A LUIS MUÑOZ RIVERA

Fotos: Luis Muñoz Rivera (Izquierda) Ramón Fortuño Sellés (Derecha)

Andrés Fortuño Ramírez

Mi tío abuelo, Ramón Fortuño Sellés, quien fue alcalde de San Lorenzo, representante a la Cámara por Juncos, Gurabo, San Lorenzo y Secretario del Comisionado de Instrucción, dedicó en su poemario Horas Santas (1927) las siguientes líneas a Luis Muñoz Rivera, también poeta, periodista y político en Puerto Rico:
 
Fué escritor, orador, fino poeta,
visionario apóstol y soldado,
espíritu de acero bien templado,
corazón de titán, alma de atleta.
En cien combates esgrimió su espada
de guerrero valiente de la idea.
Su verso que fue luz, en la pelea,
fue dardo de finísima estocada.
Dio a su patria su hacienda y su vida;
dio a su patria su pluma y su talento,
y, anhelando redimir un pueblo esclavo,
cien veces vio su obra destruida,
y otras cien ensayó su altruista intento,
«noble, altivo, generoso y bravo»
 
 
 

El primo, advocating for planet Earth

Photos: John Morales and his grandmother, Inés Fortuño Sellés. John Morales is the son of Dolly Morales Fortuño and grandson of Inés Fortuño Sellés.

John Morales is the longest tenured broadcast meteorologist in South Florida, serving as a reassuring television presence for nearly three decades. His tropical weather acumen and steadfast character guided South Florida viewers through hurricanes Andrew, Irene, Katrina, Wilma, and most recently Hurricane Irma. For his life-saving work during the 2017 season, Mr. Morales was recognized with the John Coleman Broadcast Award at the National Tropical Weather Conference.

Born in Schenectady, New York of an Irish-American father and a Puerto Rican mother, John was raised in Puerto Rico and later returned to his roots in Upstate New York to attend the atmospheric sciences program at prestigious Cornell University. In college, John won the student weather forecasting contest, rowed for the Cornell Crew, and later worked as a disc jockey and sportscaster for student-run radio station WVBR.

After graduation in 1984, John became a civil servant with the U.S. National Weather Service, where he became a Lead Forecaster in Puerto Rico before accepting a position as Chief of the South American Desk at the National Center for Environmental Predictions in Washington D.C.

His first TV job was at the Univision Network and its Miami station WLTV channel 23, where he served as Chief Meteorologist from 1991 through 2002. From 2003 through 2008 he served as Chief Meteorologist for WSCV Telemundo 51. While there, he became the first Latino to substitute as meteorologist on NBC’s Weekend Today show, and did so multiple times. In 2009 John Morales became Chief Meteorologist for NBC’s Miami station WTVJ NBC-6, where he still serves today.

John Morales is one of very few weather presenters elected to be a Fellow of the American Meteorological Society (AMS). In what could be considered his most important scientific recognition, John earned the 2007 AMS Award for Outstanding Contribution to the Advance of Applied Meteorology. Among his many credentials, John holds the AMS and National Weather Association Seal of Approval for Radio and TV weathercasting, and has won the Broadcaster of the Year Award from both organizations. In addition, he is accredited by the AMS as a Certified Consulting Meteorologist and a Certified Broadcast Meteorologist. He has won three regional Emmy Awards, one at each station he has worked in. Most recently, Mr. Morales was presented with the Silver Circle Award, in recognition of the quality of his contributions to television.

In 1997, Morales participated in Vice President Al Gore’s White House conference on global warming and climate change. John returned to the White House at the invitation of President Barack Obama in 2014 for the release of the Third National Climate Assessment. He has twice been appointed to National Academies of Sciences (NAS) committees, co-authoring studies in 2012 and 2017 pertinent to America’s Weather Enterprise. He also wrote Huracanes, a Spanish-language reference book on hurricanes in 2000.

Morales’ volunteerism extends from board of directors’ participation in multiple South Florida non-profits, to mentoring young scientists, to having piloted for Angel Flight Southeast, an organization that provides free flights so children and adults can have access to far-from-home doctors. John and his wife Carmen live in Coconut Grove.

Article from NBC 6, Florida

Entre primos

La familia Fortuño ha sido una muy unida. Hoy recordamos a algunos de estos pilares que, aunque sea en fotos, nos recuerdan la importancia de mantener este núcleo familiar, así sea desde la distancia. En esta ocasión se reunieron para celebrar las bodas de oro de Carmelo y Amelia en septiembre del año 2000. 

Estos son algunos de los descendientes inmediatos de los hermanos Fortuño Sellés. Algunos primos no aparecen en la foto pues no pudieron asistir al evento, y hoy, ya muchos de estos no están con nosotros en este plano terrenal. 

De pie: Luis Fortuño Salvá, Roberto ‘Bobby’ Fortuño Carmona, José Joaquín ‘Quin’ Fortuño Ramos, Rafael ‘Ayto’ Fortuño Ramírez, Athos Moráles Fortuño, Tutty Fortuño Ramos, Awilda Morales Fortuño, Waldemar ‘Sony’ Morales Fortuño, Raúl Fortuño Carmona, Jaime Fortuño Ramos, Ramón ‘Chilin’ Fortuño Ramírez, Nora Morales Fortuño.

Sentados: Carmen Julia Mascaró García (sobrina de Carmelo), Amelia Candelas Fortuño, Carmelo Fortuño Mascaró

Una líder contra el cáncer

Awilda Morales Fortuño

Andrés Fortuño Ramírez

Awilda Morales Fortuño, fue una mujer vanguardista, visionaria, abogada de profesión y enteramente dedicada a su gran labor profesional y filantrópica. Fue presidenta de la Junta de Directores de la Sociedad Americana Contra el Cáncer de Puerto Rico, y la segunda recipiente y única mujer reconocida por el American Cancer Society con el St George Medal – el galardón más importante otorgado a un voluntario a nivel nacional en los Estados Unidos. También se destacó en el campo de las leyes laborales a nivel federal y en Puerto Rico. Junto a Raymon Compton, fundó la Asociación de Profesionales de Relaciones Laborales en la isla.

Un tío bisabuelo aventurero

Juan Fortuño La Roche

Andrés Fortuño Ramírez

En la foto aparece un permiso costero de los Estados Unidos, necesario para navegar y tener un bote de pesca en Puerto Rico en 1918. El permiso perteneció a Juan Fortuño La Roche, un tío bisabuelo del que no conocemos mucho, pero a juzgar por su rostro, me parece que fue una persona trabajadora y aventurera. Según lo describen en esta tarjeta y en los censos, era blanco, de complexión ‘ruddy’ o rojiza, ojos azules y pelo gris.

Sabemos que nació en 1874 en San Juan de Puerto Rico, hijo de José Fortuño Ferrús y Carolina La Roche. Fue bautizado en la Catedral de San Juan y sus padrinos fueron Baltasar Fortuño y Teresa Fortuño (Su tío Baltasar se encuentra enterrado en el cementerio de Montjüic en Barcelona). Juan, tuvo nueve hermanos y él fue el penúltimo de los hijos. Se casó dos veces, la primera vez con Dolores Aliácea y Gomez, tuvieron una hija llamada Ramona Clotilde, luego con Olivia Martinez Ortiz, tuvieron dos hijos, Rafael y Modesta.

En varios censos de la época aparece ejerciendo la profesión de tabacalero, o sea, que se dedicaba a la fabricación, producción o venta de tabaco. Algunos de sus hermanos se dedicaban a la producción y venta de tabaco en el pueblo de Utuado, tenían una tienda frente a la plaza del pueblo. Así que es probable que su profesión en San Juan estuviera atada al negocio de la familia.

También era aficionado de la pesca y tenía un bote llamado Lidia en San Juan. Para 1918 aparece viviendo en el #139 de la calle San Agustín en Puerta de Tierra. Más tarde se fue a la ciudad de Nueva York, donde aparece viviendo en el #1719 de Madison avenue.

Dos sillas aFortuñadas

Rafael Fortuño Selles / Dos sillas de su viejo comedor

Andrés Fortuño Ramírez

En estos días estuve en Puerto Rico y tuve un reencuentro con estas dos sillas hechas en caoba del país. Las construyó mi abuelo paterno, Rafael Fortuño Sellés. Son las únicas sobrevivientes del juego de comedor de mis abuelos. Dos de las sillas llevaban brazos. El paradero de la mesa y las otras cuatro sillas es uno desafortunado, ya que estaban armadas con taquetes y pegamento a la usanza de aquellos tiempos, y se descalabraron entre el uso y las mudanzas. El juego de comedor hasta viajó a la Argentina donde de seguro recibió muchas sentadas en asados, fiestas y otros eventos. Hoy, estas dos sobrevivientes yacen de nuevo en Puerto Rico, su país de origen, muy bien cuidadas en la casa de una buena amiga artista y su esposo arquitecto. Un maravilloso lugar para los amantes de las artes visuales y esos objetos que insisten en ser inmortales.

Un primo al mando de Puerto Rico

Foto 1: Luis Fortuño Burset y su esposa Luce Vela, reciben la visita de el Rey Felipe de España en la Fortaleza, Puerto Rico.
Foto 2: Luis Fortuño Burset y Pedro Pierluisi, reciben en Fortaleza al presidente de los Estados Unidos Barak Obama. Aparece a la izquierda el actual gobernador de la isla, Pedro Pierluisi.

Luis Guillermo Fortuño Burset, es un abogado corporativo puertorriqueño. Fue el noveno Gobernador del Estado Libre Asociado de Puerto Rico desde 2009 a 2013, expresidente del Partido Nuevo Progresista (PNP), miembro del Partido Republicano. El licenciado Fortuño fue elegido Gobernador del Estado Libre Asociado de Puerto Rico el 4 de noviembre de 2008, por una ventaja electoral de 224,892 votos representando un 52.78%.

Incursionó en el servicio público en el 1993 como Director Ejecutivo de la Compañía de Turismo de Puerto Rico. En el 1994, se convirtió además en el primer Secretario del Departamento de Desarrollo Económico y Comercio. Durante este periodo, fue miembro de un sinnúmero de Juntas de Gobierno en diferentes Corporaciones Públicas. Posteriormente, regresó a la práctica privada de la abogacía, hasta el 2003.

En las elecciones generales del 2004, fue elegido Comisionado Residente, y por primera vez en la historia de Puerto Rico, ocupó la posición con un Gobernador del partido contrario. Durante sus cuatro años en la Capital Federal, obtuvo la cantidad récord de $835 millones en asignaciones congresionales para proyectos de infraestructura en la Isla.

Luis Fortuño fue elegido Gobernador el 4 de noviembre de 2008, obteniendo la cifra de votos más alta en la historia de Puerto Rico. Como Gobernador, Fortuño es miembro de la Asociación Nacional de Gobernadores (NGA), así como la Asociación de Gobernadores del Sur.

En las primarias de 2012 en los Estados Unidos, Luis Fortuño apareció en la prensa estadounidense como uno de los candidatos preferidos por Mitt Romney para acompañarlo como vicepresidente, de ser elegido por el partido republicano como candidato presidencial.

Información de Wikipedia, enciclopedia libre.

Luis Fortuño y Mitt Romney

Un primo a la vanguardia

En las fotos, Carlos Fortuño Candelas

Andrés Fortuño Ramírez

Me quedé con las ganas de conocer a este primo. Carlos Fortuño Candelas fue un destacado líder en Puerto Rico, reconocido por su labor política y sindical. Desde niño escuché mencionar su nombre en casa de mis padres, sobre todo en las décadas del setenta y ochenta, por su liderazgo durante las huelgas estudiantiles en la Universidad de Puerto Rico.

Por los últimos seis años Carlos fue director de prensa de la Federación de Maestros de Puerto Rico. Se destacó como uno de los principales dirigentes del Movimiento Socialista Popular y fue uno de los fundadores del Movimiento Socialista de Trabajadores (MST). Durante varios años y en diversos periodos, fue editor destacado de Bandera Roja.

Cuando uno es pequeño, entiende el mundo según se lo explican los padres, quienes suelen tener ideas mucho más conservadoras que los hijos. Este asunto de las huelgas, la vanguardia y los partidos de izquierda no eran temas frecuentes en mi casa. Sobre todo porque mi padre era bastante conservador cuando se trataba de asuntos políticos.

Pero ya siendo adulto y con el raciocinio en ‘full blast’, uno aprende a respetar y a considerar otros puntos de vista. Es la única forma de conocerse a así mismo, de darse opciones y de saber por lo que uno está dispuesto a luchar. Aunque la mayoría las suprime, todos llevamos nuestra revolución por dentro.

Desde entonces, he admirado a todas esas personas que hacen y que toman acción. Por lo que me hubiera gustado conocer en persona al primo, Carlos. Quizás un día tomarnos un café y escuchar de su boca sus grandes aventuras. Sobre todo aquellas que se dieron en una época en que el gobierno catalogaba como subversivos a quienes hacían público su sentir sobre la descolonización de la isla.

Me hubiera gustado redactar sus experiencias y todo lo que enfrentó durante las huelgas estudiantiles, conocer mejor sus posturas sobre la independencia, el socialismo, y obtener más detalles de su constante defensa de las clases obreras y el magisterio puertorriqueño. Historias que ya no podré escuchar dada su repentina partida de este plano físico.

Entonces, resignado a solo poder investigar y leer más sobre sus batallas y logros, solo me queda desearle un tradicional ‘que descanse en paz’. Aunque pensándolo bien, me parece que en este caso esto no es lo apropiado. Mejor que desearle paz, le deseo ánimo para que pueda formar una revolución en el cielo, si es que cuando llega allá arriba es que lo que se necesita.

Coco está embarazada

Andrés Fortuño Ramírez

A mi abuela paterna le encantaba vestirse con lo último en moda y tomarse fotografías. Razón por la que aún existen muchas fotografías de sus años de juventud. Sus sobrinos la llamaban titi Coco, un diminutivo de su nombre, Socorro. No era diseñadora de modas como la modista de origen francés, Coco Chanel, pero seguía sus reglas de vida al pie de la letra, ‘Una mujer debe ser dos cosas, classy y fabulosa’. 

En la fotografía a la izquierda, aparece Socorro embarazada de su primogénito, mi tío Rafael Fortuño Ramírez. Rafael es el niño que aparece a la derecha. Si se fijan, en la dedicatoria al calce de la fotografía, ella incluye el nombre “Ayto”. Este era el apodo de mi tío, un diminutivo de ‘Rafaelito’. Dándonos la clave de que estaba en estado cuando se tomó la fotografía. 

Las damas de San Lorenzo

Andrés Fortuño Ramírez

Ya a las cinco de la mañana ambas estaban despiertas. Mientras Rafaela perfumaba el aire con el aroma del café recién colao, Petrona iba abriendo las persianas de la vieja casona para dejar entrar las brisas de invierno, las de primavera, las de verano, las de otoño y todas las que se colaban frescas por los ventanales.

‘Oh mañana celestial, qué lindas están las estrellas’ recitaba en voz baja Petrona mientras dejaba respirar los espacios interiores de la casa justo antes de que se asomara el sol.

Luego de tender las camas y echarse agua fría sobre la cara para estirarse las arrugas, ambas pasaban a arreglarse el cabello, cada una en su habitación y en su respectivas coquetas, para entonces escoger entre los vestidos que colgaban muy bien planchados dentro de sus roperos. Una vez estaban listas para dejarse ver por el mundo, se encontraban en la sala y salían sigilosas al balcón a disfrutar del desfile de campesinos que llegaba a esa hora al centro del pueblo.

Unos iban a caballo, otros sobre carretas, pero la mayoría iba a pie llevando a hombros su pesado cargamento. Al verlas en el balcón, muchos se les acercaban ofreciéndoles guayabas, naranjas, mampostiales, café molido, dulce de coco, viandas, leche, huevos y otros alimentos recién extraídos de la tierra o que les proveían los animales del campo. Ellas solo compraban lo que iban a consumir ese día y en la mañana siguiente.

Una o dos veces por semana aparecía Juan, uno de sus hermanos menores, con pan recién horneado de la panadería del pueblo. Cuando venía de visita ellas preparaban el comedor para un buen almuerzo, cubrían la mesa con uno de los manteles bordados, colocaban flores en los jarrones, sacaban la vajilla de la abuela y abrían todas las puertas de la casa para dejarles saber a los vecinos y transeúntes que las hermanas Sellés tenían visita y que estaba muy bien atendida.

Rafaela, aprovechaba las visitas de Juan – en realidad cualquier visita – para recordar y hablar de sus tiempos de gloria. Tiempos en que los hombres pasaban por el balcón para dejarle flores y poemas. Tiempos en que solo le bastaba con rociar el perfume de su mirada para conseguir lo que quisiera. Tiempos en que la vieja casona no paraba de recibir invitados y en que las muchachas de servicio se encargaban de cocinar, de organizar, de buscar, de planchar y de recogerlo todo luego de terminadas las visitas.

Petrona, por otro lado, buscaba cualquier excusa para interrumpirla y cambiar el tema, ya que no le gustaba perder el tiempo recordando las glorias del pasado. Encontraba engorroso eso de visitar sus años de juventud, para luego verse forzada a regresar al presente de un sopetón con una simple mirada al espejo. A Petrona le gustaba hablar de las posibilidades perdidas, sobre todo de lo que hubiera hecho si hubiese nacido hombre, de todas las libertades de las que hubiera gozado y de las aventuras de las que pudo ser participe si hubiera tenido el valor de agarrar las riendas de su propio destino.

Una vez Juan se despedía, Rafaela y Petrona pasaban el resto de la tarde tejiendo, contando y guardando las piezas de la vajilla, limpiando los antiguos cubiertos de plata, leyendo en voz alta los párrafos de un buen libro, quizás los poemas de Horas Santas, el poemario de su sobrino Ramón, o como dicen en el campo, sentadas en el balcón ‘mirando pa’ lejos’.

Tan pronto se acercaba la noche, ambas comenzaban a cerrar las puertas, las ventanas y las celosías. Le encendían una vela a la virgen del Perpetuo Socorro y rezaban juntas una corta oración. Luego de persignarse, se daban un beso en la mejilla y se retiraban a sus respectivas habitaciones, las que estaban conectadas por una puerta que siempre mantenían abierta.

