andrés y Amelia en la boda de su hija. Abajo derecha: Homenaje a Andrés en el Mayagüez Hilton. 

Andrés Fortuño Ramírez

Mis abuelos maternos nacieron en Puerto Rico a principios del siglo XX. Mi abuelo fue Andrés Israel Ramírez Rivera, nació en Mayagüez en 1906.  Mi abuela, Amelia Colón Meléndez, nació en Orocovis en 1910.  Como dato curioso les cuento que mi abuela paterna, Socorro Ramírez de Fortuño Sellés, también nació en Mayagüez, y era prima quinta de mi abuelo, Andrés. Sus respectivos tras-tatarabuelos, Andrés y Esteban Ramírez de Arellano de Lugo y Sotomayor, eran hermanos.

Don Andrés, por quien llevo mi nombre, fue ingeniero agrónomo y profesor de esta materia en la Universidad de Puerto Rico en el recinto de Mayagüez. También fue director del Departamento de Intercambio de Estudiantes de dicha universidad.

Luego de casarse en Orocovis un 10 de febrero de 1934, Andrés y Amelia se fueron a vivir a en Mayagüez, lugar donde criaron a sus tres hijos. Según mi madre, una de las casas que más disfrutó quedaba en el centro del pueblo en la calle Peral.  Para esa época ella cantaba en el coro de la catedral y una de sus vecinas tocaba el piano, así que solían reunirse a menudo para divertirse interpretando canciones.

De los tres hijos mi madre fue la mayor, a quien llamaron Milagros. Luego de graduarse de la Universidad de Puerto Rico, mi madre se casó con mi padre, Ramón Oscar, un sanjuanero que llegó a Mayagüez a estudiar ingeniería civil.  La boda fue en la catedral mayagüezana con recepción en el antiguo Casino. El bizcocho lo confeccionó don Tito Urrutia y el traje de novias doña ‘Chefa’ Gitany, la modista de moda del pueblo. 

A mi madre le siguieron dos hermanos varones, también ingenieros civiles. Al primero lo llamaron Andrés como su padre y al segundo le pusieron Rubén, en honor al padre del conocido político independentista Rubén Berríos, quien estaba entre los mejores amigos de mi abuelo.  Mi madre contaba con una decena de primas con quienes entretenerse. 

Para esos tiempos sus tíos Don Paco y Doña Ana, vivían en una casa de esquina frente a la plaza del pueblo. La casa quedaba en los altos de una conocida tienda de zapatos llamada La Gloria. Allí solían reunirse todos para fisgonear lo que acontecía en aquella plaza. El balcón se convertía en palco cuando llegaban las fiestas patronales, ya que desde allí podían disfrutar de los eventos y de la música en vivo.

Mi abuelo Andrés, fue Grand Master de la respetable Logia Adelfia de Libres Masones de Puerto Rico. Los que según ellos describen, se rigen por “un sistema de conducta ético donde se aprende a dominar los vicios, las pasiones, las ambiciones, el odio y los deseos de venganza que oprimen a la humanidad” y a quienes se les exige un espíritu filantrópico. Quien haya conocido a mi abuelo materno, de seguro puede dar fe de que este llevaba a cabalidad el espíritu de la masonería.

Mi abuelo era muy sencillo y práctico. Nunca manejó o compró automóviles. Sin embargo, como en esos tiempos a los profesores con cierto prestigio académico la universidad les proveía auto y chofer, mis abuelos nunca tuvieron problemas para moverse de un lado al otro. 

Mi abuelo siempre vestía muy sobrio, de traje entero, chaqueta gris, negra o marrón, corbatas en los mismos colores  y camisas blancas de manga larga. Aún dentro de su propia casa, se le veía con pantalón de vestir y manga larga.

Don Andrés también fue miembro del Casino de Mayagüez. No porque fuera fiestero, sino porque era prácticamente una exigencia social en aquellos tiempos. Lo que para mi madre fue una bendición, pues las fiestas y actividades del Casino eran parte de sus salidas de fin de semana.

Mi abuelo era muy disciplinado con su vida, sin embargo tenía un enorme corazón y era extremadamente dadivoso con todo lo que tenía y sabía. Una de las cosas que más disfrutaba era trabajar en los pueblos de las montañas, donde aprovechaba para educar a los campesinos.

Este daba viajes al centro de la isla y se reunía con los agricultores de los diferentes pueblos, para compartir conocimientos sobre agricultura y agrimensura, sobre todo durante la Reconstrucción de Puerto Rico en 1935.   También aprovechaba estas visitas al campo para distraerse. En ocasiones recogía a los campesinos en una guagua del colegio y los llevaba a ver el mar, para muchos por primera vez.

