Los Fortuño y los Muñoz

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Junto a Luis Muñoz Marín: 1) Francisco Fortuño Sellés, ingeniero civil. 2) Familia Fortuño Burset. 3) Salvador Ferreras (hijo de Joaquín Ferreras Fortuño) director oficina de Puerto Rico en Chicago. 4) Nora y Juan Morales Fortuño, en la inauguración de Cooperativa.

Andrés Fortuño Ramírez

Estuve cerca de Luis Muñoz Marín solo en dos ocasiones. La primera, en la calle donde me crié. Don Luis llegó en una limosina negra, de esas típicas de los años setenta. Venía a visitar a unos vecinos que vivían dos casas más abajo. Nuestra vecina era su ahijada, hija de un excandidato a la gobernación de Puerto Rico llamado Jorge Font Saldaña, del Partido Popular Democrático.

Yo tendría cerca de diez años. Andábamos un grupo de vecinos jugando en el medio de la calle, cuando de pronto el enorme auto interrumpió nuestro juego.  Recuerdo que don Luis se bajó con bastante dificultad y con ayuda del chofer. Caminó lento hasta la puerta de entrada donde lo recibieron. De ahí en adelante no recuerdo nada pues volvimos a nuestro juego sin darle más importancia al asunto.

La segunda vez que lo tuve cerca, andábamos todos parados en el expreso Las Américas esperando ver el carro fúnebre pasar. Ese día se controló el tránsito de autos y el expreso se abarrotó de gente para darle un último adiós. Flores, gritos, y en ocasiones total silencio, como si se tratara del paso de la Macarena de Sevilla en Semana Santa.

Para mis abuelos, Luis Muñoz Marín era la hostia. No solo fue el primer gobernador electo democráticamente por los residentes de Puerto Rico, pero trabajó junto al gobierno de los Estados Unidos para conseguir una constitución para Puerto Rico, la que se firmó en 1952.  También impulsó leyes muy necesarias para el desarrollo del país.

Siendo el primer gobierno netamente puertorriqueño y una nueva fuente de trabajos, muchas personas del país entraron a trabajar bajo su administración. Entre estos, muchos de nuestros antepasados.

Solo por mencionar algunos: Francisco Fortuño Sellés,  ingeniero civil, quien estuvo a cargo de varios proyectos gubernamentales incluyendo la construcción del histórico puente Martín Peña. Nora Morales Fortuño, quien trabajó en la Fortaleza de 1955 a 1961 junto a su hermana Dolly, y su hermano Juan Morales Fortuño, cooperativista, orador y quien escribió muchos de los mensajes del Gobernador.  También Salvador Ferreras, director de la oficina del gobierno de Puerto Rico en Chicago. Salvador es hijo de Joaquin Ferreras Fortuño y nieto de Emilia Fortuño Larroche.

A la par de las relaciones laborales, hubo buenas relaciones personales entre los Fortuño y los Muñoz, entre estas, su amistad con Luis Fortuño Álvarez y su esposa Delia Moscoso Vera, con quienes se reunían en plano personal.  Lazos de amistad que compartieron con sus hijos, como evidencia la foto arriba donde aparecen Luis y Shirley Fortuño Burset junto a sus hijos, Luis, Roberto, Jaime y Carlos.

Según nos cuenta don Luis Fortuño Moscoso, la foto fue tomada en el patio de la casa de Luis Muñoz Marín. Don Luis FM fue por años el dentista de Inés Mendoza (esposa de LMM) y de sus hijos. La invitación ese día, fue para agasajarlos antes de que los Muñoz Mendoza se fuesen a vivir a Italia luego de haberse retirado del gobierno. Doña Inés no sale en la foto, pues según ella expresó, quien era importante salir en la foto era don Luis Muñoz Marín.

Pero la relación y admiración hacia los Muñoz viene de tiempos más remotos. Ramón Fortuño Sellés, quien fue alcalde de San Lorenzo, representante a la Cámara por Juncos, Gurabo, San Lorenzo y Secretario del Comisionado de Instrucción, dedicó en su poemario Horas Santas las siguientes líneas al padre de don Luis, Luis Muñoz Rivera, también poeta, periodista y político en Puerto Rico:

Fué escritor, orador, fino poeta,
visionario apóstol y soldado,
espíritu de acero bien templado,
corazón de titán, alma de atleta.
En cien combates esgrimió su espada
de guerrero valiente de la idea.
Su verso que fue luz, en la pelea,
fue dardo de finísima estocada.
Dio a su patria su hacienda y su vida;
dio a su patria su pluma y su talento,
y,  anhelando redimir un pueblo esclavo,
cien veces vio su obra destruida,
y otras cien ensayó su altruista intento,
«noble, altivo,  generoso y bravo»