Ya en sus camas y arropadas hasta el cuello, ambas esperaban con ilusión de niñas, a que llegaran las figuras blancas que aparecían noche tras noche cuando se colaba la neblina por debajo de las puertas. Una vez aparecían con su danza misteriosa, Rafaela y Petrona les daban las buenas noches, y sonreídas, cerraban los ojos, dejándose arrullar el resto de la noche con el canto constante del coquí.

Foto: En la foto aparecen los hermanos, Juan, Rafaela y Petrona Sellés Mejías (circa 1920, San Lorenzo, Puerto Rico), tres de mis tíos-tatarabuelos. Estos son los tíos-abuelos maternos de mi abuelo paterno, Rafael Fortuño Sellés.

CASA SELLÉS

Andrés Fortuño Ramírez

En estos días estuve texteando con un primo llamado, Julio Antonio Sellés. Conectamos por los Fortuño Sellés de San Lorenzo, Puerto Rico, por parte de mi abuelo paterno. Le hice preguntas sobre la tienda llamada Casa Sellés en este pueblo, ya que quería escribir algo respecto a la historia de este negocio.

Entre la información que tenía, me comentó que su abuelo le dijo que allí se vendían telas, alimentos, frutos menores, tabaco y muchas otras cosas. Para esos tiempos una misma tienda vendía una gran variedad de artículos, lo mismo para el hogar que para uso personal, como ropa, productos de aseo, artículos de primera necesidad y alimentos de todo tipo.

También me compartió la fotografía de la izquierda, en la que aparece mi abuelo paterno, Rafael Fortuño Sellés, junto a algunos de sus hermanos y primos. En la foto de la derecha, una foto más antigua, aparacen también varios Fortuño, Sellés y Aponte en la Casa Sellés en San Lorenzo.

Luego me comentó que, Francisco Sellés López de Alicea, padre de mi tatarabuelo, Francisco Sellés Mejías, tenía terrenos en San Lorenzo y en Caguas. Donde se cultivaban frutos menores y tabaco. Imagino que muchos de los productos que la tienda vendía provenían de estas fincas. Eventualmente sus herederos vendieron los terrenos a la Tobaco Leaf Company.

En el libro titulado, ‘Los pueblos de la región centro oriental y su historia (Siglos XIX y XX)’, aparece un párrafo en el que se menciona la compra de dos casas por parte de los Sellés en 1879, al catalán don José Irsern y Más, abuelo de Antonio Fernos Irsern, primer Comisionado Residente en Puerto Rico y primo segundo de los Fortuño Sellés. Una de las casas fue destinada como tienda con aparadores y mostradores, la cual asumimos es la Casa Sellés en San Lorenzo. Ese mismo año los Sellés adquirieron varios terrenos aledaños al pueblo para cultivo y el desarrollo de productos.

De San Lorenzo salieron varias familias comerciantes en Puerto Rico que estaban emparentados con los Sellés, entre estos los González Padín. También fue en San Lorenzo donde Prudencio Unanue comenzó a idear su negocio de distribución de productos, el que se convirtió en la famosa marca de productos Goya. Inclusive la esposa de una de sus hijos, es Carmen Ana Casal Sellés.

Los Fortuño y los Muñoz

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Junto a Luis Muñoz Marín: 1) Francisco Fortuño Sellés, ingeniero civil. 2) Familia Fortuño Burset. 3) Salvador Ferreras (hijo de Joaquín Ferreras Fortuño) director oficina de Puerto Rico en Chicago. 4) Nora y Juan Morales Fortuño, en la inauguración de Cooperativa.

Andrés Fortuño Ramírez

Estuve cerca de Luis Muñoz Marín solo en dos ocasiones. La primera, en la calle donde me crié. Don Luis llegó en una limosina negra, de esas típicas de los años setenta. Venía a visitar a unos vecinos que vivían dos casas más abajo. Nuestra vecina era su ahijada, hija de un excandidato a la gobernación de Puerto Rico llamado Jorge Font Saldaña, del Partido Popular Democrático.

Yo tendría cerca de diez años. Andábamos un grupo de vecinos jugando en el medio de la calle, cuando de pronto el enorme auto interrumpió nuestro juego.  Recuerdo que don Luis se bajó con bastante dificultad y con ayuda del chofer. Caminó lento hasta la puerta de entrada donde lo recibieron. De ahí en adelante no recuerdo nada pues volvimos a nuestro juego sin darle más importancia al asunto.

La segunda vez que lo tuve cerca, andábamos todos parados en el expreso Las Américas esperando ver el carro fúnebre pasar. Ese día se controló el tránsito de autos y el expreso se abarrotó de gente para darle un último adiós. Flores, gritos, y en ocasiones total silencio, como si se tratara del paso de la Macarena de Sevilla en Semana Santa.

Para mis abuelos, Luis Muñoz Marín era la hostia. No solo fue el primer gobernador electo democráticamente por los residentes de Puerto Rico, pero trabajó junto al gobierno de los Estados Unidos para conseguir una constitución para Puerto Rico, la que se firmó en 1952.  También impulsó leyes muy necesarias para el desarrollo del país.

Siendo el primer gobierno netamente puertorriqueño y una nueva fuente de trabajos, muchas personas del país entraron a trabajar bajo su administración. Entre estos, muchos de nuestros antepasados.

Solo por mencionar algunos: Francisco Fortuño Sellés,  ingeniero civil, quien estuvo a cargo de varios proyectos gubernamentales incluyendo la construcción del histórico puente Martín Peña. Nora Morales Fortuño, quien trabajó en la Fortaleza de 1955 a 1961 junto a su hermana Dolly, y su hermano Juan Morales Fortuño, cooperativista, orador y quien escribió muchos de los mensajes del Gobernador.  También Salvador Ferreras, director de la oficina del gobierno de Puerto Rico en Chicago. Salvador es hijo de Joaquin Ferreras Fortuño y nieto de Emilia Fortuño Larroche.

A la par de las relaciones laborales, hubo buenas relaciones personales entre los Fortuño y los Muñoz, entre estas, su amistad con Luis Fortuño Álvarez y su esposa Delia Moscoso Vera, con quienes se reunían en plano personal.  Lazos de amistad que compartieron con sus hijos, como evidencia la foto arriba donde aparecen Luis y Shirley Fortuño Burset junto a sus hijos, Luis, Roberto, Jaime y Carlos.

Según nos cuenta don Luis Fortuño Moscoso, la foto fue tomada en el patio de la casa de Luis Muñoz Marín. Don Luis FM fue por años el dentista de Inés Mendoza (esposa de LMM) y de sus hijos. La invitación ese día, fue para agasajarlos antes de que los Muñoz Mendoza se fuesen a vivir a Italia luego de haberse retirado del gobierno. Doña Inés no sale en la foto, pues según ella expresó, quien era importante salir en la foto era don Luis Muñoz Marín.

Pero la relación y admiración hacia los Muñoz viene de tiempos más remotos. Ramón Fortuño Sellés, quien fue alcalde de San Lorenzo, representante a la Cámara por Juncos, Gurabo, San Lorenzo y Secretario del Comisionado de Instrucción, dedicó en su poemario Horas Santas las siguientes líneas al padre de don Luis, Luis Muñoz Rivera, también poeta, periodista y político en Puerto Rico:

Fué escritor, orador, fino poeta,
visionario apóstol y soldado,
espíritu de acero bien templado,
corazón de titán, alma de atleta.
En cien combates esgrimió su espada
de guerrero valiente de la idea.
Su verso que fue luz, en la pelea,
fue dardo de finísima estocada.
Dio a su patria su hacienda y su vida;
dio a su patria su pluma y su talento,
y,  anhelando redimir un pueblo esclavo,
cien veces vio su obra destruida,
y otras cien ensayó su altruista intento,
«noble, altivo,  generoso y bravo»

Jaime Fortuño La Roche en Chile

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Andrés Fortuño Ramírez

Luego de ver las imágenes en las redes sociales tras las protestas en Chile por el descontento social, donde se exigen reformas que beneficien a la clase trabajadora, me sentí obligado a sacar de la oscuridad al tío-bisabuelo, Pedro Jaime Fortuño La Roche, pensador, escritor y político que luchó a favor de la educación y las clases trabajadoras en Chile.

Pedro Jaime fue hijo de José Domingo Fortuño Ferrús y Carolina La Roche Grant. Su padre fue un catalán que emigró a Puerto Rico en el siglo XIX como asistente del Capitán General de la isla, Juan Prim Prats. Su madre, una mujer danesa criada en la isla caribeña de St. Thomas cuando pertenecía a Dinamarca.

Pedro Jaime nació el 29 de septiembre de 1866 en St. Thomas. Aún siendo un niño emigró con sus padres y hermanos a Puerto Rico, lugar donde se crio. Una vez adulto, vuelve a emigrar, esta vez por cuenta propia y a Chile. Ahí se establece y se casa con María Luisa Morales Flores con quien tuvo tres hijos: Luis Baltasar, Jaime y Carolina.

Pedro Jaime fue nacionalizado en Chile por decreto del Ministerio del Interior, el 6 de junio de 1895. Fue juez de trabajo, editor y escritor del periódico radical La Ley,  redactor de las leyes chilenas y elector presidencial.  Durante el gobierno de Pedro Aguirre Cerda (1938-1941) quien murió aún siendo presidente,  Jaime ocupó el puesto de Gobernador del departamento de Melipilla, antigua división territorial en Santiago.

Su nombre aparece en varios documentos y escritos donde repudia las acciones de gobiernos anteriores contra las poblaciones obreras y donde pide restablecer la justicia social y la paz. Sus metas principales, al igual que las del presidente Aguirre, eran educar al pueblo, mejorar su calidad de vida y buscar mejores oportunidades de trabajo.

Pedro Jaime aparece casi siempre mencionado como, Jaime Fortuño La Roche o Larroche. Su primer nombre, Pedro, heredado de su bisabuelo y de un tío-abuelo que era farmacéutico en Tarragona, rara vez aparece escrito.

Este espíritu de lucha y justicia fue heredado de su padre, José Domingo, quien ocupó varios cargos políticos en su natal Benissanet en Cataluña y fue capitán en la Tercera Guerra Carlista a favor de los Isabelinos liberales, favoreciendo las reformas sociales, el derecho a la educación y el progreso para todos.

En Puerto Rico, el sobrino de Pedro Jaime, Luis Fortuño Janeiro, también fue un líder político y cívico, líder obrero e industrial y uno de los fundadores del semanario socialista El Obrero de Ponce, además de candidato a la alcaldía de esta ciudad.  También fue creador de la Imprenta Fortuño, del Álbum Histórico de Ponce y junto a su primo hermano Ramón Fortuño Sellés, alcalde de San Lorenzo y miembro de la Cámara de Representantes, escribió varios libros donde presenta ideas sociales de avanzada.

El padre de Luis Fortuño Janeiro fue Baltasar Fortuño La Roche, hermano de Pedro Jaime. En 1901 Baltasar acaparó la portada del Pacific Comercial Advertiser en Honolulu bajo el titular, Ship Captured By Portoricans. Semanas antes de este suceso, Baltasar había zarpado para las islas de Hawái en busca de fortuna luego de que el huracán San Ciriaco destrozara Puerto Rico.

Al final de la larga travesía, a los tripulantes, quienes iban de forma voluntaria y bajo contrato de trabajo, se les dejó de atender debidamente y de proveerles comida. Baltasar fue el primero en levantarse en voz de protesta. Al no ser atendido, lideró un motín junto al resto de la tripulación, amenazando a filo de cuchilla al capitán del barco. Luego de negociaciones entre los dirigentes, la policía y la tripulación, se reinstaló el servicio de comidas, se les dio un mejor trato y todos siguieron su rumbo hacia las islas hawaianas.

También en Puerto Rico, los hermanos Carlos y José Ramón Fortuño Candelas, sobrinos-bisnietos de Pedro Jaime, lideraron importantes protestas en la Universidad de Puerto Rico en la década de 1970, en contra de las injusticias hacia los estudiantes y a favor de diferentes reformas. Carlos se ha mantenido como figura clave en el movimiento socialista-trabajador en la isla.

En ocasiones, hasta los más conservadores se han unido a las protestas del pueblo. En verano de 2019 el pueblo puertorriqueño marchó en protesta para derrocar al gobernador, Ricardo Roselló, luego de que saliera a la luz pública un chat en el que el mandatario y sus colegas se burlan del país.  A esta protesta se unió el ex-gobernador de Puerto Rico, Luis Fortuño Burset (2009-2013) del partido republicano, exigiendo públicamente su renuncia, aún siendo Roselló un miembro de su propio partido. El bisabuelo de Luis fue primo hermano de Pedro Jaime, personaje principal de esta historia.

En fin, que en la vida, siempre que la causa lo amerite, sea desde lo alto en el podio o abajo desde la calle, existe el derecho a protestar. Hoy Pedro Jaime Fortuño La Roche descansa en el Cementerio General de Chile, junto a María Luisa Morales, en la calle Echaurre, al frente de manzana 10, hacia el muro. Esperamos que esta sed de justicia, paz y lucha social se mantenga viva, y que no desaparezca con las nuevas generaciones.

Los encantos de Nora

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Nora Morales Fortuño y su hermano Juan Morales Fortuño, junto a Luis Muñoz Marín e Inés Mendoza en la inauguración de una cooperativa en Puerto Rico (circa 1957)

Andrés Fortuño Ramírez

Esta foto es cortesía de Carmen Morales, nieta de Inés Fortuño Sellés. En la foto aparece su papá, Juan Morales Fortuño «Jean», con chaqueta y lazo, junto a su hermana menor, Nora Morales Fortuño (extrema derecha) quien trabajó en la Fortaleza de 1955 a 1961, durante la gobernación de Luis Muñoz Marín.

En la misma fila aparecen sentados a extrema izquierda, doña Inés Mendoza, volteándose hacia atrás, junto a su esposo Luis Muñoz Marín, primer gobernador electo por el pueblo en Puerto Rico. La foto se tomó a finales de la década del cincuenta en la inauguración de una cooperativa. Juan Morales Fortuño fue un pionero y gran pilar del movimiento cooperativista en Puerto Rico.

A juzgar por lo guapa que aparece Nora, estamos casi seguros de que Luis Muñoz Marín aprovechó que doña Inés estaba distraída, para voltearse y mirar a Nora. De seguro pensó: “wow, qué guapas son las mujeres Fortuño”…je, je y es que con un botón basta.

Aún tenemos dudas sobre quién es la señora sentada entre Juan y Muñoz Marín. Imaginamos alguien relacionado al gobierno o al sistema de cooperativas. Cualquier información que puedan aportar será agradecida.

La reivindicación de Socorro y los 100 del Vanderbilt

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Fotografía de Socorro Ramírez de Fortuño en el hotel Condado Vanderbilt 1922. Al lado, la página del libro en que aparece esta foto. Abajo, el libro, y una fotografía de Rafael Fortuño Sellés, esposo de Socorro.

Andrés Fortuño Ramírez

El 15 de agosto de 2019, el hotel Condado Vanderbilt en Puerto Rico lanzó un libro en celebración de sus cien años de existencia. Entre las páginas del libro, aparece una fotografía tomada en 1922 de Socorro Ramírez de Fortuño Sellés, mi abuela paterna, posando frente al hotel. Al lado de la foto aparece un texto con información sobre mi abuela en esos tiempos. Su presencia en este libro ha servido para documentar detalles de la época en que se inauguró el hotel, y de paso, rescatar el verdadero apellido de mi abuela.

Cuando mis hermanos y yo éramos pequeños, mi abuela de vez en cuando nos recordaba que su apellido no era Ramírez, sino Ramírez de Arellano. Seguido nos contaba que su abuelo había inscrito a su padre, y su padre a ella, solo con el Ramírez, pues encontraba engorroso e innecesario eso de cargar con tanto apellido.

Para los tres hijos de Socorro, o sea, mi padre y sus dos hermanos, este asunto de los apellidos era un asunto sin importancia o como decían ellos, “meras parejerías”.  Así que los nietos crecimos sin prestarle mucha atención a los reclamos de mi abuela sobre su ascendencia.  

Curiosamente, en esos tiempos, una hermana de mi abuela llamada Nicacia Estrella, se reunía a menudo con Lorencita Ramírez de Arellano, la esposa del ex gobernador de Puerto Rico, Luis A. Ferré, y entre ellas se llamaban primas. Lo que hasta cierto punto confirmaba lo que nos decía mi abuela. Sin embargo, no fue hasta hace poco que me enteré de toda la verdad.

Mi curiosidad por saber más sobre mi ascendencia y genealogía, me llevó a subir una fotografía de mis abuelos paternos y maternos en una página dedicada a este tema en Facebook. Inmediatamente, un experto en estos temas llamado Elías, me contactó, dejándome saber que había una página sobre los Ramírez de Arellano que de seguro me interesaría.  Bajo el mismo post le comenté, que mi abuela siempre nos había dicho que ese era su apellido, pero que fuera de sus historias no lo había confirmado.

Fue entonces cuando me dijo, “te comento sobre la página, pues a mí me consta que ese es su apellido” y me envió una copia del árbol genealógico de mi abuela en varios sitos de la Internet, donde aparecen mencionados muchos de sus antepasados con el apellido completo, entre estos, el tatarabuelo de Socorro, Fernando Ramírez de Arellano y su tras-tatarabuelo, Estevan Ramírez de Arellano. Ambos de San Germán. 

Ese mismo día comencé a hacer otras búsquedas y a conectarme con expertos en el tema. Entre estos Debra, la administradora de la página, Genealogía de las Familias Ramírez de Arellano en Facebook. A través de estos no solo confirmé la ascendencia de mi abuela Socorro, pero me enteré de que mi abuela paterna y mi abuelo materno, Andrés Ramírez, provienen de la misma cepa de Ramírez de Arellano y son primos quintos. También que Socorro, Estrella y Andrés, son todos primos quintos de Lorencita Ramírez de Arellano.

Cuando obtuve toda esta información, mi abuela había muerto hace años, entonces no pude contarle y reivindicarla, tras años de no darle importancia a sus historias. Igual le dejé saber a mis padres, hermanos, tíos y primos, que mama Socorro estaba en lo correcto. No que el descubrimiento cambiara nada, pues al final, este apellido era común en el oeste de Puerto Rico y no siempre venía atado a una gran herencia monetaria como muchos piensan. Pero al menos algo nos quedó claro, que Socorro estaba en lo cierto, su apellido era Ramírez de Arellano.