En esa época muchas carreteras del campo eran bastante rudimentarias y no todo el mundo tenía un auto, por lo que muchas personas nunca habían salido de su pueblo y menos llegado hasta la costa. Según nos contaba mi abuelo, los campesinos quedaban súper impresionados con la amplitud y el color del mar, lo describían como “la plantación de batatas más grande que jamás hubieran visto”.

En uno de sus viajes de trabajo Andrés conoció a Amelia. En la familia de mi abuela casi todos eran agricultores. Su abuelo, Don Melitón Colón Meléndez, era dueño de 38 cuerdas de terreno en el barrio Botijas de Orocovis. Tierras que se comenzaron a labrar y a trabajar en 1884.

Ahí se cultivaban quintales de café, batatas, papas, yautías, plátanos, guineos, habichuelas y maíz. En la finca también había vacas, caballos, novillas, cerdos y gallinas. La finca producía más de 1,800 litros de leche al año y una enorme cantidad de huevos. También contaba con enormes zonas de pasto las que se alquilaban para que los animales de fincas vecinas vinieran a pastar.

Las mujeres en la familia Colón eran mayormente amas de casa o trabajaban con el sistema escolar de la zona. Una de sus primas llamada Elba Colón, fue una reconocida educadora en Orocovis. Esto aparece documentado en el blog: The education of Levy Miller (Barrio Botijas, 1969).

Mi abuela Amelia fue una mujer muy sencilla y reservada, le encantaba la música, tejer, bordar y hornear deliciosas comidas. Tenía una voz melodiosa y cantaba muy bonito. Amelia fue para nosotros una típica abuela,  cariñosa, muy privada con su vida, pero siempre dispuesta a escuchar.

Una vez mi abuelo se retiró, la universidad le hizo un merecido homenaje en el Mayagüez Hilton. Allí asistieron profesores, el rector de la universidad, compañeros de masonería y otros personajes del pueblo. Poco tiempo después mis abuelos se mudaron a San Juan para estar cerca de sus hijos y nosotros, los nietos.

Para nosotros fue fantástico tenerlos tan cerca. Mis abuelos tenían plantados en el patio algunos árboles frutales, así que cuando los visitábamos siempre corríamos al patio. Ahí buscábamos guayabas, acerolas, guineos y toronjas. Mis abuelos siempre estaban pendientes de nosotros y de cualquier cosa que pudiéramos necesitar. Los disfrutamos durante toda nuestra niñez y adolescencia.

Andrés y Amelia vivieron largas vidas. De más está decir que siempre serán parte de nuestros mejores recuerdos.

Andrés Ramírez Rivera y Amelia Colón Colón
Mis abuelos maternos en diferentes épocas, Andrés y Amelia. 

 

Andrés Israel Ramirez (de Arellano) Rivera
Andrés Israel Ramírez Rivera. Graduación de la Escuela Superior de Mayagüez, 1928.

 

Andrés Ramírez Rivera
Publicación de la Universidad de Puerto Rico 1945. Andrés Ramírez Rivera, mi abuelo materno.

Abajo el certificado de bautismo (1856) de José Bonifacio Ramírez de Arellano, mi bisabuelo materno y padre de mi abuelo, Andrés Ramírez Rivera. José Bonifacio fue hijo de Don Pascual Ramírez de Arellano y Doña María de Jesús Camacho Villanueva, ambos de Cabo Rojo, Puerto Rico. Los padrinos fueron Don Benito Segarra y Doña Ramona Padilla. Certifican el bautizo Don Vicente Martínez Valdez y Don Carlos Jofre de la parroquia San Miguel en ese pueblo.

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Amelia Colón Meléndez
Amelia Colón Meléndez
Andrés Ramírez Rivera (segundo de izquierda a derecha) presidente de la directiva de su clase 1925, Mayagüez Hight School, Puerto Rico.

Don Agustín Fortuño La Roche

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Agustín Fortuño La Roche y Familia (arriba). Agustín Fortuño La Roche (abajo). Certificado de defunción de Agustín (centro). Justina Sellés Aponte de Fortuño (derecha).

Por Andrés Fortuño Ramírez

Don Agustín Fortuño La Roche, mi bisabuelo paterno, nació en 1861 en St. Thomas, una isla caribeña que para esos tiempos pertenecía a Dinamarca. Fue uno de 8 hermanos nacidos entre las islas de St. Thomas y Puerto Rico.