Mi abuela me regaló esta fotografía frente al Vanderbilt pocos años antes de morir. Mis hermanos y yo, sabíamos dónde se había tomado pues conocemos bien esta playa en el Condado. Pero no fue hasta que mi hermana Milily encontró una antigua postal del hotel en la Internet, y colocó la foto de Socorro sobre la postal, que conseguimos un pareo exacto. La foto fue tomada en la parte de atrás del hotel, donde aún sobresalen las formaciones de coral sobre las que mi abuela aparece sentada. Nosotros le llamamos a estas piedras, los corales de Socorro.

Emocionado con el hallazgo, subí la fotografía en Facebook. Por alguna razón, esta llegó a ojos de personas relacionadas al hotel Condado Vanderbilt, quienes me contactaron y me pidieron permiso para usarla en el libro de los cien años, junto a alguna información que pudiera proveerles. Fue entonces que se me ocurrió redimir a mi abuela y presentarla en libro con su nombre completo, Socorro Ramírez de Arellano.

Cada vez que veo la fotografía pienso en cuantas cosas quisiera poder preguntarle. Por ejemplo, quién la retrató, a qué fiesta asistía, con quién se encontraría ese día y cómo era la vida en Puerto Rico en esa época. Tantas historias que habrán desaparecido con ella, secretos que solo podemos imaginar a través de su misteriosa mirada aún plasmada en esta fotografía.

En este antiguo documento de San Germán, Puerto Rico, de 1767, se menciona el casamiento de Fernando Ramírez de Arellano y Juana Leocadia Pérez de la Seda, tatarabuelos de Socorro Ramírez, y a sus padres, Estevan Ramírez de Arellano y María de Toro, tras-tatarabuelos paternos de Socorro. El hermano de Estevan, Andrés Ramírez de Arellano, fue el tras-tatarabuelo paterno de mi abuelo materno, Andrés Ramírez.

NOTA: El histórico hotel Condado Vanderbilt fue construido por Frederick William Vanderbilt y diseñado por la firma Warren & Whitmore, diseñadores del Grand Central Station en NYC. Entre sus primeros huéspedes estuvieron Charles Lindberg, Franklin y su esposa Eleanor Roosevelt, Errol Flynn y Carlos Gardel. El hotel hoy forma parte de los Hoteles Históricos de America.

Doña Bely y la expansión de Río Piedras

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Andrés Fortuño Ramírez

La que aparece en la fotografía es María Isabel Fortuño Noguera de García Ubarri, mejor conocida como doña Bely. En términos genealógicos, doña Bely es mi “first cousin thriced removed», mi prima hermana-bisabuela, o en español más claro, la hija de mi tío-tatarabuelo. Su padre, Jaime Fortuño Ferrús, fue un médico cirujano catalán que se estableció en Cayey.  Su madre fue doña Eduviges Noguera López. Doña Bely se casó con Ángel García Ubarrí, sobrino-nieto del empresario Pablo Ubarri Capetillo.

Don Pablo fue un ingeniero que llegó a la isla de un municipio llamado Santurtzi en la provincia de Vizcaya al norte de España.  Según muchos, fue el Rockefeller de Puerto Rico. Era uno de los hombres más ricos de su época en la isla y se encargó de revitalizar las economías de Santurce y Río Piedras. En parte, construyendo vías de ferrocarril que corrían desde San Juan a Río Piedras a través de la avenida Ponce de León.

Su desempeño en la isla le ganó que la corona española le otorgara el título de conde de San José de Santurce, razón por la que esta ciudad sanjuanera lleva ese último nombre. Estas mejoras en comunicación y transporte motivaron a que muchas familias exploraran el vivir fuera del casco sanjuanero. En especial en Río Piedras que comenzaba a desarrollarse como un fantástico centro urbano.

Contrario a la expansión de Santurce, en la que se desplazaron muchas de las familias originales que vivían en los barrios que hoy conocemos como Miramar, Ocean Park y Punta las Marías para la construcción de viviendas más lujosas, Río Piedras ofrecía terrenos abiertos mayormente poblados por casas de veraneo, haciendas y fincas de cultivo. Don Pablo Ubarri estaba claro de su potencial y decidió sacarle provecho.

El esposo de doña Bely,  Ángel García Ubarri, fue hijo de Eloy García Pla y Asunción Ubarri Casals. Al casarse, don Angel y doña Bely recibieron como regalo cuatro cuerdas de terreno en el centro urbano de Río Piedras. En estos predios hoy se encuentra la antigua urbanización García Ubarri. Algunos de sus hijos se establecieron en las casas de estilo español que se construyeron en aquella zona, en especial en la calle Las Delicias. Entre estos don Ángel y doña Bely.

Según hemos leído en artículos de la Federación de Equinos de Paso Fino, don Jaime Fortuño Ferrús, padre de doña Bely, don Baltasar Fortuño Ferrús, tío de doña Bely, y don Pablo Ubarri Capetillo, tio-abuelo de don Ángel, criaban y competían amistosamente con caballos de paso de viaje. Esto es lo que hoy se conoce como caballos de paso fino. Tal vez fue en una de estas competencias en que doña Bely y don Ángel se echaron el ojo por primera vez. Nada más pintoresco que pensar que se enamoraron en las carreras de caballos. Don Ángel se hizo médico, se casó con doña Bely y tuvieron cinco hijos: Manuel, Isabel, Rafael, Judith y Maria Magdalena (Maggie).

Desgraciadamente doña Bely murió tras desarrollársele un cancer en la garganta, tendría unos 46 años de edad. Cuando murió, aún sus hijos eran muy jóvenes, Magdalena Sofía solo tenía nueve años. En 1935 don Ángel aún aparece viviendo en la calle Las Delicias igual que sus hermanos y algunos de sus primos. Una de mis primas y yo pensamos que a esa calle le debieron haber cambiado el nombre, ya que no la hemos encontrado en los mapas actuales. Más que una posibilidad, ahora estamos seguros.

Uno de los nietos de doña Bely y don Ángel me contactó luego de leer este escrito, y me envió una fotografía del plano original de la urbanización García Ubarri. Según me cuenta, su abuelo Ángel y su bisabuelo Eloy, segregaron la finca para la creación de la urbanización. También donaron terrenos al gobierno para la creación del hospital municipal y otros edificios.

Entre ambos escogieron los nombres de todas las calles. Pero con el tiempo, los gobernantes de la época se impusieron y los cambiaron por nombres de altos ejecutivos del gobierno, o como dice él, por nombres de sus amigos más íntimos. Entre estos: Piñero, Tizol, Tavares y Brumbaugh. Este último fue el primer secretario de educación de los Estados Unidos.

En el censo de 1940, los cinco hijos de doña Bely y don Ángel aparecen viviendo en la avenida Muñoz Rivera en Río Piedras, en casa de una hermana de doña Bely llamada María Victoria Fortuño Noguera. Imaginamos que con los hijos aún tan jóvenes, con una profesión tan exigente y con clínica de medicina en Santurce, don Ángel no podía solo hacerse cargo de ellos. Don Ángel vivió hasta los 86 años de edad.

En esta fotografía aparece doña Bely aún en sus tiempos de gloria. Quizás vestida para alguna fiesta o simplemente posando para una postal familiar, muy típicas en aquella época. La imagen es del libro de Osvaldo García titulado Fotografías para la historia de Puerto Rico 1844-1952. La tomó Rafael Colorado, uno de los pioneros y más distinguidos fotógrafos en San Juan.

Aunque el libro no ofrece mucha información sobre la fotografía en particular, al menos nos permite imaginar un Santurce y un Río Piedras muy diferentes a los que conocemos hoy día.  Tiempos en que se unían fortunas a través del matrimonio. Tiempos en que sobraban los espacios para conquistar y crear.  Tiempos en que los vagones de un ferrocarril aparte de llevarte a un nuevo destino, podía cambiar el rumbo y la economía de todo un país.

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Mapa original de la urbanización García Ubarri en Río Piedras, Puerto Rico

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El Tranvía de Ubarri corría siete millas y primariamente sirvió como transporte público entre San Juan y Río Piedras.

Feliz Día de las Madres

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Justina Sellés de Fortuño Larroche y uno de sus hijos, Ramón Fortuño Sellés

Andrés Fortuño Ramírez

En 1913, Ramón Nicolás Agustín Fortuño Sellés, el hermano de mi abuelo Rafael, escribe este corto poema a su madre, Justina Sellés Aponte, para el Día de las Madres.  El poema aparece en su libro de poemas infantiles titulado Horas Santas, publicado en 1927. Ramón Fortuño Sellés fue poeta, articulista y cuentista. También fue alcalde de San Lorenzo y miembro de la Cámara de Representantes en Puerto Rico. Su padre fue Agustín Fortuño Larroche. Justina había muerto en 1911.

A mi madre,

Eres esencia de amor:

fuente de consejos sanos,

consuelo de los humanos

en las horas de dolor.

Para expresar tu valor

no tiene la lira mía

notas de dulce armonía,

pero mi alma al cantarte

sueña a su lado mirarte

y te besa, madre mía.

Ramón Fortuño Sellés 

Familia Fortuño en Facebook

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Portada de pagina Familia Fortuño en Facebook

Los Fortuño tenemos una página en Facebook donde compartimos experiencias, fotografías e información sobre nuestra ascendencia. También buscamos descendientes en todo el mundo para saber por dónde andamos y cómo todos conectamos.  Si eres descendiente de algún Fortuño, sea un pariente inmediato, bastante lejano o un tatarabuelo, entra en facebook y busca la página de Familia Fortuño, nos encantaría conocerte. ¡Te esperamos!

DÉCIMAS DE REYES

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Por Ramón Fortuño Sellés
De su poemario, Horas Santas
Puerto Rico, 1927

(Pie)

Gaspar, Melchor, Baltasar
Gaspar, Melchor, Baltasar
Gaspar, Melchor, Baltasar
Gaspar, Melchor, Baltasar

1

Ya se nota la alegría
en toítos los corazones;
los músicos y cantores
alegran toa la villa,
y cuando ya se avecina
la noche para bailar,
toas las mozas del lugar
se ponen como un trinquete
pa’ celebrar a los reyes
Gaspar, Melchor, Baltasar.

2

Se prepara el dulce e coco
con jengibre y con melao,
con canela polvoreao
arroz con coco sabroso,
majarete delicioso,
amelcochao mampostial,
cabello de ange ideal,
dulce e lechoza caliente,
pa’ celebrar a los reyes
Gaspar, Melchor, Baltasar.

3

Los niños están contentos
preparando sus cajones
de yerbas con muchas flores
desde el día de Año Nuevo.
Ellos piensan que muy buenos
juguetitos les traerán
dulces, frutas y además
las esperanzas no pierden
de ver a los Santos Reyes
Gaspar, Melchor, Baltasar.

4

Y hasta la gata de casa
aguarda con alegría
este simpático día
de fiestas y de bachatas,
porque cuando algo se escapa
de lo que mandan a guardar
y ella se puede ocultar
del ojo de la sirvienta,
se lo roba aunque lo sientan
Gaspar, Melchor, Baltasar.

Fortuño y el equipo de Santurce

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Ramón Fortuño Ramírez, en el equipo de balompié de Santurce 1953, Puerto Rico

Por Andrés Fortuño Ramírez

Cuando subí esta foto del equipo de Santurce 1953 en mi página de Facebook, muchos comentaron que desconocían que en Puerto Rico se jugaba fútbol para esos tiempos. La realidad es que yo tampoco tenía la historia clara, así que hice un pequeño “research” en el que descubrí el porqué de muchas cosas.

Resulta que la tradición futbolística en nuestra Isla comenzó hace más de 100 años. A diferencia de hoy, antes se competía mayormente por prestigio y honor. El deporte más jugado en el mundo estaba libre de la gran comercialización que hoy lo define.

El balompié o fútbol se juega en Puerto Rico desde principios del siglo XX. Un deporte importado de España. Por lo que los primeros equipos estaban compuestos mayormente por españoles y eventualmente por algunos criollos. También existían equipos formados por algunos norteamericanos, irlandeses e ingleses. Razón por la que para la década del 50 aún muchos consideraban el fútbol como un deporte de extranjeros. El primer juego entre equipos oficiales se jugó en los terrenos del Morro en 1911.

En esos tiempos no solo se sudaba la camiseta para obtener goles, también se disputaba, quizás de forma simbólica, el poderío entre los norteamericanos y los españoles. Así que el deporte se desenvolvía como un fenómeno social donde los jugadores manifestaban sus rencillas en la cancha.

Según leí en varios sitios oficiales, para 1917 el fútbol fue excluido de los programas de educación física en las escuelas, fecha en que se le otorgó la ciudadanía norteamericana a los puertorriqueños bajo la Ley Jones. En el nuevo orden norteamericano no había espacio para apoyar un deporte que reforzaba la identidad española en la Isla. Razón por la que el fútbol no se desarrollo de la misma manera que otros deportes como el béisbol o el baloncesto.

Aún así para 1946 se forma el primer equipo de fútbol netamente puertorriqueño. Sus jugadores participaron ese año en los Juegos Centroamericanos y del Caribe en Barranquilla, Colombia. Según los expertos, la participación fue un desastre. Pero al menos quedó algo claro, Puerto Rico seguía sintiendo pasión por el fútbol y no estaba dispuesto a dejarlo ir.

La década del 50 fue una de grandes cambios para Puerto Rico. Por un lado, ocurre el mayor éxodo de puertorriqueños hacia los Estados Unidos (hasta ese momento). 237, 000 personas partieron hacia el norte entre 1950-54 debido a la terrible situación económica que atravesaba el país.

Por el otro, en 1952 los puertorriqueños votan a favor de una Constitución, obteniendo más derechos para auto-gobernarse. Se comienza a fomentar de lleno la industria agrícola y la situación en la Isla comienza a mejorar, haciendo que los pueblos desarrollen rivalidades e identidades particulares. Esto da pie a la formación de nuevos equipos de fútbol por región: Hato Rey, Arecibo, Ponce, etc.

También para 1950 se celebra la primera Copa Mundial, cuarta edición organizada por la FIFA, luego de la Segunda Guerra mundial. Las ediciones del 42 y 46 habían sido suspendidas debido a la guerra. Esto ayuda a revivir el interés por este deporte en el mundo entero, y claro está, entre los deportistas puertorriqueños.

Entre estos grandes entusiastas se encuentra mi padre, Ramón Fortuño, quien aparece en cuclillas en la fotografía. Mi padre jugó varios años en el equipo de Santurce y se retiró una vez obtuvo su grado de ingeniería civil del Colegio de Mayagüez. Sin embargo siempre ha seguido el deporte a través de la tele y con el mismo entusiasmo de cuando tenía 20 años. En la foto también aparecen varias figuras importantes del fútbol y el deporte en Puerto Rico.

Solo por mencionar algunos: Saso Tulier, uno de los inmortales del fútbol puertorriqueño, destacado en el salón de la fama. José Ramón Navedo, gran futbolista y cofundador junto a Paquito Cordero, Ulises Brenes y los hermanos Aragón (Gaby, Fofó y Miliki) del famoso equipo Los Millonarios. Don Felix Joglar Rosa, maestro de maestros en varias disciplinas deportivas, tanto fuera como dentro de la Universidad de PR. El tramo de la avenida Ponce de León que cruza frente a la Universidad de PR lleva su nombre desde 2013.

El equipo de Santurce en 1953 estaba formado por puertorriqueños, españoles y norteamericanos. Quizás un reflejo de la sociedad santurcina de esos tiempos o de nuestra complicada identidad nacional. En fin, que años más tarde seguimos pateando la pelota con el sueño de que algún día, las nuevas generaciones traigan la Copa Mundial a casa, o al menos por ahora, divertirnos, y tratar de limar las asperezas creadas en nuestra formación a través del deporte.

¿Se ha olvidado Ponce de Luis Fortuño?

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Luis Fortuño Janeiro

Andrés Fortuño Ramírez

No me refiero a Luis Fortuño Burset, noveno gobernador de Puerto Rico, sino a Luis Fortuño Janeiro, líder político y cívico, líder obrero e industrial. Uno de los fundadores del semanario socialista El Obrero de Ponce. Dueño de la Imprenta Fortuño y creador del Álbum Histórico de Ponce (1692-1963). Luis Fortuño Janeiro fue primo hermano de mi abuelo paterno, Rafael Fortuño Sellés y primo segundo del abuelo paterno del exgobernador, Luis Fortuño Álvarez. Aquí les comparto sus logros e interesante historia en 4 breves páginas.

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Biografía Luis Fortuño Janeiro, Ponceños Ilustres

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Biografía Luis Fortuño Janeiro, Ponceños Ilustres

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Biografía Luis Fortuño Janeiro, Ponceños Ilustres

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Biografía Luis Fortuño Janeiro, Ponceños Ilustres

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El velorio

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El velorio, Rafael Fortuño Sellés, Santurce, Puerto Rico 1949.

Por Andrés Fortuño Ramírez

Esta es una de mis fotos favoritas de mi abuelo paterno, Rafael Fortuño Sellés. Rafael fue ingeniero civil, hijo de Agustín Fortuño La Roche y de Justina Sellés Aponte. La foto me gusta por varias razones, entre estas, porque es de las pocas que tengo de sus últimos años sobre esta tierra. Mi abuelo es el que aparece al frente con la chaqueta de color oscuro.

Papa, como le decíamos los nietos, nació en San Lorenzo a principios del siglo veinte. Luego de casarse con mi abuela Socorro se mudó a Santurce, lugar donde criaron a sus tres hijos varones. Rafael murió a los 54 años. Lo que más me pesa de su partida es que nunca lo conocí, pasó a mejor vida mucho antes de yo nacer. Inclusive, murió antes de que mis padres contrajeran matrimonio.

Según nos contó una prima hermana de mi papá llamada Dolly, mis abuelos fueron con mi padre a pedir la mano de mi madre a casa mis abuelos maternos, Andrés Israel Ramírez Rivera y Amelia Colón Meléndez en Mayagüez. Mi abuelo Andrés fue ingeniero agrónomo, hijo de José Bonifacio Ramírez de Arellano Camacho y de Concepción Rivera Crespo.

Cuando venían de regreso con el «si» asegurado, mi abuelo Rafael comentó que no se estaba sintiendo muy bien, así que pararon en casa de un primo hermano de mi padre llamado Roberto “Bobby” que era médico en ese entonces, urólogo en particular. Bobby lo mandó a hacerse unos exámenes, y poco tiempo después estos revelaron el terrible padecimiento, Leucemia. En poco menos de un año mi abuelo ya salía de su cuerpo terrenal.

Esta fotografía se tomó en 1949 unos años antes de este suceso. Ese día había un velorio en casa de mis abuelos. La casa quedaba en la calle Las Flores en Santurce. Para estos tiempos todavía se velaba a los muertos en la sala de la casa de los familiares del difunto. En este caso, el velorio era para uno de los hermanos de mi abuelo, Agustín Fortuño Sellés.

La reja tirada junto a los escombros de cemento, la mirada perdida de mi abuelo, la oscuridad detrás de la puerta y las plantas comenzando a cubrir la entrada de la casa, me transmiten cierto aire de decadencia, de presagio, de fin. Para mi, un reflejo de las repentinas tristezas que andaban rondando en esos días por aquella casona.

No sé quién es el señor vestido de blanco, pero me parece que observa a mi abuelo como si notara en su cara algún tipo de preocupación. Me pregunto si en ese momento mi abuelo estaba reflexionando sobre su propia vida, o ya presagiando su propia muerte. Verlo con cara seria era una cosa demasiado rara. Al menos eso he escuchado de boca de quienes lo conocieron.

Las historias de mi abuelo Rafael son famosas en el folclor familiar, ya que era un hombre sumamente alegre e inventivo. Hasta diseñó varios muebles para su casa. Entre estos siempre recuerdo un fantástico juego de comedor hecho en caoba, el que usó toda su vida mi abuela paterna, Mama. Todos la conocían como Doña Socorro. Su nombre completo fue Petra regalada del Socorro Ramírez Rodríguez, hija de Tomás Ramírez de Arellano Montalvo y de Laura Virginia Rodríguez Nazario.

Mi abuelo era experto encontrándole el lado risible a cualquier situación. Al parecer ese era uno de sus mayores gustos en esta vida, reírse y hacer reír. Lema que hasta el día de hoy a mi me ha servido de norte.

Cuentan que en los velorios todo el mundo lloraba y se lamentaba. Claro está, menos él. Razón por la que muchas personas evitaban sentarse a su lado. Sabían que aún cuando la que tropezaba frente a ellos era la muerte, Rafael aprovecharía la ocasión para sacarse un buen chiste.

Según nos cuenta otra prima hermana de mi papá llamada Nora, en un funeral, los hijos y sobrinos de Rafael aún pequeños, le preguntaron que qué era lo que repetían las damas en cada una de las letanías. De seguro repetían alguna frase tradicional como “rogad por él” o “Esté con su espíritu”.

Pero mi abuelo, sin perder tiempo, les dijo que lo que repetían era “alza la mano”. Entonces fue y se sentó en uno de los bancos de al frente en la iglesia, y cada vez que llegaba la parte del coro en la oración, Rafael levantaba la mano. Esto hacía que todos los niños sentados atrás, levantaran sus manos y se murieran de la risa.

Quizás es por esto que me llama tanto la atención esta fotografía, ya que contrasta tanto con todo lo que he escuchado sobre su buen humor y sus ocurrencias, especialmente en los velorios. Quizás esta fue una de esas raras ocasiones en que al cogerlo desprevenido, la cámara captó la profundidad de sus más íntimos pensamientos.

Me pregunto ¿Quién tomaría esta fotografía en medio de un velorio? ¿Por qué la verja ahí tirada junto a los escombros de cemento? ¿Sería un accidente o simplemente una remodelación del garaje? ¿Existirá esta casa todavía? y si no ¿Por qué la destruyeron?

Posiblemente viva con estas dudas el resto de mis días, ya que los que pudieran aclararlas deben haber pasado a mejor vida. O peor aún, como sucede con las historias que no se pasan y no se cuentan, ya nadie las recuerda.

LA NARIZ DE RAÚL

Ramón Fortuño Sellés y su sobrino Raúl Fortuño Carmona
Ramón Fortuño Sellés y su sobrino Raúl Fortuño Carmona

Andrés Fortuño Ramírez

Ramón Fortuño Sellés fue poeta, articulista y cuentista. También fue alcalde de San Lorenzo y miembro de la Cámara de Representantes en Puerto Rico. En su poemario infantil titulado Hora Santas, publicado en 1927, dedicó muchos poemas a sus hermanos, sobrinos y demás familiares, usando como base historias familiares que lo inspiraban a crear divertidos poemas. El siguiente poema lo escribió para su sobrino Raúl Fortuño Carmona, hijo de su hermano Francisco Fortuño Sellés.

LA NARIZ DE RAÚL: Horas Santas: Poemas infantiles

Mientras jugaba Raúl

en el patio de su casa

con granos que la sirvienta

inexperta le buscaba,

se metió uno en la nariz

y alarmó toda la casa.

El médico fue llamado;

corrieron a la farmacia;

la madre lloraba a mares,

y el padre desesperaba.

y él daba unos alaridos

que a todos desconcertaban.

Llegó el médico por fin

y, usando unas tenazas,

libró al niño del peligro

y restableció la calma.

Desde aquel día, Raúl,

contesta con mucha gracia

de esta manera al papá:

-¿Dime, hijo, en qué es usada

la boca?

-Para comer.

-¿Y los ojos?

-¡Hombre vaya!

Los ojos para mirar.

-¿Y la nariz?

-¡Anda calla!

Pues para meter pepitas

y sacarlas con tenazas.


Ramón Fortuño Sellés

Horas Santas, 1927, p. 167

 

 

Rafael con careta

Ramón Fortuño Sellés (izquierda) y Rafael Fortuño Sellés (derecha)

Andrés Fortuño Ramírez

José Ramón Fortuño Candelas, nieto de Ramon Fortuño Sellés, escribió recientemente una corta narración sobre la vida de su abuelo:

«Un 10 de septiembre de 1889, nació mi abuelo Ramón Nicolás Tomás Agustín Fortuño Sellés, mejor conocido como Monche. No tuve la dicha de conocerlo, pues murió antes de yo nacer, pero siempre estuvo y está presente en nuestra familia.»

«En su juventud trabajó en tiendas familiares, hasta que fundó la suya propia. Ocupó la posición de Alcalde de su pueblo, San Lorenzo en 1919 y en 1920 fue electo Representante a la Cámara, puesto que ocupó hasta 1924.»

«Fue reclutado por don Juan B. Huyke, Comisionado de Instrucción Pública, como su secretario y, como él y con su estímulo, cultivó la poesía infantil. Sus bellos poemas fueron publicados en 1927 en su libro, Horas Santas, y en múltiples periódicos y revistas del país.
 Fue Administrador del Manicomio Insular y del Hospital de Distrito de Ponce, entre otras posiciones.
Monche era hombre de un humor exquisito y amante de su patria y su pueblo, valores que fomentó en su único hijo sobreviviente, mi padre, Carmelo.»

Bajo la corta narración, José Ramón añadió dos poemas escritos por su abuelo Ramón. Uno de ellos titulado, Rafael con careta, que fue escrito para mi abuelo, Rafael Fortuño Sellés,  hermano menor de Ramón. Este poema lo escribió mientras vivian en San Lorenzo, Puerto Rico. El poema salió publicado en su libro Horas Santas, de 1927.

RAFAEL CON CARETA: Horas Santas: Poemas infantiles
 Para el día de San Ramón,
y el de Santa Rosa,
en mi pueblo vestirse
de máscara era moda.
Y en las calle se veían
correr una tras otra
con disfraces horribles
máscaras aterradoras.
Mi hermano Rafael,
les tenía miedo a todas
y en estos días festivos
no salía de la alcoba
temblando cuando oía
de las enormes bocas
de un “diablo” o “vegigante”:
“Vegigante a la boya”
“Cuando el diablo tiene luto”
“La culebra en la loza”.
Pero a pesar del miedo
la idea tentadora
bullía en su alma loca,
de comprar un disfraz.
Y compró una careta
y se la puso a solas
dentro de su habitación;
para ver si le estaba
bien y… ¡Aquí fue Troya!
Se contempló tan feo
que, abriendo la boca, 
comenzó a dar chillidos
y voces estentóreas:
-¡Quítenme la careta;
no quiero que me coma;
-decía a viva voz-
avancen, corran, corran!
Fuimos donde él, corriendo
y bajo las colchas
que cubrían la cama,
parecía una pelota
muriéndose de miedo
a su propia persona.

Ramón Fortuño Sellés
Horas Santas, 1927, p. 271

 

Virginia, Socorro, Estrella e Ismael: Una muerte a destiempo, un alma auxiliadora, una exitosa banquera y un tío alcahuete.

Los Ramírez (de Arellano) Rodriguez
Socorro Ramírez de Fortuño Sellés, Ismael Ramírez Rodriguez con su sobrino Ramón Fortuño Ramírez, Estrella Ramírez Rodriguez.

Por Andrés Fortuño Ramírez

En estas fotografías aparecen, mi abuela paterna, Petra regalada del Socorro (Doña Socorro) , su hermana Nicasia Estrella (Doña Estrella) y su hermano Mauricio Ismael (tío Ismael) junto a mi padre cuando era chico, Ramón Fortuño Ramírez. Ellos tres, junto a una hermana llamada Virginia Blasina, fueron los hijos menores en el matrimonio de Tomás Ramírez Montalvo y Laura Virginia Rodríguez Nazario.

Hace unos cuantos años, cuando comencé a estudiar en la universidad, un día encontré una fotografía de Virginia Blasina en casa de mis padres. Era una mujer hermosa de cabello oscuro, tez blanca y ojos verdes. Utilicé la foto para uno de mis proyectos de arte y luego la traspapelé en alguna gaveta de la casa. La he tratado de encontrar sin éxito alguno. Pero ahora que me he interesado en esto de la genealogía y que conozco más de su historia, seguiré buscando con más ahínco.

Virginia Blasina murió muy joven, solo tenía 18 años de edad. Según nos contó mi abuela, murió a causa de un desamor que la fue debilitando. Quizás sea una versión romántica de los hechos. Pero según nos contaba, un día la vino a enamorar un marinero muy guapo, muy joven y extranjero, que estaba de paso por la Isla. Él la visitaba de vez en cuando, y hasta bien chaperoneados, daban sus paseos por el Viejo San Juan. Pero un día, sin aviso, el hombre zarpó y nunca regresó. Virginia Blasina, al no recibir tan siquiera una carta, desesperó y nunca paró llorar. Tampoco comía o dormía y se fue debilitando. Hasta que un 2 de enero de 1926, murió a las ocho de la mañana en la calle Barcelona #3 en Santurce, a causa de una tisis traquial. Quizás a consecuencia, o a falta de ese último beso.

Doña Socorro, mi abuela, fue una mujer extremadamente elegante, independiente, estricta y servicial. Quizás la muerte temprana de su hermana menor, Virginia, la ayudó a tener una visión más clara de su misión en este mundo. Virginia murió el mismo año en que Socorro se casó con mi abuelo Rafael Fortuño Sellés, en 1926. La madre de ambas había muerto dos años atrás (1924) de una embolia pulmonar.  Justo ese año, Socorro comenzaba a trabajar como taquígrafa.

Luego de la muerte de la madre de Socorro, su padre, Tomás Ramírez, un industrial de centrales azucareras, se mudó a Vieques por asuntos de trabajo. Socorro, aprovechó la situación para comenzar una vida como mujer adulta e independiente, y se quedó trabajando en Santurce, vivía en la Calle del Parque. Situación que no le duró mucho, pues dos años más tarde se casó con mi abuelo, Rafael Fortuño Sellés y comenzó una vida en matrimonio.

Sin embargo, mi abuelo también murió a destiempo, solo tenía 54 años de edad. Tras 30 años de casados, Socorro se veía de nuevo cambiando de realidad.  Desde que murió mi abuelo, mi abuela Socorro se dedicó a trabajar como voluntaria en el Hospital Municipal de Santurce y en el Auxilio Mutuo. Allí cuidaba enfermos, también recogía ancianos abandonados en las calles de San Juan y los ayudaba a buscar hogar. Era una mujer fuerte, decidida y sumamente independiente. Siempre dispuesta a socorrer cualquier persona, hasta de la muerte. 

Doña Estrella, mi tía abuela, era la más práctica de todas. Inclusive, fue la primera mujer gerente de un banco en la Isla, en específico, del Banco Popular de Puerto Rico en el Viejo San Juan. Según me cuenta mi primo Armando, su papá, Francisco Fortuño Ramírez (tío Pancho) la iba a visitar al trabajo para subir a la azotea del edificio y disfrutar de la vista, ya que en esos tiempos era el edificio más alto en toda la Isla. De su vida personal solo tengo vagos recuerdos de sus visitas a casa de mis padres o cuando la visitábamos.

Lo que si recuerdo, es escucharla hablar de uno de sus temas favoritos, sus visitas a familiares en diferentes puntos de la Isla. Entre estos, sus visitas a Lorencita Ramírez de Arellano, la primera esposa de Don Luis A. Ferré, ex gobernador de Puerto Rico. Entre ellas se llamaban primas, pues aunque lejanas, eran primas 5tas. Mi padre Ramón y sus dos hermanos, Rafael y Francisco, varones al fin, siempre la molestaban diciéndole que se dejara de tanta parejería. Los nietos nos reíamos sin siquiera saber qué significaba aquella palabra.

Doña Estrella se casó con Carlos Manuel Cintrón Mercader en 1929 en la ciudad de Nueva York. Luego regresaron a Puerto Rico, donde criaron una hija del primer matrimonio de Don Carlos. Recuerdo vivían en una casa grande en la zona de Isla Verde.

Según cuentan, esa noche de bodas en Nueva York, durante la sesión de fotografías, la cuñada de Don Carlos se acercó a Doña Estrella, y le preguntó que si le prestaba el vestido unos minutos para tomarse una fotografía. La cuñada, aunque casada, no tenía fotos del día de su boda. A lo que Doña Estrella accedió con gusto. El marido de la cuñada ya andaba vestido con etiqueta formal pues era parte del séquito de la boda. Así que aprovecharon la ocasión y revivieron en fotografías el día en que se casaron.

Tío Ismael era el tío preferido de mi papá, Ramón, igual el de sus hermanos, Rafael y Francisco. Cada vez que mi abuelo Rafael viajaba, a veces por varias semanas, a los diferentes pueblos de la isla para proyectos de ingeniería, tío Ismael aprovechaba para alcahuetear a sus sobrinos. Los llevaba a pasear por el viejo San Juan, a comer helado o a ir de tiendas. Según me cuenta mi padre, en una ocasión hasta los matriculó en clases de ballet. Clases que duraron solo unas cuantas sesiones, pues cuando mi abuelo regresó y vio a sus tres hijos en leotardo, practicando en medio de la sala, los sacó inmediatamente de la matrícula.

Tío Ismael era un hombre al que le gustaban las cosas buenas y el buen vestir. La mayoría de sus amistades tenían un alto nivel económico y social. Así que cuando salía con sus sobrinos los obligaba a vestirse de punta en blanco y a comportarse con educación. Todos los que lo conocimos damos fe de que era extremadamente bueno y cariñoso. Dicen que el día de su entierro no había forma de consolar a estos tres sobrinos, quienes lo adoraban.

Socorro, Estrella, Laura Virginia e Ismael fueron hijos legítimos de Tomás Ramírez (de Arellano) Montalvo y Laura Virginia Rodríguez Nazario. Nietos de José Ramírez de Arellano Irizarry y María Loreta Montalvo Tellado. Bisnietos de José Alejandro Ramírez de Arellano Pérez de la Seda y María Olaya Irizarry Montalvo.

Tíos maternos de Doña Socorro Ramírez de Fortuño
En estas dos fotos, los tíos maternos de Virginia, Socorro, Estrella e Ismael Ramírez Rodriguez.  Don Felipe Rodriguez Nazario y Doña Manuela Rodriguez Nazario. Ambos hermanos de su madre Laura Virginia.

Fortuño al servicio público: De izquierda, de derecha y hasta del mero centro

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Arriba: Ramón Fortuño Sellés y Luis Fortuño Burset. Abajo: Jaime Fortuño La Roche, José Fortuño Ferrús, Raúl Fortuño Carmona.

Por Andrés Fortuño Ramírez

Los Fortuño son personas de armas tomadas, literalmente. Ya sea en la guerra, en la medicina o en la artes, no han sido personas de sentarse a esperar que las cosas sucedan. Desde aquellos que lucharon en España en las Guerras Carlistas a favor de Isabel II, hasta los descendientes que han participado de forma activa en el servicio público, social, militar o político de su época. Entre estos las posturas han sido sumamente variadas, desde conservadoras y capitalistas, hasta liberales y socialistas.

En este escrito hago mayor referencia a los Fortuño en Puerto Rico. También a los descendientes en Chile, México y los EE.UU., quienes compartimos una misma ascendencia que comienza en Cataluña, España. Todos somos descendientes del capitán Tomás Agustín Fortuño Mauricio, militar catalán, condecorado por Isabel II de España por sus victorias durante la Primera Guerra Carlista a principios del siglo diecinueve (1833-1840). Sus méritos le ganaron la Cruz Laureada de primera clase de la Real Orden Militar de San Fernando.

Entre los hijos de Tomás Agustin se encuentra mi tatarabuelo, José Domingo Fortuño Ferrús. Este también fue un victorioso capitán a favor de los Isabelinos liberales, pero en la Tercera Guerra Carlista (1872-1876). Originalmente emigró a Puerto Rico bajo el puesto de asistente del entonces Capitán General de la Isla, Juan Prim Prats. Luego se hizo comerciante y más tarde militar. También ocupó varios puestos políticos en su pueblo natal, Benisanet, en Cataluña.

Los hermanos de José Domingo, Jaime y Baltasar Fortuño Ferrús, ambos médicos cirujanos, también trabajaron y colaboraron con el gobierno en Puerto Rico. Estos sirvieron como médicos, síndicos y catedráticos al servicio público, en varias juntas gubernamentales relacionadas al gremio.

Luego de hacer una vida en Puerto Rico, Baltasar regresó a España y se estableció en Barcelona, lugar donde muchos años atrás, junto a su hermano Jaime, obtuvo sus grados en medicina.  En honor a su pueblo natal, Baltasar mandó a construir un hospital el cual donó al pueblo de Benissanet. El hospital tenía como propósito dar servicios a personas pobres o de bajos recursos. El edificio aún conserva una tarja que dice: Para el pueblo de Benissanet, D. Baltasar Fortuño.

Dicho esto no ha de extrañar, que muchos de los descendientes de estos tres hermanos, buscaran involucrarse en los diversos aspectos sociales, públicos, militares y políticos de sus tiempos.