Su padre fue Don José Domingo Fortuño Ferrús, un militar, político y comerciante catalán que emigró a Puerto Rico a mitad del S.XIX bajo el cargo de asistente del entonces Capitán General de la isla, Juan Prim Prats. Su madre fue Carolina La Roche Grant, una mujer francesa de Normandía residente en St.Thomas.

Cuando Agustín tenía 11 años estalló la tercera Guerra Carlista en España(1872-1876). Razón por la que su padre José regresó a su tierra natal, donde sirvió primero como subteniente y luego como capitán a favor de los Isabelinos liberales en defensa de la zona del Ebro. Don José fue un destacado militar igual que su padre, Tomás Agustín.

Don Tomás Agustín Fortuño Mauricio, también luchó en este conflicto entre liberales y conservadores, pero décadas antes durante la primera Guerra Carlista (1833-1840).  También luchó a favor de los Isabelinos. Tomás Agustín fue un laureado capitán durante esta primera guerra.

Aún con esta fuerte ascendencia, Agustín Fortuño La Roche no entró en el gremio militar. Vivió la mayor parte de su vida en Puerto Rico, donde trabajó en puestos civiles, mayormente en los pueblos San Lorenzo y Juncos. Esto se evidencia en  varias noticias impresas en antiguos ejemplares de La Gaceta de Puerto Rico, el periódico oficial del gobierno.

Agustín fue un industrial, comerciante, escribiente y tenedor de libros, tanto para la industria privada como para el gobierno. También recibió varios nombramientos del gobierno para trabajar en las diferentes juntas establecidas por el nuevo régimen norteamericano en la Isla, luego de la Guerra Hispanoamericana (1898).

Agustín contrajo matrimonio en dos ocasiones. La primera vez con Justina Sellés Aponte, con quien tuvo 8 hijos. La segunda con Carmen Aponte Ramírez, luego de la muerte de Justina, con quien tuvo 12 hijos más. Ambas esposas eran primas hermanas, así que se mantuvieron muy juntas las familias.

En los ejemplares de La Gaceta de Puerto Rico donde mencionan a Agustín, hay notas muy variadas. Entre estas una de 1875, donde aparece entre un listado de donantes para ayudar a los damnificados de un fuego en el pueblo de Juncos, que dejó a varias familias sin hogar. Otra de 1888 donde dice que se le está prestando el Salón de la Casa Consistorial para efectuar un baile.

Agustín vuelve a aparecer en varios ejemplares entre los años 1888-1891, donde se habla de ciertos terrenos que se le cedieron para la construcción de casas. Luego en 1891 se hace mención de una subasta pública de «una casa terrera hecha con maderas del país y extranjeras y techada de tejas de barro”, propiedad de Agustín, para el pago de una deuda.

En 1899 aparece impreso su nombramiento como vocal y secretario en la Junta Insular de Instrucción para el pueblo de Barranquitas. Junta que fue creada por el General George Whitefield Davis, último gobernador militar en la Isla, con el propósito de establecer el nuevo sistema de enseñanza norteamericano, la creación de nuevas escuelas y la expansión de la educación en la Isla.

En 1901 Agustín reaparece en La Gaceta de Puerto Rico, esta vez bajo un nuevo nombramiento en la Junta de Revisión de Valoración de la Propiedad, bajo la Oficina del Tesorero de Puerto Rico. Aparece a cargo de los pueblos Gurabo, Juncos y San Lorenzo.

Agustín tuvo una vida bastante activa y vivió hasta los 62 años (1861-1923).

De los hermanos de Agustín, sabemos que algunos se fueron a México y otros a Chile debido a las circunstancias que atravesaba Puerto Rico a fines del S.XIX. Entre estos, Jaime Fortuño La Roche, quien fue gobernador de Melipilla en Chile. Otros hermanos se quedaron en Puerto Rico, entre los que vale la pena mencionar a Baltazar Fortuño La Roche quien se fue a Hawaii a hacer fortuna y luego regresó a Puerto Rico.

Los hijos de Agustín hicieron de Puerto Rico su residencia permanente, incluyendo a mi abuelo paterno, Rafael Fortuño Sellés, ingeniero civil.  También Ruth Fortuño Sellés, historiadora y filósofa en Ponce, Francisco Fortuño Sellés, ingeniero durante el gobierno de Luis Muñoz Marín en San Juan y Ramón Fortuño Sellés, poeta, cuentista, articulista, miembro de la cámara de representantes y alcalde de San Lorenzo.