Entre los servidores públicos más recientes se encuentra Luis G. Fortuño Burset, tataranieto de Jaime Fortuño Ferrús.  Luis pertenece al partido republicano en los EE.UU. y  ocupó varios puestos gubernamentales en Puerto Rico al mando del Partido Nuevo Progresista. Primero como director del Departamento de Turismo, luego como Comisionado Residente en Washington y eventualmente como gobernador electo en 2008.  El padre de Luis, Luis E. Fortuño Moscoso DDS, fue capitán del ejército de los Estados Unidos sirviendo en el 101 Airborn en Kentucky.

También se encuentra Jaime Fortuño La Roche,  hijo de José Domingo Fortuño Ferrús, quien emigró desde Puerto Rico a Chile, donde sirvió como gobernador del Departamento de Melipilla (antigua división territorial de Chile que pertenecía a la Provincia de Santiago) durante la presidencia de Pedro Aguirre Cerda (radical / 1938-1941) quien murió aún siendo presidente.  Jaime fue juez de la Subdelegación y juez de la Alzada del Trabajo. Fue redactor en el periódico La Ley y trabajó en la redacción de las Leyes del Trabajo de la república chilena. También sirvió como elector presidencial, militando siempre en partidos con ideas de avanzada.

El sobrino de Jaime, José Emilio Fortuño La Roche (Quien lleva los apellidos de la madre, Isabel, hermana de Jaime) nació en Puerto Rico, pero se mudó a Chile donde se convirtió en un gran empresario. Aunque no militó en asuntos políticos, apadrinó varias causas benéficas en este país. También ofreció sus servicios a todo puertorriqueño que quisiera aventurarse a emigrar a Chile, ayudándolos a conseguir trabajo y vivienda.

Otro político destacado en Puerto Rico fue mi tío abuelo, Ramón Fortuño Sellés. Este fue alcalde de San Lorenzo. También fue miembro de la Cámara de Representantes. Aparte de político, escribía cuentos, era articulista y poeta.

Su padre, mi bisabuelo, Agustín Fortuño La Roche, también trabajó con el gobierno de la Isla bajo el puesto de tenedor de libros (contador público) en la Oficina del Tesorero y estuvo a cargo de varios municipios en la Junta de Valoración de la Propiedad bajo el nuevo gobierno militar norteamericano a principios del siglo XX.

Algunos de los descendientes de Agustín en Puerto Rico formaron parte de las Fuerzas Armadas de los EE.UU. Entre estos están Francisco Fortuño Ramírez,  Raúl Fortuño Carmona, José Joaquín Fortuño Ramos, Athos Wallace Morales Fortuño, Nora Ilsa Morales, Juan Enrique Morales Fortuño, Waldemar Ramon Morales Fortuño, Luis Ramón Ramirez Fortuño y José Esterás Fortuño.

Otro Fortuño destacado en el ámbito social y político es Carlos Fortuño Candelas, uno de los líderes del movimiento socialista en Puerto Rico. Carlos es miembro activo del MST (Movimiento Socialista de Trabajadores) y se ha dedicado a defender los intereses de los sectores oprimidos y sus causas. Junto a su hermano José Ramón, ambos fueron líderes de importantes movimientos y marchas para la década del 70 en pro de los derechos estudiantiles en la Universidad de Puerto Rico. Por los últimos seis años Carlos fue director de prensa de la Federación de Maestros de Puerto Rico.

Entre las historias de liderazgo más interesantes está la de  Baltasar Fortuño La Roche, quien luego de un terrible huracán perdió sus cosechas y se vio forzado a emigrar desde Puerto Rico hacia la isla de Hawaii a principios del SXX. En su camino, este lideró un motín a bordo del buque Keauhou, cuchilla en mano, en el que salió victorioso consiguiendo justicia para los cientos de pasajeros que allí viajaban.

Baltasar fue el padre de Luis Fortuño Janeiro, líder político, cívico y social, también líder obrero e industrial. Luis fue candidato a la alcaldía de Ponce y dueño de la conocida Imprenta Fortuño en este pueblo. Junto a su hija Ruth Fortuño de Calzada y a su primo Ramón Fortuño Sellés, este recopiló información y publicó varios libros, entre estos el Album Histórico de Ponce (1692-1963), Laureles Póstumos: Antonio R. Barceló y Un hombre de Paz: Franklin D. Roosevelt. También fue uno de los fundadores del semanario socialista El Obrero de Ponce.

Hubo Fortuños en otras áreas del sector público. Entre estos debo mencionar a otro de los hermanos de mi abuelo, Francisco Fortuño Sellés, que trabajó por años como ingeniero civil para el gobierno del ELA (Estado Libre Asociado) en Puerto Rico durante la administración de Luis Muñoz Marín, primer gobernador electo por el pueblo en 1948. Entre otros proyectos, Francisco estuvo a cargo de la construcción del histórico puente Martín Peña en Hato Rey junto al arquitecto, Luis Fernando Piña.

En esta industria también se encuentra Francisco Ramón Fortuño Agneli en México, quien sirvió como Jefe de Puentes y Caminos de Ciudad Juárez en Chihuahua. Francisco Ramón nació en Ciudad de México y es hijo de Francisco Fortuño La Roche, que emigró a este país desde Puerto Rico.

Salvador Ferreras Acevedo,  hijo de Joaquin Ferreras Fortuño y nieto de Emilia Fortuño Larroche, fue director de las oficinas del gobierno de Puerto Rico en Chicago en la década de 1960. Salvador aparece en varias fotografías junto a don Luis Muñoz Marín, gobernador de Puerto Rico y doña Felisa Rincón de Gautier, alcaldesa de San Juan, quienes visitaban las oficinas en Chicago a menudo.

Otra figura importante es Juan Morales Fortuño, pionero y precursor del Movimiento Cooperativo puertorriqueño. Juan fue candidato a la alcaldía de Guaynabo por el partido independentista en la década de 1960. También fue cofundador de la Cooperativa de Seguros de Vida, COSVI.  Juan escribió varios de los discursos del entonces gobernador Luis Muñoz Marín.

Algunas damas Fortuño también estuvieron al servicio público, como es el caso de Nora Morales Fortuño (hermana de Juan Morales Fortuño) quien trabajó en el Palacio de Santa Catalina o la Fortaleza, entre los años 1955 al 1961 durante la gobernación del primer gobernador electo por el pueblo en Puerto Rico, don Luis Muñoz Marín. Sus dos hermanas Dolly y Awilda, también ocuparon puestos de confianza durante el mismo gobierno.

Awilda Morales Fortuño, fue una mujer vanguardista, visionaria, abogada de profesión y enteramente dedicada a su gran labor profesional y filantrópica. Fue presidenta de la Junta de Directores de la Sociedad Americana Contra el Cáncer de Puerto Rico, y la segunda recipiente y única mujer reconocida por el American Cancer Society con el St George Medal – el galardón más importante otorgado a un voluntario a nivel nacional en los Estados Unidos. También se destacó en el campo de las leyes laborales a nivel federal y en Puerto Rico. Junto a Raymon Compton, fundó la Asociación de Profesionales de Relaciones Laborales en la isla.

Doña Socorro Ramírez, mi abuela paterna, sirvió por años como voluntaria en el Hospital Municipal de San Juan en Puerto Rico. Allí trabajó arduamente rescatando de las calles ancianos abandonados y personas sin familia. Esta les conseguía servicios médicos, alimentos y hogar con ayuda del gobierno y fondos privados.

Hoy en día los Fortuño siguen abriéndose camino en el servicio público, como es el caso de Matías Fortuño Sierralta, quien se postuló recientemente para el puesto de Consejal de la Quinta Normal en Santiago de Chile,  Roberto Lefranc Fortuño, legislador electo para el municipio de Guaynabo en Puerto Rico por el Partido Nuevo Progresista (2016) y Fernando Fortuño, quien aspiró a la alcaldía de Río Grande por el Partido Independentista en las elecciones de 2020.

Para aportar nueva información o conectar con los descendientes, puede entrar en la página Familia Fortuño en Facebook.

Las damas Fortuño y la moda

Las damas Fortuño siempre estarán de moda, para muestra basta un botón. Aquí algunos estilos del pasado en la pasarela Fortuñística.

Jaime Fortuño Ferrús en la Gaceta de PR

Por José Ramón Fortuño Candelas

Jaime Fortuño Ferrús y Belly Fortuño Nogueras
Don Jaime Fortuño Ferrús y su hija, Doña Belly Fortuño Nogueras, Puerto Rico

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Jaime Fortuño Ferrús en la Gaceta de Puerto Rico

Relación de gastos de los donativos recibidos por la Junta de Beneficencia de Cayey para remediar las necesidades creadas por el huracán del 29 de octubre de 1867.  

La Gaceta de Puerto Rico, Año 1868, Núm. 32, p. 1, 14 de marzo de 1868. En relación de médicos cuyos gastos de viajes deben ser satisfechos por los municipios. Aibonito, 36 pesos.

La Gaceta de Puerto Rico, Año 1868, Núm. 102, p. 1, 25 de agosto de 1868. Relación de donativos para socorrer a las clases menesterosas.

En este listado también aparece dando un donativo su esposa Eduvigis Nogueras de Fortuño. La Gaceta de Puerto Rico, Año 1869, Núm. 50, p. 1, 27 de abril de 1869

Relación de donativos para erigir un sencillo monumento conmemorativo de la batalla de Alcolea y socorrer a las infortunadas familias de los que en ella murieron. La Gaceta de Puerto Rico, Año 1870, Núm. 22, p. 3,  22 de febrero de 1870

Relación de contribuciones para la creación de la Guardia Civil. La Gaceta de Puerto Rico, Año 1870, Núm. 78, p. 1, 30 de junio de 1870

Relación de individuos que se han suscrito para socorrer a las familias indigentes de la Ciudad de Point-a-Pitre, con motivo del incendio ocurrido en dicha Capital. Cayey, 50 centavos La Gaceta de Puerto Rico, Año 1871, Núm. 109, p. 1, 12 de septiembre de 1871

Relación de donativos para construir un homenaje al general Baldomero Espartero en la ciudad de Logroño. La Gaceta de Puerto Rico, Año 1872, Núm. 19, p. 1, 13 de febrero de 1872

Firma junto a otros contribuyentes de Cayey una declaración del Ayuntamiento en repudio al atentado contra Su Majestad el 21 de julio de 1972. La Gaceta de Puerto Rico, Año 1872, Núm. 96, p. 3, 8 de agosto de 1872

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Jaime Fortuño Ferrús en la Gaceta de Puerto Rico

El Ayuntamiento de Cayey anuncia que elimina la partida de Médico Titular de su presupuesto, por haberse ofrecido desempeñar la plaza gratuitamente… don Jaime Fortuño y se pagará solamente un practicante por los cuatro meses que faltan de dicho presupuesto.  Se anuncia la plaza para ocuparse.   La Gaceta de Puerto Rico, Año 1874, Núm. 35, p. 4, 21 de marzo de 1874

Ídem. La Gaceta de Puerto Rico, Año 1874, Núm. 31, p. 4, 12 de marzo de 1874 

Aparece como Síndico del Ayuntamiento de Cayey. Se anuncia una disminución ordenada en ciertos impuestos. La Gaceta de Puerto Rico, Año 1874, Núm. 117, p. 4, 29 de septiembre de 1874

Aparece como Síndico del Ayuntamiento de Cayey. Anuncio de tipo administrativo. La Gaceta de Puerto Rico, Año 1875, Núm. 21, p. 4, 18 de febrero de 1875

Aparece como Síndico del Ayuntamiento de Cayey. Se anuncia que se extiende la disminución en impuestos. La Gaceta de Puerto Rico, Año 1875, Núm. 87, p. 4, 22 de julio de 1875

Como Síndico del Ayuntamiento de Cayey.  Se expresa el regocijo porque se ha aprobado la construcción del trozo de la Carretera Central que corresponde a Cayey. La Gaceta de Puerto Rico, Año 1875, Núm. 93, p. 4, 5 de agosto de 1875

Junto a otros contribuyentes firma una declaración del Ayuntamiento de Cayey celebrando la construcción de la línea telegráfica a Caguas.  La Gaceta de Puerto Rico, Año 1875, Núm. 107, p. 1, 7 de septiembre de 1875

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Jaime Fortuño Ferrús en la Gaceta de Puerto Rico

Relación parcial de suscripción para socorro de las desgracias ocasionadas por el huracán de San Felipe Pueblo de Cayey, Síndico Jaime Fortuño, 1 peso. La Gaceta de Puerto Rico, Año 1876, Núm. 156, p. 2, 28 de diciembre de 1876

JFF 4
Jaime Fortuño Ferrús en la Gaceta de Puerto Rico

Se notifica que se ha admitido la renuncia a la plaza de médico titular de Cayey, “a consecuencia de tener que ausentarse para la Península por el mal estado de su salud”.  La Gaceta de Puerto Rico, Año 1877, Núm. 156, p. 3, 19 de junio de 1877

Aparece como Juez de Paz de Cayey. La Gaceta de Puerto Rico, Año 1878, Núm. 151, p. 3, 17 de diciembre de 1878

En listado de electores que participaron, para Diputado a Cortes. La Gaceta de Puerto Rico, Año 1879, Núm. 55, p. 3, 8 de mayo de 1879

Acuerdo del Ayuntamiento para trasladar el dinero del mismo a la casa de don Jaime Fortuño y don Juan José Nogueras, su suegro, por no tenerse confianza en la seguridad donde están en ese momento. La Gaceta de Puerto Rico, Año 1881, Núm. 104, p. 8, 30 de agosto de 1881

Listado de electores para Diputado a Cortes La Gaceta de Puerto Rico, Año 1881, Núm. 112, p. 10, 17 de septiembre de 1881

Listado de electores, Provincia de Puerto Rico, Pueblo de Cayey. La Gaceta de Puerto Rico, Año 1882, Núm. 40, p. 2, 4 de abril de 1882

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Jaime Fortuño Ferrús en la Gaceta de Puerto Rico

Se anuncia que desapareció un caballo de Jaime Fortuño.  En su lugar apareció otro. La Gaceta de Puerto Rico, Año 1882, Núm. 82, p. 7, 4 de julio de 1882

Aparece identificado como Juez Municipal de Cayey, en listado de jueces por pueblo. La Gaceta de Puerto Rico, Año 1882, Núm. 150, p. 4, 16 de diciembre de 1882

En listado de contribuyentes con derecho a ser compromisarios de senadores en Ayuntamiento de Cayey a 26 de enero de 1883 La Gaceta de Puerto Rico, Año 1883, Núm. 18, p. 6, 10 de febrero de 1883

Elector en Censo Electoral para Diputados a Cortes, Provincia de Puerto Rico, Distrito de Guayama, Sección de Cayey.  La Gaceta de Puerto Rico, Año 1883, Núm. 32, p. 10, 15 de marzo de 1883

Extracto de acuerdos tomados en Diciembre anterior (1882) por el Ayuntamiento de Cayey.  Se le tomó juramento a Jaime Fortuño como Juez Municipal.  La Gaceta de Puerto Rico, Año 1883, Núm. 137, p. 8, 15 de noviembre de 1883

En listado de contribuyentes con derecho a ser electores de compromisarios de senadores en Ayuntamiento de Cayey a 27 de diciembre de 1886. La Gaceta de Puerto Rico, Año 1884, Núm. 27, p. 6, 1 de marzo de 1884

En listado de contribuyentes con derecho a ser electores de compromisarios de senadores en Ayuntamiento de Cayey a 4 de febrero de 1885.  La Gaceta de Puerto Rico, Año 1885, Núm. 19, p. 6, 12 de febrero de 1885.

Elector en Censo Electoral para Diputados a Cortes, Provincia de Puerto Rico, Distrito de Guayama, Sección de Cayey.  La Gaceta de Puerto Rico, Año 1885, Núm. 25, p. 7, 26 de febrero de 1885

En listado de contribuyentes con derecho a ser electores de compromisarios de senadores en Ayuntamiento de Cayey a 2 de enero de 1886.  La Gaceta de Puerto Rico, Año 1886, Núm. 6, p. 6, 14 de enero de 1886

En listado de contribuyentes con derecho a ser electores de compromisarios de senadores en Ayuntamiento de Cayey a 27 de diciembre de 1886.  La Gaceta de Puerto Rico, Año 1887, Núm. 16, p. 6, 5 de febrero de 1887

En relación de gastos del pueblo de Cidra, se asigna pago  a médico contratado, meses de julio y agosto.  La Gaceta de Puerto Rico, Año 1887, Núm. 144, p. 7, 1 de diciembre de 1887

En censo electoral para Diputado a Cortes, Cayey.  La Gaceta de Puerto Rico, Año 1888, Núm. 17, p. 7, 9 de febrero de 1888

Listado publicado por la Fiscalía de la Real Audiencia, individuos nombrados como fiscales para actuar en los juzgados municipales.  Cayey, fiscal electo.  La Gaceta de Puerto Rico, Año 1888, Núm. 71, p. 5, 14 de junio de 1888

En listado de contribuyentes con derecho a ser electores de compromisarios de senadores en Ayuntamiento de Cayey.  La Gaceta de Puerto Rico, Año 1890, Núm. 20, p. 7, 15 de febrero de 1890

En listado de contribuyentes con derecho a ser electores de compromisarios de senadores en Ayuntamiento de Cayey.  La Gaceta de Puerto Rico, Año 1891, Núm. 36, p. 7, 24 de marzo de 1891

JFF 6
Jaime Fortuño Ferrús en la Gaceta de Puerto Rico

Se le cita por edicto para resolver un caso de colindancia en Santurce.   La Gaceta de Puerto Rico, Año 1891, Núm. 111, p. 6, 15 de septiembre de 1891

En listado de contribuyentes con derecho a ser electores de compromisarios de senadores en Ayuntamiento de Cayey.  La Gaceta de Puerto Rico, Año 1892, Núm. 29, p. 6, 8 de marzo de 1892

JFF 7
Jaime Fortuño Ferrús en la Gaceta de Puerto Rico

Se le cita por edicto como testigo en la causa criminal que se sigue contra don Gabriel Galiñanes y otros por falsificación y estafa.  Gaceta de Puerto Rico, Año 1893, Núm. 24, p. 2, 4 de marzo de 1893

En actas del Ayuntamiento de Cayey se deja constar que Jaime Fortuño y otros dos caballeros sometieron un escrito dejando claro que no estaban conformes con los 12 pesos que se les pagaron por su trabajo en el censo electoral.  Gaceta de Puerto Rico, Año 1898, Núm. 104, p. 3, 3 de mayo de 1898

Junta de Sanidad de San Juan, Relación de los médicos cuyos títulos aparecen registrados en los libros correspondientes a la extinguida Subdelegación y Cirugía de Puerto Rico, desde el año de 1846, hasta el de 1897.

Jaime Fortuño y Ferrús Título: Licenciado, Barcelona, 10 de diciembre de 1860.  La Gaceta de Puerto Rico, Año 1899, Núm. 272, p. 2, 17 de noviembre de 1899

JFF 8
Jaime Fortuño Ferrús en la Gaceta de Puerto Rico

Publica edicto firmado por Jaime Fortuño como Juez de Paz de Cayey.  Para la búsqueda y captura de un fugitivo. Se repite en 23 de enero, y sale firmado por Jaime Fortuño Nogueras. Gaceta de Puerto Rico, Año 1900, Núm. 17, p. 3, 21 de enero de 1900

JFF 9
Jaime Fortuño Ferrús en la Gaceta de Puerto Rico

Gaceta de Puerto Rico, Año 1902, Núm. 52, p. 2, 4 de marzo de 1902

JFF 10
Jaime Fortuño Ferrús en la Gaceta de Puerto Rico

La Gaceta de Puerto Rico, Año 1886, Núm. 37, p. 6, 27 de marzo de 1886

Ídem: La Gaceta de Puerto Rico, Año 1886, Núm. 42, p. 2, 8 de abril de 1886

Ídem: La Gaceta de Puerto Rico, Año 1886, Núm. 47, p. 6, 19 de abril de 1886

JFF 11
Jaime Fortuño Ferrús en la Gaceta de Puerto Rico

La Gaceta de Puerto Rico, Año 1886, Núm. 63, p. 6, 27 de mayo de 1886

Ídem: La Gaceta de Puerto Rico, Año 1886, Núm. 67, p. 6, 29 de mayo de 1886

Ídem: La Gaceta de Puerto Rico, Año 1886, Núm. 68, p. 5, 1 de junio de 1886

Andrés y Amelia: un erudito universitario y su musa orocoveña

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Arriba: Aún jóvenes, Andrés Ramírez Rivera y Amelia Colón Meléndez. Abajo izquierda: Andrés y Amelia en la boda de su hija. Abajo derecha: Homenaje a Andrés en el Mayagüez Hilton. 

Andrés Fortuño Ramírez

Mis abuelos maternos nacieron en Puerto Rico a principios del siglo XX. Mi abuelo fue Andrés Israel Ramírez Rivera, nació en Mayagüez en 1906.  Mi abuela, Amelia Colón Meléndez, nació en Orocovis en 1910.  Como dato curioso les cuento que mi abuela paterna, Socorro Ramírez de Fortuño Sellés, también nació en Mayagüez, y era prima quinta de mi abuelo, Andrés. Sus respectivos tras-tatarabuelos, Andrés y Esteban Ramírez de Arellano de Lugo y Sotomayor, eran hermanos.

Don Andrés, por quien llevo mi nombre, fue ingeniero agrónomo y profesor de esta materia en la Universidad de Puerto Rico en el recinto de Mayagüez. También fue director del Departamento de Intercambio de Estudiantes de dicha universidad.

Luego de casarse en Orocovis un 10 de febrero de 1934, Andrés y Amelia se fueron a vivir a en Mayagüez, lugar donde criaron a sus tres hijos. Según mi madre, una de las casas que más disfrutó quedaba en el centro del pueblo en la calle Peral.  Para esa época ella cantaba en el coro de la catedral y una de sus vecinas tocaba el piano, así que solían reunirse a menudo para divertirse interpretando canciones.

De los tres hijos mi madre fue la mayor, a quien llamaron Milagros. Luego de graduarse de la Universidad de Puerto Rico, mi madre se casó con mi padre, Ramón Oscar, un sanjuanero que llegó a Mayagüez a estudiar ingeniería civil.  La boda fue en la catedral mayagüezana con recepción en el antiguo Casino. El bizcocho lo confeccionó don Tito Urrutia y el traje de novias doña ‘Chefa’ Gitany, la modista de moda del pueblo. 

A mi madre le siguieron dos hermanos varones, también ingenieros civiles. Al primero lo llamaron Andrés como su padre y al segundo le pusieron Rubén, en honor al padre del conocido político independentista Rubén Berríos, quien estaba entre los mejores amigos de mi abuelo.  Mi madre contaba con una decena de primas con quienes entretenerse. 

Para esos tiempos sus tíos Don Paco y Doña Ana, vivían en una casa de esquina frente a la plaza del pueblo. La casa quedaba en los altos de una conocida tienda de zapatos llamada La Gloria. Allí solían reunirse todos para fisgonear lo que acontecía en aquella plaza. El balcón se convertía en palco cuando llegaban las fiestas patronales, ya que desde allí podían disfrutar de los eventos y de la música en vivo.

Mi abuelo Andrés, fue Grand Master de la respetable Logia Adelfia de Libres Masones de Puerto Rico. Los que según ellos describen, se rigen por “un sistema de conducta ético donde se aprende a dominar los vicios, las pasiones, las ambiciones, el odio y los deseos de venganza que oprimen a la humanidad” y a quienes se les exige un espíritu filantrópico. Quien haya conocido a mi abuelo materno, de seguro puede dar fe de que este llevaba a cabalidad el espíritu de la masonería.

Mi abuelo era muy sencillo y práctico. Nunca manejó o compró automóviles. Sin embargo, como en esos tiempos a los profesores con cierto prestigio académico la universidad les proveía auto y chofer, mis abuelos nunca tuvieron problemas para moverse de un lado al otro. 

Mi abuelo siempre vestía muy sobrio, de traje entero, chaqueta gris, negra o marrón, corbatas en los mismos colores  y camisas blancas de manga larga. Aún dentro de su propia casa, se le veía con pantalón de vestir y manga larga.

Don Andrés también fue miembro del Casino de Mayagüez. No porque fuera fiestero, sino porque era prácticamente una exigencia social en aquellos tiempos. Lo que para mi madre fue una bendición, pues las fiestas y actividades del Casino eran parte de sus salidas de fin de semana.

Mi abuelo era muy disciplinado con su vida, sin embargo tenía un enorme corazón y era extremadamente dadivoso con todo lo que tenía y sabía. Una de las cosas que más disfrutaba era trabajar en los pueblos de las montañas, donde aprovechaba para educar a los campesinos.

Este daba viajes al centro de la isla y se reunía con los agricultores de los diferentes pueblos, para compartir conocimientos sobre agricultura y agrimensura, sobre todo durante la Reconstrucción de Puerto Rico en 1935.   También aprovechaba estas visitas al campo para distraerse. En ocasiones recogía a los campesinos en una guagua del colegio y los llevaba a ver el mar, para muchos por primera vez.

En esa época muchas carreteras del campo eran bastante rudimentarias y no todo el mundo tenía un auto, por lo que muchas personas nunca habían salido de su pueblo y menos llegado hasta la costa. Según nos contaba mi abuelo, los campesinos quedaban súper impresionados con la amplitud y el color del mar, lo describían como “la plantación de batatas más grande que jamás hubieran visto”.

En uno de sus viajes de trabajo Andrés conoció a Amelia. En la familia de mi abuela casi todos eran agricultores. Su abuelo, Don Melitón Colón Meléndez, era dueño de 38 cuerdas de terreno en el barrio Botijas de Orocovis. Tierras que se comenzaron a labrar y a trabajar en 1884.

Ahí se cultivaban quintales de café, batatas, papas, yautías, plátanos, guineos, habichuelas y maíz. En la finca también había vacas, caballos, novillas, cerdos y gallinas. La finca producía más de 1,800 litros de leche al año y una enorme cantidad de huevos. También contaba con enormes zonas de pasto las que se alquilaban para que los animales de fincas vecinas vinieran a pastar.

Las mujeres en la familia Colón eran mayormente amas de casa o trabajaban con el sistema escolar de la zona. Una de sus primas llamada Elba Colón, fue una reconocida educadora en Orocovis. Esto aparece documentado en el blog: The education of Levy Miller (Barrio Botijas, 1969).

Mi abuela Amelia fue una mujer muy sencilla y reservada, le encantaba la música, tejer, bordar y hornear deliciosas comidas. Tenía una voz melodiosa y cantaba muy bonito. Amelia fue para nosotros una típica abuela,  cariñosa, muy privada con su vida, pero siempre dispuesta a escuchar.

Una vez mi abuelo se retiró, la universidad le hizo un merecido homenaje en el Mayagüez Hilton. Allí asistieron profesores, el rector de la universidad, compañeros de masonería y otros personajes del pueblo. Poco tiempo después mis abuelos se mudaron a San Juan para estar cerca de sus hijos y nosotros, los nietos.

Para nosotros fue fantástico tenerlos tan cerca. Mis abuelos tenían plantados en el patio algunos árboles frutales, así que cuando los visitábamos siempre corríamos al patio. Ahí buscábamos guayabas, acerolas, guineos y toronjas. Mis abuelos siempre estaban pendientes de nosotros y de cualquier cosa que pudiéramos necesitar. Los disfrutamos durante toda nuestra niñez y adolescencia.

Andrés y Amelia vivieron largas vidas. De más está decir que siempre serán parte de nuestros mejores recuerdos.

Andrés Ramírez Rivera y Amelia Colón Colón
Mis abuelos maternos en diferentes épocas, Andrés y Amelia. 

 

Andrés Israel Ramirez (de Arellano) Rivera
Andrés Israel Ramírez Rivera. Graduación de la Escuela Superior de Mayagüez, 1928.

 

Andrés Ramírez Rivera
Publicación de la Universidad de Puerto Rico 1945. Andrés Ramírez Rivera, mi abuelo materno.

Abajo el certificado de bautismo (1856) de José Bonifacio Ramírez de Arellano, mi bisabuelo materno y padre de mi abuelo, Andrés Ramírez Rivera. José Bonifacio fue hijo de Don Pascual Ramírez de Arellano y Doña María de Jesús Camacho Villanueva, ambos de Cabo Rojo, Puerto Rico. Los padrinos fueron Don Benito Segarra y Doña Ramona Padilla. Certifican el bautizo Don Vicente Martínez Valdez y Don Carlos Jofre de la parroquia San Miguel en ese pueblo.

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Amelia Colón Meléndez
Amelia Colón Meléndez
Andrés Ramírez Rivera (segundo de izquierda a derecha) presidente de la directiva de su clase 1925, Mayagüez Hight School, Puerto Rico.

Don Agustín Fortuño La Roche

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Agustín Fortuño La Roche y Familia (arriba). Agustín Fortuño La Roche (abajo). Certificado de defunción de Agustín (centro). Justina Sellés Aponte de Fortuño (derecha).

Por Andrés Fortuño Ramírez

Don Agustín Fortuño La Roche, mi bisabuelo paterno, nació en 1861 en St. Thomas, una isla caribeña que para esos tiempos pertenecía a Dinamarca. Fue uno de 8 hermanos nacidos entre las islas de St. Thomas y Puerto Rico.

Su padre fue Don José Domingo Fortuño Ferrús, un militar, político y comerciante catalán que emigró a Puerto Rico a mitad del S.XIX bajo el cargo de asistente del entonces Capitán General de la isla, Juan Prim Prats. Su madre fue Carolina La Roche Grant, una mujer francesa de Normandía residente en St.Thomas.

Cuando Agustín tenía 11 años estalló la tercera Guerra Carlista en España(1872-1876). Razón por la que su padre José regresó a su tierra natal, donde sirvió primero como subteniente y luego como capitán a favor de los Isabelinos liberales en defensa de la zona del Ebro. Don José fue un destacado militar igual que su padre, Tomás Agustín.

Don Tomás Agustín Fortuño Mauricio, también luchó en este conflicto entre liberales y conservadores, pero décadas antes durante la primera Guerra Carlista (1833-1840).  También luchó a favor de los Isabelinos. Tomás Agustín fue un laureado capitán durante esta primera guerra.

Aún con esta fuerte ascendencia, Agustín Fortuño La Roche no entró en el gremio militar. Vivió la mayor parte de su vida en Puerto Rico, donde trabajó en puestos civiles, mayormente en los pueblos San Lorenzo y Juncos. Esto se evidencia en  varias noticias impresas en antiguos ejemplares de La Gaceta de Puerto Rico, el periódico oficial del gobierno.

Agustín fue un industrial, comerciante, escribiente y tenedor de libros, tanto para la industria privada como para el gobierno. También recibió varios nombramientos del gobierno para trabajar en las diferentes juntas establecidas por el nuevo régimen norteamericano en la Isla, luego de la Guerra Hispanoamericana (1898).

Agustín contrajo matrimonio en dos ocasiones. La primera vez con Justina Sellés Aponte, con quien tuvo 8 hijos. La segunda con Carmen Aponte Ramírez, luego de la muerte de Justina, con quien tuvo 12 hijos más. Ambas esposas eran primas hermanas, así que se mantuvieron muy juntas las familias.

En los ejemplares de La Gaceta de Puerto Rico donde mencionan a Agustín, hay notas muy variadas. Entre estas una de 1875, donde aparece entre un listado de donantes para ayudar a los damnificados de un fuego en el pueblo de Juncos, que dejó a varias familias sin hogar. Otra de 1888 donde dice que se le está prestando el Salón de la Casa Consistorial para efectuar un baile.

Agustín vuelve a aparecer en varios ejemplares entre los años 1888-1891, donde se habla de ciertos terrenos que se le cedieron para la construcción de casas. Luego en 1891 se hace mención de una subasta pública de «una casa terrera hecha con maderas del país y extranjeras y techada de tejas de barro”, propiedad de Agustín, para el pago de una deuda.

En 1899 aparece impreso su nombramiento como vocal y secretario en la Junta Insular de Instrucción para el pueblo de Barranquitas. Junta que fue creada por el General George Whitefield Davis, último gobernador militar en la Isla, con el propósito de establecer el nuevo sistema de enseñanza norteamericano, la creación de nuevas escuelas y la expansión de la educación en la Isla.

En 1901 Agustín reaparece en La Gaceta de Puerto Rico, esta vez bajo un nuevo nombramiento en la Junta de Revisión de Valoración de la Propiedad, bajo la Oficina del Tesorero de Puerto Rico. Aparece a cargo de los pueblos Gurabo, Juncos y San Lorenzo.

Agustín tuvo una vida bastante activa y vivió hasta los 62 años (1861-1923).

De los hermanos de Agustín, sabemos que algunos se fueron a México y otros a Chile debido a las circunstancias que atravesaba Puerto Rico a fines del S.XIX. Entre estos, Jaime Fortuño La Roche, quien fue gobernador de Melipilla en Chile. Otros hermanos se quedaron en Puerto Rico, entre los que vale la pena mencionar a Baltazar Fortuño La Roche quien se fue a Hawaii a hacer fortuna y luego regresó a Puerto Rico.

Los hijos de Agustín hicieron de Puerto Rico su residencia permanente, incluyendo a mi abuelo paterno, Rafael Fortuño Sellés, ingeniero civil.  También Ruth Fortuño Sellés, historiadora y filósofa en Ponce, Francisco Fortuño Sellés, ingeniero durante el gobierno de Luis Muñoz Marín en San Juan y Ramón Fortuño Sellés, poeta, cuentista, articulista, miembro de la cámara de representantes y alcalde de San Lorenzo.

De Puerto Rico a México, una controversia familiar casi resuelta

 

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La Gaceta de Puerto Rico

Por José Ramón Fortuño Candelas

Los José Fortuño en La Gaceta de Puerto Rico. (2)

Este es el segundo artículo basado en las referencias a «José Fortuño» encontradas en La Gaceta de Puerto Rico. La Gaceta era el periódico oficial del gobierno de Puerto Rico y  estuvo publicándose desde 1806 hasta el 1901.  El índice preparado por la Biblioteca del Congreso cubre los años de 1836 a 1922. En este artículo nos concentramos en José Domingo Fortuño Larroche.

El índice se encuentra en http://chroniclingamerica.loc.gov/.  

El segundo José Fortuño que aparece en La Gaceta es José Domingo Fortuño Larroche, hijo del primero, José Domingo Ferrús cuyo artículo puede ser leído aquí.

José Domingo Fortuño Larroche

José nació en 1862 en Saint Thomas.  En los documentos de su madre, Carolina Larroche y Grant, se usan indistintamente los apellidos Larroche, La Roche, Laroche y Grant o Grand.  Además, aparecen en distinto orden.  Estas discrepancias se reflejan en los hijos, a veces identificados como Fortuño Larroche y otras como Fortuño Grand.

José Fortuño Larroche residió en Utuado y tenía finca allí.  Allí nacieron sus hijos mayores que procreó con su esposa María Silva.  Hacia finales de siglo XIX o principios del XX se muda con su familia a México donde se establece y nacen sus demás hijos.  Muere en 1913.

En la familia siempre hubo dos versiones para explicar la razón por la cual José Fortuño Larroche se fue a México.

Una era que se involucró con las partidas sediciosas, grupos de opositores a la invasión norteamericana de Puerto Rico durante la Guerra Hispanoamericana.  En algunos casos siguieron operando como guerrillas algunos meses posteriores al cambio de soberanía.

La otra versión decía que había perdido su finca por el paso del huracán San Ciriaco. Este huracán azotó la Isla el 8 de agosto de 1898, dejó más de 3,000 muertos y destruyó prácticamente todas las plantaciones.

Se decía en la familia que había dado un viaje a la Península y que, a su regreso, había encontrado la finca en ruinas.  La historia familiar añadía que se regresó a San Juan con toda la familia y tomó el mismo barco, que se dirigía a México.

La primera mención de José en La Gaceta es el 25 de noviembre de 1890, cuando el juez de la Primera Instancia Occidental de la Villa de Arecibo, don Antonio Goicouría y Matos informa que el día 21 don Tomás Jordán y Santamaría presenta demanda para que se incluyan a varios vecinos del distrito de Utuado como electores para Diputados a las Cortes.  En la veintena aparece Don José Fortuño.

Es bueno apuntar que en esos tiempos el derecho a voto lo tenían solamente los varones que fueran propietarios y contribuyentes.