De Puerto Rico a México, una controversia familiar casi resuelta

 

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La Gaceta de Puerto Rico

Por José Ramón Fortuño Candelas

Los José Fortuño en La Gaceta de Puerto Rico. (2)

Este es el segundo artículo basado en las referencias a «José Fortuño» encontradas en La Gaceta de Puerto Rico. La Gaceta era el periódico oficial del gobierno de Puerto Rico y  estuvo publicándose desde 1806 hasta el 1901.  El índice preparado por la Biblioteca del Congreso cubre los años de 1836 a 1922. En este artículo nos concentramos en José Domingo Fortuño Larroche.

El índice se encuentra en http://chroniclingamerica.loc.gov/.  

El segundo José Fortuño que aparece en La Gaceta es José Domingo Fortuño Larroche, hijo del primero, José Domingo Ferrús cuyo artículo puede ser leído aquí.

José Domingo Fortuño Larroche

José nació en 1862 en Saint Thomas.  En los documentos de su madre, Carolina Larroche y Grant, se usan indistintamente los apellidos Larroche, La Roche, Laroche y Grant o Grand.  Además, aparecen en distinto orden.  Estas discrepancias se reflejan en los hijos, a veces identificados como Fortuño Larroche y otras como Fortuño Grand.

José Fortuño Larroche residió en Utuado y tenía finca allí.  Allí nacieron sus hijos mayores que procreó con su esposa María Silva.  Hacia finales de siglo XIX o principios del XX se muda con su familia a México donde se establece y nacen sus demás hijos.  Muere en 1913.

En la familia siempre hubo dos versiones para explicar la razón por la cual José Fortuño Larroche se fue a México.

Una era que se involucró con las partidas sediciosas, grupos de opositores a la invasión norteamericana de Puerto Rico durante la Guerra Hispanoamericana.  En algunos casos siguieron operando como guerrillas algunos meses posteriores al cambio de soberanía.

La otra versión decía que había perdido su finca por el paso del huracán San Ciriaco. Este huracán azotó la Isla el 8 de agosto de 1898, dejó más de 3,000 muertos y destruyó prácticamente todas las plantaciones.

Se decía en la familia que había dado un viaje a la Península y que, a su regreso, había encontrado la finca en ruinas.  La historia familiar añadía que se regresó a San Juan con toda la familia y tomó el mismo barco, que se dirigía a México.

La primera mención de José en La Gaceta es el 25 de noviembre de 1890, cuando el juez de la Primera Instancia Occidental de la Villa de Arecibo, don Antonio Goicouría y Matos informa que el día 21 don Tomás Jordán y Santamaría presenta demanda para que se incluyan a varios vecinos del distrito de Utuado como electores para Diputados a las Cortes.  En la veintena aparece Don José Fortuño.

Es bueno apuntar que en esos tiempos el derecho a voto lo tenían solamente los varones que fueran propietarios y contribuyentes.

En adelante, durante la década de 1890, aparecen varias otras menciones en listados de electores.  Aparece, además, una mención como contribuyente a una colecta “para aliviar las desgracias ocurridas últimamente en la Península”, publicado por la Junta Provincial de Socorros, pueblo de Utuado. Aparece un donativo de dos pesos.

La siguiente y última mención alude a la pérdida  de su finca por subasta pública luego de una demanda en cobro de deudas.  La demanda la presentó don Francisco Álamo y la finca era de cuatro hectáreas, sesenta y una áreas y sesenta y cuatro centiáreas.  En medidas locales, unas 12 cuerdas.

Ésta es la última mención.  La Gaceta se siguió publicándose sólo hasta el año 1902.  No podemos concluir, pero podemos afirmar con cierta certeza, que la debacle económica ocasionada por el huracán y, también, por el cambio político y la guerra, hayan obligado a José Fortuño Larroche a abandonar Puerto Rico y aventurarse en México.

La pérdida de la finca, sin embargo, ocurre como consecuencia de una demanda para cobro de dinero adeudado. Por tanto, ninguna de las dos versiones familiares es exacta.

Tampoco tenemos la fecha exacta de su llegada a México.  En documentos posteriores, su esposa María relata que residía en México desde 1906.  ¿Dónde vivieron entre 1898 y 1906?  No lo sabemos todavía.

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La Gaceta de Puerto Rico, Año 1898, Núm. 37, 29 de noviembre de 1898.

José Fortuño La Roche y familia

Familia Fortuño SIlva, México circa 1906. En la foto, Don José Fortuño Larroche y Doña María Silva, con sus hijos, Dolores (mi abuela), Amalia (primera esposa de mi abuelo Candelas, murió y él se casó con su cuñada), María (murió joven), Carmen, José, Luis (se fue a la Revolución y murió allí) y Domingo.

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José Fortuño Larroche y su esposa, María Silva.