En adelante, durante la década de 1890, aparecen varias otras menciones en listados de electores.  Aparece, además, una mención como contribuyente a una colecta “para aliviar las desgracias ocurridas últimamente en la Península”, publicado por la Junta Provincial de Socorros, pueblo de Utuado. Aparece un donativo de dos pesos.

La siguiente y última mención alude a la pérdida  de su finca por subasta pública luego de una demanda en cobro de deudas.  La demanda la presentó don Francisco Álamo y la finca era de cuatro hectáreas, sesenta y una áreas y sesenta y cuatro centiáreas.  En medidas locales, unas 12 cuerdas.

Ésta es la última mención.  La Gaceta se siguió publicándose sólo hasta el año 1902.  No podemos concluir, pero podemos afirmar con cierta certeza, que la debacle económica ocasionada por el huracán y, también, por el cambio político y la guerra, hayan obligado a José Fortuño Larroche a abandonar Puerto Rico y aventurarse en México.

La pérdida de la finca, sin embargo, ocurre como consecuencia de una demanda para cobro de dinero adeudado. Por tanto, ninguna de las dos versiones familiares es exacta.

Tampoco tenemos la fecha exacta de su llegada a México.  En documentos posteriores, su esposa María relata que residía en México desde 1906.  ¿Dónde vivieron entre 1898 y 1906?  No lo sabemos todavía.

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La Gaceta de Puerto Rico, Año 1898, Núm. 37, 29 de noviembre de 1898.

José Fortuño La Roche y familia

Familia Fortuño SIlva, México circa 1906. En la foto, Don José Fortuño Larroche y Doña María Silva, con sus hijos, Dolores (mi abuela), Amalia (primera esposa de mi abuelo Candelas, murió y él se casó con su cuñada), María (murió joven), Carmen, José, Luis (se fue a la Revolución y murió allí) y Domingo.

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José Fortuño Larroche y su esposa, María Silva.

La bendición de Don Rafael

Rafael Fortuño Sellés y Socorro Ramírez de Fortuño
Rafael Fortuño Sellés y Socorro Ramírez de Fortuño

Por Andrés Fortuño Ramírez

Aunque mucho me hubiera gustado, no llegue a tiempo para conocer a mi abuelo paterno. Las Parcas del destino ya le tenían otros planes desde antes de yo nacer. Su nombre fue Rafael Fortuño Sellés, hijo de Agustín Fortuño La Roche, un industrial, comerciante, escribiente y tenedor de libros en Puerto Rico. Rafael nació en 1902 en San Lorenzo, Puerto Rico.

Don Rafael, como le conocían todos, fue el menor de 7 hijos del primer matrimonio de Agustín con Justina Sellés Aponte. Luego se añadieron 8 hermanos más luego de la muerte de Justina,  ya que Agustín se volvió a casar, esta vez con Carmen Aponte Ramírez. Siendo esta segunda esposa prima hermana de la primera, aún con el cambio de administración todo quedó en familia.

Cuando joven, Rafael se fue a estudiar ingeniería en la Universidad de Puerto Rico, recinto de Mayagüez.  Ahí estudió por varios años. Pero por razones que desconocemos tuvo que regresar a San Juan poco antes de graduarse.  Sin embargo, siendo otros tiempos y habiendo terminado la mayoría de sus estudios, trabajó toda su vida como ingeniero civil, tanto en proyectos privados como del gobierno.

Fue en esos años que conoció a mi abuela, Petra regalada del Socorro Ramírez, mejor conocida como Doña Socorro. Para esos tiempos mi abuela vivía en la casa #61 de la calle del Parque en Santurce y trabajaba como taquígrafa. Mi abuelo en la casa #30 de la Calle Central en la misma ciudad.  Socorro es hija de Tomás Ramírez Montalvo, nacido Cabo Rojo, quien fue industrial y más tarde  jefe de la estación del ferrocarril en Cabo Rojo, y de Laura Virginia Rodriguez Nazario. Fue nieta de José Ramírez de Arellano Irizarry y María Dorotea Montalvo Tellado.

Los que presenciaron este romance, aseguran que a pesar de sus grandes diferencias de carácter, mis abuelos se adoraban. Así que un 12 de abril de 1926 se casaron, luego tuvieron 3 hijos. Al primero le pusieron Rafael como su padre. Al segundo Francisco como el hermano de Rafael, también ingeniero civil. Al tercero, mi padre, lo llamaron Ramón en honor al tío Monche, otro hermano de Rafael y quien era en esos tiempos alcalde de San Lorenzo.

Las historias de mi abuelo Rafael son famosas en el folclor familiar, ya que era un hombre muy alegre y sumamente inventivo. Hasta diseñó varios muebles para su casa, entre los que siempre recuerdo un fantástico juego de comedor hecho en caoba. También era experto encontrándole el lado risible a cualquier situación. Al parecer ese era uno de sus mayores gustos en esta vida, reírse y hacer reír. Lema que hasta el día de hoy a mi me ha servido de norte.

Cuentan que en los velorios todo el mundo lloraba menos él. Razón por la que mis padres, aún de novios en esos tiempos, evitaban sentarse a su lado. Ellos sabían que aún cuando la que tropezaba frente a ellos era la muerte, Rafael aprovecharía la ocasión para sacarse un buen chiste.

Según nos cuenta una prima hermana de mi papá llamada Nora, en un funeral, los hijos y sobrinos de Rafael, aún pequeños, le preguntaron que qué era lo que repetían las damas en cada una de las letanías. Mi abuelo les dijo que decían «alza la mano». Entonces fue y se sentó en uno de los bancos de al frente de la iglesia, y cada vez que llegaba la parte del coro en la oración, Rafael levantaba la mano. Lo que hacía que todos los niños sentados atrás no pudieran contener la risa.

En otro de esos tantos funerales donde todos iban de negro y las mujeres no paraban de rezar el rosario, Rafael entró a la iglesia, esta vez se sentó en la parte de atrás. Luego de saludar a los familiares preguntó por su hermano Paco, y alguien le informó que se había quedado en la casa pues se sentía algo indispuesto.

Para esos días Paco había comprado un cómodo colchón de la marca Beauty Rest, muy de moda en aquellos tiempos. Para Rafael, pensar que su hermano descansaba en la casa en su nueva cama, mientras él se sometía a la lluvia de llantos y consuelos, fue suficiente motivo para encontrar en qué entretenerse.

Comenzaron las mujeres a rezar, frotando el rosario entre sus dedos y cantando en voz alta sus letanías: “Santa María, rogad por él” a lo que Rafael añadía en voz baja, en plena rima y entonación eclesiástica: “Dichoso Paco que está en su casa, descansando en su Beauty Rest”. Mis padres y demás familiares tuvieron que salir de la iglesia pues no podían contener la risa. No que Rafael quisiera ser irrespetuoso, simplemente enfrentaba la vida y también la muerte, de una forma más divertida.

Una vez terminó la misa, mis padres habían pensado hablarle a mis abuelos sobre sus planes de matrimonio. Pero entre las letanías, los chistes de mi abuelo y los regaños de la estricta abuela Socorro, la conversación se pospuso para una mejor ocasión. Pasaron los días, pero el momento indicado no llegó a tiempo, ya que poco después Rafael cayó en cama muy enfermo con leucemia.

Dicen que aún en sus últimos días nunca perdió el buen humor. Don Rafael solo tenía 54 años de edad cuando las Parcas del destino entraron al hospital a buscarlo. Al parecer las había hecho reír tantas veces en los funerales que estas decidieron llevárselo. Así no tendrían que esperar a que alguien muriera para escuchar sus jocosas historias.

A su velorio llegó un mar de gente y de todos los pueblos de la Isla. Cuentan que en la avenida Ponce de León en Santurce no cabía un alma. Don Rafael era muy querido no solo por su buen humor, pero porque lo mismo se sentaba a conversar con altos mandatarios en la Fortaleza, como con un obrero en algún bar de la calle Loiza. Para él todas las personas eran iguales, siempre y cuando supieran reír.

Poco tiempo después de su entierro y ya aplacada un poco la pena, mi padre, recién graduado de ingeniería civil,  pidió la mano de mi madre. El permiso lo otorgó mi abuela Socorro junto a mi abuelo materno Don Andrés Ramírez Rivera, un agrónomo y profesor de la UPR en Mayagüez.  Mi abuelo materno y mi abuela paterna son primos quintos. Sus tras-tatarabuelos, Andrés y Esteban Ramírez de Arellano de Lugo y Sotomator, eran hermanos.

También estuvo presente mi abuela materna, Doña Amelia Colón Meléndez, original de Orocovis. Sin embargo, en un gesto más bien conmemorativo, mis padres decidieron ir a la tumba de mi abuelo Rafael para pedir una última bendición.

Llegaron al cementerio, donde todavía estaban las bases de las coronas que en su momento engalanaron aquella tumba. El día estaba algo lluvioso y las nubes entraban y salían a su antojo. Pero en uno de esos instantes en que se despejó el cielo, se colaron en suelo sagrado algunos rayos de sol, haciendo brillar un objeto que se escondía entre las hojas secas. Mis padres removieron con las manos los escombros y encontraron tres pequeñas letras doradas. De seguro retazos de alguna de las viejas coronas.

Las letras eran la A, la G y la O. Estas son las tres letras que componen el apodo de mi madre, Ago. Un diminutivo de su nombre, Milagros. En ese momento entendieron que Don Rafael aún no se había ido, no sin antes dejarles saber que tenían su aprobación. Ya van más de 56 años de este suceso y aún mis padres conservan aquellas tres letras junto a la fotografía de Don Rafael. Quien luego de reír toda una vida volvió a burlarse de la muerte, esta vez para dar su última bendición.

Para aportar nueva información o conectar con los descendientes, puede entrar en la página Familia Fortuño en Facebook.

Una quiebra y una intrigante carrera militar tardía

José Fortuño Ferrús y José Fortuño La Roche
José Fortuño Ferrús (izquierda) y José Fortuño La Roche (derecha).

Por José Ramón Fortuño Candelas

Los José Fortuño en La Gaceta de Puerto Rico

Este artículo está basado en las referencias a «José Fortuño» encontradas en La Gaceta de Puerto Rico. La Gaceta era el periódico oficial del gobierno de Puerto Rico y  estuvo publicándose desde 1806 hasta el 1901.  El índice preparado por la Biblioteca del Congreso cubre los años de 1836 a 1922. Al final se contrasta parte de esta información con el expediente militar de José Fortuño Ferrus, obtenido .

El índice se encuentra en http://chroniclingamerica.loc.gov/.  

En La Gaceta encontramos referencia a dos personas de nombre José Fortuño: una que vivió en San Juan entre 1869 y 1872 y la otra que vivió en Utuado entre 1890 y 1898.  Tenemos suficientes razones –pero no absoluta certeza– para concluir que el primero es José Domingo Fortuño Ferrús.  El segundo, afirmamos con certeza que es José Fortuño Larroche y Grant, hijo del primero, ya que éste residió en Utuado a finales de siglo y en el periódico se le menciona como José Fortuño y Grand.

En este artículo hablaremos del padre, José Fortuño y Ferrús.

José Fortuño Ferrús

José Fortuño Ferrús, que vino a Puerto Rico en el año 1847 como ayudante del Gobernador General Juan Prim y Prats.  Luego del breve periodo de gobernación de Prim, José Fortuño Ferrús se traslada a Saint Thomas y allí se casa con Carolina Larroche y Grant. Es en Saint Thomas- entonces dependencia de Dinamarca -donde nacen algunos de sus hijos, entre ellos José nacido en 1862.

Para el 1870 se menciona en La Gaceta que José Fortuño residía en el “Distrito de San Francisco”, lo cual correspondería a la sección de la Capital de la Calle y Parroquia de San Francisco del Viejo San Juan.

En ese mismo año, hay referencias en el periódico de que José Fortuño participó en varias actividades benéficas.  En una de ellas aporta en junio 4 pesos a una colecta por los huérfanos de un caballero, y en la otra participa de una colecta en favor del Asilo de Beneficencia de la Ciudad Capital y aporta otros 4 pesos.  Al parecer ya estaba establecido en la ciudad y disponía de alguna holgura económica.

Sin embargo, esa situación parece que no duró mucho, ya que en 1871 radica una quiebra.

El 27 de octubre de 1871 el Juez de Paz del Distrito de San Francisco y Alcalde Mayor accidental, don Baltazar Paniagua informa y la Gaceta publica el 2 de noviembre que “Por la presente hago saber: que en audiencia de este día ha sido declarado en quiebra don José Fortuño del comercio de esta plaza…”.

A continuación, en los meses que siguen, aparecen varios edictos relacionados con la quiebra, colocados por don Rafael Palacios, Comisario de la Quiebra de don José Fortuño y por don Venancio Zorrilla y Arredondo, Alcalde Mayor de la Capital, todos con información sobre los trámites de dicha quiebra.  

Se menciona en los últimos edictos que José había llegado a acuerdos con los acreedores “Se aprueba el convenio celebrado con sus acreedores… y que se haga entrega a Fortuño de sus bienes depositados, alzándose su arresto y en completa libertad, cancelándose la fianza que prestara…”  Aunque no consta que haya estado preso, sí es evidente que este proceso judicial fue muy difícil para José Fortuño Ferrús.

Se establece, además que había sido “convenido pagar a sus acreedores por cuartas partes comenzando el primer plazo en todo Abril de 1873, y así sucesivamente todos los últimos días de los meses de Abril de los años subsiguientes, hasta el total solvente.”  Se entiende, por tanto, que habría de estar cuatro años hasta terminar de pagar sus deudas.

José Fortuño y Ferrús, sin embargo y según su expediente militar, aparece en diciembre de 1873 formando parte de una Compañía militar movilizada en su pueblo originario, Benisanet. Participó con el rango de Capitán en la Tercera Guerra Carlista, lo que ha sido narrado ya en otro artículo en este mismo blog.

Desconocemos, y queda abierto para investigación, si José Fortuño Ferrús cumplió definitivamente con los términos del convenio de la quiebra, si su partida hacia España tiene que ver con eso, cuándo regresó a Puerto Rico y sus sucesivos viajes entre la Isla y la Península, donde murió en 1895.

Prudencias Judiciales

La Gaceta de Puerto Rico, Año 1871, Núm. 136, p. 2, 14 de noviembre de 1871.

 

Providencia de este día

La Gaceta de Puerto Rico, Año 1871, Núm. 151, p. 3, 19 de diciembre de 1871.

 

Escribanía pública

La Gaceta de Puerto Rico, Año 1872, Núm. 1, p. 3, 2 de enero de 1872.

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Baltasar Fortuño Ferrús en La Gaceta de Puerto Rico

Baltasar Fortuño, tumba y hospital
Tumba de Baltasar Fortuño Ferrús en Barcelona, cementerio de Montjüic. Recorte de periódico La Gaceta de Puerto Rico 1868. Hospital donado por Baltasar a Benissanet.

Por José Ramón Fortuño Candelas

Baltasar (o Baltazar) Fortuño Ferrús aparece en La Gaceta de Puerto Rico por primera vez en 1860, en un listado de la oficina de correos sobre personas que tienen correspondencia retenida por falta de franqueo.

La siguiente entrada ocurre en 1868, cuando se notifica que ha dejado voluntariamente el puesto de Médico titular de Humacao.  La nota se publica para solicitar candidatos a la vacante e indica que el salario era de 1,600 escudos anuales y que tenía la obligación, además, “de asistir a los presos de la cárcel pública y propagar la vacuna”.

Podemos suponer que de ahí en adelante se dedicó a la práctica privada de la medicina en el pueblo de Humacao, ya que casi todas las siguientes entradas lo ubican en dicho pueblo y como médico.

A través de los próximos años aparece haciendo donativos a varias causas y en listados de deudas que tenían los municipios por sus servicios médicos.

Tuvo intervenciones políticas en el periodo liberal, alrededor del 1870, pues aparece como Síndico del pueblo de Humacao. Como parte de la administración municipal participa de declaraciones políticas, significativamente una en repudio del asesinato del General Juan Prim.

Hace una aportación para la construcción de un monumento al General Baldomero Espartero en la ciudad de Logroño.  El general era una figura muy importante como militar y político.  Fue un laureado jefe militar y abrazó la causa del liberalismo.  Fue Jefe de Gobierno y Regente del Reino en varias ocasiones. Durante su gobierno, el general Juan Prim le ofreció la corona de España, lo que rechazó.

En el 1876 aparece una curiosa entrada, en la cual el Municipio de Cayey consigna en su presupuesto el pago de 40 pesetas por servicios prestados.  Sabemos que su hermano, Jaime, ejercía la medicina en dicho pueblo.

Saltamos a 1898, donde aparece como tutor de de la menor Teresa Fortuño y Nogueras en un trámite de herencia de una finca.  Podemos asumir que no se encontraba para esta fecha en Puerto Rico, pues el trámite lo realiza don Miguel Fretó y Moles, como apoderado de Baltasar.  Sabemos que Baltasar se había trasladado a España, donde muere en 1901.

Otra entrada de interés es una relación de los médicos cuyos títulos aparecen registrados en los libros correspondientes a la extinguida Subdelegación y Cirugía de Puerto Rico, desde el año de 1846, hasta el de 1897.  Por este listado podemos saber que Baltazar Fortuño obtuvo su título de Licenciado en Medicina el 22 de mayo e 1858, en Barcelona.

Siguen las referencias, todas de La Gaceta de Puerto Rico, según el índice de la Biblioteca del Congreso, disponible en http://chroniclingamerica.loc.gov/.

Entradas relacionadas con Baltasar (Baltazar) Fortuño Ferrús en La Gaceta de Puerto Rico

En listado de personas cuyas cartas aparecen detenidas en el correo por falta de franqueo. La Gaceta de Puerto Rico, Año 1860, Núm. 123, p. 4, 13 de octubre de 1860.

La Gaceta de Puerto Rico, 1860
Baltasar Fortuño Ferrús en La Gaceta de Puerto Rico, 1860

Se notifica la renuncia de Baltasar Fortuño a la plaza de Médico titular de Humacao, que tenía un sueldo de 1,600 escudos anuales.  Se publica para buscar sustituto. La Gaceta de Puerto Rico, Año 1868, Núm. 57, p. 4, 12 de mayo de 1868.

-Ídem. La Gaceta de Puerto Rico, Año 1868, Núm. 62, p. 4, 23 de mayo de 1868.

-Ídem. La Gaceta de Puerto Rico, Año 1868, Núm. 63, p. 4, 26 de mayo de 1868.

En relación de médicos cuyos gastos de viajes deben ser satisfechos por los municipios. Naguabo, 168 pesos. La Gaceta de Puerto Rico, Año 1868, Núm. 102, p. 1, 25 de agosto de 1868.

En relación de médicos cuyos gastos de viajes deben ser satisfechos por los municipios.

-Yabucoa 104 pesos

-Piedras 168 pesos

-Naguabo 48 pesos

La Gaceta de Puerto Rico, Año 1868, Núm. 102, p. 2, 25 de agosto de 1868.

Relación de suscriptores al Empréstito Voluntario en  Bonos del Tesoro abierto por decreto del Gobernador General el 27 de noviembre de 1869. Jaime Fortuño, Humacao, 600 escudos. La Gaceta de Puerto Rico, Año 1870, Núm. 3, p. 2, 6 de enero de 1870.

Baltazar Fortuño Ferrús, La Gaceta de Puerto Rico, 1868
Baltazar Fortuño Ferrús, La Gaceta de Puerto Rico, 1868

Se le agradece, de parte del Gobernador, junto a otros dos médicos los servicios voluntarios a miembros del ejército. La Gaceta de Puerto Rico, Año 1870, Núm. 5, p. 4, 11 de enero de 1870.

Aparece en listado de contribuyentes a favor de los huérfanos de don Gonzalo Castañón, asesinado en Cayo Hueso.  Aporta 10 escudos. La Gaceta de Puerto Rico, Año 1870, Núm. 52, p. 1, 30 de abril de 1870.

Aparece en listado de contribuyentes a la creación de la Guardia Civil, en Humacao, aporta 2 escudos. La Gaceta de Puerto Rico, Año 1870, Núm. 59, p. 4, 2 de julio de 1870.

Aparece en listado de contribuyentes al Asilo de Beneficencia. La Gaceta de Puerto Rico, Año 1870, Núm. 110, p. 1, 13 de septiembre de 1870.

Aparece como Síndico del Ayuntamiento de Humacao en declaración en repudio a informes aparecidos en periódicos de Madrid sobre la situación de Puerto Rico.La Gaceta de Puerto Rico, Año 1871, Núm. 19, p. 2, 14 de febrero de 1871.

Baltasar Fortuño Ferrús, La Gaceta de Puerto Rico, 1871
Baltasar Fortuño Ferrús, La Gaceta de Puerto Rico, 1871

Aparece como Síndico del Ayuntamiento de Humacao en declaración en repudio al asesinato del General Juan Prim. La Gaceta de Puerto Rico, Año 1871, Núm. 14, p. 1,. 2 de febrero de 1871.

Relación de individuos que se han suscrito para socorrer a las familias indigentes de la Ciudad de Point-a-Pitre, con motivo del incendio ocurrido en dicha Capital. Cayey, 2,25 pesetas. La Gaceta de Puerto Rico, Año 1871, Núm. 114, p. 2, 23 de septiembre de 1871.

Relación de individuos que se han suscrito para contribuir a construir un monumento en la Ciudad de Logroño en honor a Baldomero Espartero. Humacao, 2,5 pesetas. La Gaceta de Puerto Rico, Año 1872, Núm. 32, p. 2, 14 de marzo de 1872.

En listado “Estado que demuestra la votación de la mesa definitiva en todos los colegios electorales de esta provincia”, aparecen como “Secretarios escrutadores”.  En Humacao, Baltasar aparece segundo con el número 91 al lado. La Gaceta de Puerto Rico, Año 1872, Núm. 41, p. 2, 4 de abril de 1872.

Aparece en Presupuesto del Pueblo de Piedras (Las Piedras), donde se consigna el pago de 480 pesos por “reconocimientos y autopsias de años anteriores”. La Gaceta de Puerto Rico, Año 1874, Núm. 129, p. 4,. 27 de octubre de 1874.

En el presupuesto del Pueblo de Cayey, “Por lo que se le adeuda a Dr. Don Baltazar Fortuño”, 40 Pesetas. La Gaceta de Puerto Rico, Año 1876, Núm. 7, p. 3,. 15 de enero de 1876.

Baltasar Fortuño Ferrús, La Gaceta de Puerto Rico 1898
Baltasar Fortuño Ferrús, La Gaceta de Puerto Rico 1898

Aparece como tutor de de la menor Teresa Fortuño y Nogueras en un trámite de herencia de una finca. La Gaceta de Puerto Rico, Año 1898, Núm. 100, p. 4,. 28 de abril de 1898.

Junta de Sanidad de San Juan, Relación de los médicos cuyos títulos aparecen registrados en los libros correspondientes a la extinguida Subdelegación y Cirugía de Puerto Rico, desde el año de 1846, hasta el de 1897. Baltazar Fortuño Título: Licenciado, Barcelona, 22 de mayo de 1858.  La Gaceta de Puerto Rico, Año 1899, Núm. 272, p. 2, 17 de noviembre de 1899.

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En la Expo del 92

Expo 92, 5ta avenida de Europa
Exposición Universal 1992, Sevilla, España

Por Andrés Fortuño Ramírez

Salida desde Puerto Rico

Todavía recuerdo el día en que me llegó la carta. Yo vivía en un apartamento en el Viejo San Juan el cual estaba organizando pues andaba en planes de mudanza. También recuerdo que era viernes y cerca del medio día cuando escuché el típico cascabeleo que hacían las llaves del cartero cada vez que llegaba. Salí corriendo al pasillo pues presentía que por fin había llegado una respuesta.

Sinceramente no sabía qué esperar, ya que más de mil quinientos jóvenes habían solicitado y solo escogerían cincuenta para trabajar en el Pabellón de Puerto Rico. Hay que entender que viviendo en una isla tan pequeña, en el medio del Caribe, el solo pensar en trabajar representando a la patria en su primera participación en una Exposición Universal de tal envergadura, vamos, que para nosotros tenía todo el encanto de un cuento de hadas.

Los requisitos para entrar al programa de trabajo llamado Ventana al Mundo eran los siguientes: Haber estudiado o estar estudiando en una universidad en Puerto Rico, estar entre las edades de 19 a 29 años, hablar fluido español e inglés y comunicarse bien en un tercer idioma, y pasar con éxito tres entrevistas. Desde el día en que llené la solicitud hasta la llegada de esa carta pasaron más de seis meses.

Pero bueno, por fin me habían enviado una respuesta. Abrí aquella carta con la misma formalidad y emoción que se abren los sobres para los premios Oscars, comencé a leer en voz alta. “Queremos felicitarlo pues usted ha sido seleccionado para participar…”. Juro haber escuchado el publico aplaudiendo y hasta pidiendo mi pequeño discurso de aceptación.

Corrí al teléfono, llamé a mis padres y a todos los que de alguna forma u otra habían tenido que soportar mi desespero en los meses anteriores. Yo había comenzado a dar las gracias, pero los fantásticos eventos que iba a presenciar aún estaban por rodarse. Quizás es el poder de la intensión.

Pasamos 3 meses de preparación, acuartelados en la Universidad de Puerto Rico. Hasta que finalmente llego el día para irnos a España. Nos reunimos todos en el aeropuerto, sacamos nuestra bandera mono estrellada y cantamos el himno nacional como quinientas veces. Iberia, mucho vino tinto y a tratar de dormir durante la travesía.

Llegada a España

Esa mañana llegamos a Madrid, cansados luego del largo viaje. Teníamos unas horas libres antes de tomar el vuelo para Sevilla, así que entramos al aeropuerto para comer algo antes de partir. Unos años atrás yo había estado en el aeropuerto de Barajas con mi familia, por lo que me traía muy buenos recuerdos. Pero cuando entramos al lugar aquello parecía un campo de batalla.

Hacía unos días que los trabajadores del servicio de basuras de Madrid estaban en huelga. Así que todo el aeropuerto, desde el suelo y los latones de basura, hasta las mesas, todo estaba lleno de papeles, vasos, desperdicios y cubiertos. Un lugar muy diferente al que yo recordaba. Daba la impresión de que allí había estallado una bomba y la basura había volado hacia todas las esquinas.

Nuestro vuelo a Sevilla no tardaría, así que luego de un café y un delicioso bocadillo, partimos con la misma ilusión con la que llegamos, eso si, esperando otro tipo de bienvenida en la próxima parada. Pero es que no era para menos, España entera estaba revuelta; la Expo en Sevilla, las olimpiadas en Barcelona y Madrid había sido designada capital cultural europea, y todo ese mismo año.

Una vez en el aeropuerto de Sevilla, nos montaron en un autobús para llevarnos a las casas donde nos hospedaríamos. Un reparto cerca del centro, al lado de un pueblito llamado Tomares. Recuerdo que ya era de tarde, hacía bastante frío y en el camino nos pusimos todos a cantar. Todo iba viento en popa hasta que escuchamos aquel “hostias” que se sacó el chofer, seguido de un fuerte sonido de un cristal roto. Estábamos siendo atacados.

Desde un puente peatonal, habían colgado una soga con una enorme roca atada en la punta. Justo antes de que pasara nuestro autobús la dejaron caer. La roca impactó el cristal de al frente y los vidrios saltaron, cortando a algunos de los funcionarios que iban en los asientos de al frente. La emoción seguía creciendo.

Luego nos enteramos de que había grupos posiblemente políticos, que se oponían al magno evento. Pero para ser sincero, para nosotros todo esto le añadía más morbo y emoción a nuestro viaje.

Finalmente nos instalamos en Sevilla un mes antes de que abriera la Expo, así que tuvimos tiempo para ajustarnos, sacar los permisos de trabajo, ordenar otros documentos y claro, ubicar el hipermercado más cercano para hacer nuestras compras. Una vez la Expo abrió sus puertas, estábamos más que listos para “meterle caña” al evento.

En la Expo

Cómo comenzar a hacer los cuentos. Ya llevábamos un mes instalados en aquella magnífica ciudad y por los próximos 6 meses seríamos testigos de uno de los mayores eventos del siglo XX, la Exposición Universal del 92 en Sevilla.

España estaba abarrotada de visitantes, ese año era el centro del mundo. Desde altos funcionarios, presidentes, cantantes y autores, hasta lo último en adelantos tecnológicos, obras de arte, piezas de teatro y ópera. Todo y todos estaban allí y a nuestra disposición.

Eso si, primero tendríamos que hacer nuestros turnos diarios de trabajo y atender al público que llegaría a visitar nuestro pabellón. Todos estábamos claros de que nuestra misión principal era promover nuestra patria ante el mundo. Trabajo que hicimos con muchísimo gusto y orgullo. Ahora, en nuestro tiempo libre, sabíamos que el mundo sería nuestro.

De más está decir que el espacio para la Expo en la isla de la Cartuja era verdaderamente impresionante, hasta los puentes para entrar al lugar eran arquitectónicamente increíbles. Las calles impecables, sistemas de agua para refrescar la temperatura, restaurantes, pabellones de todas formas y colores, fiestas, cabalgatas, música. Un festín en todos los aspectos, todos los días.

Gracias a la música que presentábamos todas las noches, nuestro pabellón se convirtió en uno de los más populares. Creo hasta lo apodaron con el nombre de “el pabellón de la salsa”. Conocidos grupos de música viajaban desde Puerto Rico semana tras semana para presentarse en la tarima. También contábamos con un cine y una enorme pantalla semi-esférica donde se presentaba una película con bellas escenas de nuestro país. Además, el pabellón ofrecía otras exhibiciones que recibían cientos de visitantes diariamente.

Fue uno de esos días en que nos visitó la famosa duquesa de Alba, Doña Cayetana. Recuerdo que uno de nuestros compañeros al verla entrar, nos llamó desde la mesa de recepción advirtiéndonos que había entrado una señora sospechosa, algo desaliñada, que por favor le “echáramos el ojo”.

La duquesa andaba con el cabello despeinado, unas enormes gafas de sol y un vestido para nosotros algo extraño, posiblemente un exótico modelo de alta costura. Pero como se había regado la voz por toda la Expo sobre posibles atentados terroristas, la fabulosa y mal endilgada señora calló bajo nuestro escrutinio. Igual la vimos entrar y pasearse por las exhibiciones, luego desapareció entre la muchedumbre.

Aparte de ver celebridades por la calle todos los días, fuimos a conciertos de Elton John, María Bethania, Luis Miguel, Andrew Lloyd Webber y Sarah Brightman, Celia Cruz, Plácido Domingo y Monserrat Caballé entre otros. También nos visitaron en el Pabellón los reyes de España y muchísimas otras figuras de importancia mundial.

Recuerdo el día en que estreché la mano de Gabriel García Márquez en el pabellón de Colombia. Uno de los ujieres de ese pabellón andaba de novio con una puertorriqueña, guapísima y muy amiga mía. Así que nos consiguió entradas para una pequeña recepción que le tenían al famoso escritor. Ese día todo el mundo había llevado algún libro de su autoría para ser autografiado. Yo no cargaba con ninguno.

Igual hice la cola y esperé mi turno. Una vez llegué a la mesa donde el Gabo estaba sentado, admito que me puse algo nervioso. No solo era uno de mis escritores favoritos, pero yo no tenía un libro para darle a firmar. Recuerdo que él me miró y extendió la mano de forma rutinaria para que le pasara el libro que yo quería firmara. Yo extendí mi mano y le dije: “no, no traigo un libro conmigo, solo quería conocerle, pero puede firmar la palma de mi mano”. El sonrió, escribió su firma con tinta y me dio un apretón de manos.

Cuanto quisiera decirles que ese día sentí un “corrientazo” con el que me pasó algo de su genial escritura. Pero no, ese día fue como cualquier otro en la Expo, uno donde todos los héroes, príncipes y vagabundos se paseaban por tu lado sin llevar sus méritos o desdichas colgadas en la solapa. En esos días todos andábamos como niños, simplemente celebrando la humanidad.

También recuerdo el día en que anunciaron la llegada de Fidel Castro a la Expo y las protestas clandestinas. Las violentas noticias en la tele sobre la independencia de Bosnia. El ícono que desapareció del pabellón de Rusia y que aún al día de hoy, creemos durmió en nuestra casa una noche sin habernos enterado. La feria de abril, la maravillosa Semana Santa, los gitanos que conocimos en nuestro camino y con quienes llegamos a escuchar canto hondo en Granada. También los largos viajes en tren a otras ciudades.

Como olvidar las vistas desde la giralda, las exhibiciones con obras de Frida Kahlo o Picasso, las del Vaticano con Caravaggio, Da Vinci y Botticelli. Llegar a una ópera y ver todo el teatro levantarse del asiento en lo que la reina de Holanda o los entonces príncipes de Gales Diana y Carlos se sentaban. Sinceramente fueron momentos irepetibles. Yo creo que todos tuvimos la misma extraña sensación de vacío el día en que cerró la Expo.

Regresé a Sevilla diez años más tarde con uno de mis mejores amigos. Para mi fue como visitar los restos del Titanic. Pasear en esta ocasión por las calles vacías. Muchos de los edificios ya no estaban. Malas hierbas saliendo entre las grietas, otros edificios ya abandonados. En un momento cerré los ojos y le dije a mi amigo: “De verdad, no te imaginas lo que fue esto. Te aseguro que por seis meses este fue el centro del universo”. Abrí los ojos, cruzamos uno de los puentes y caminamos hasta el barrio Santa Cruz y con una Cruz Campo bien fría en mano le comencé a contar.

¡Siempre te querremos, Sevilla!

Expo Sevilla
Andrés Fortuño e Irene Borrás en el Pabellón de Puerto Rico en la Exposición Universal de Sevilla, 1992

 

 

Tomás Agustín Fortuño, caballero de primera clase

Tomás Agustín caballero de primera clase
Tomás Agustín Fortuño, caballero de primera clase

Por Andrés Fortuño Ramírez

Tomás Agustín Fortuño Mauricio, tenía 34 años cuando estalló la Primera Guerra Carlista en España (1833-1840). No conocemos a ciencia cierta su profesión antes de entrar al ejército, pero entendemos que se dedicaba a la administración y desarrollo de tierras en Benissanet. Como evidencia, tomamos las cartas escritas a la señora Nicolasa de Tavern, viuda de Balle (Familia Moragas en Barcelona) en las que le envía detalles sobre el arrendamiento de tierras para viñedos, cosechas de trigo y animales (no especifica), en la zona del Ebro (Libro: La correspondencia en la historia; modelos y prácticas de la escritura epistolar por Carlos Sáez y Antonio Castillo Gómez). También sabemos que se registró tan pronto comenzó la guerra y que fue un laureado militar a favor de los Isabelinos.

Tomás Agustín es mi tras-tatarabuelo. Nació un 19 de abril de 1799 en Benisanet, un pueblo de la provincia de Tarragona, Cataluña, España. Fue hijo legítimo de Pedro Jayme Fortuño y Mariana Mauricio Franquet. Se casó con Teresa Ferrús Bladé y tuvo varios hijos, entre estos a José, Jaime y Baltasar, quienes emigraron a Puerto Rico.

Hasta ahora solo le conocemos un hermano llamado Pedro Fortuño Mauricio, ya que lo mencionan en varios documentos de la época, este hermano era farmacéutico. También mencionan a la hija de Pedro, Doña Carme Fortuño Sentís, a la que llamaban “la senyora Carme de Potacari”. Doña Carme fue madre de Joan Baptista Bladé Fortuño, padre del conocido periodista y escritor catalán, Arthur Bladé Desúmvila.

La Primera Guerra Carlista, también conocida como la guerra de los 7 años, fue una guerra civil entre dos bandos que buscaban ocupar el trono español. Por un lado los Carlistas a favor de Carlos de Borbón y un régimen absolutista. Por el otro los Isabelinos a favor de María Isabel Luisa, mejor conocida como Isabel II, quien a penas tenía 3 años de nacida.

El conflicto comenzó cuando Fernando VII, padre de Isabel, dejó a su hija como heredera del trono antes de este morir. Esto provocó que el hermano de Fernando, Carlos María Isidro de Borbón se revelara ante tal decisión e intentara proclamarse rey. Por ser todavía una niña Isabel no podía gobernar, así que su madre, María Cristina de Borbón, sirvió como regente hasta su mayoría de edad.

Para ese entonces Tomás Agustín vivía en Benissanet, uno de tantos pueblos a orillas del río Ebro. Hay que entender que para estos tiempos, la actividad mercantil y militar dependía en gran medida de los cuerpos de agua. Entre estos estaba el Ebro, río más caudaloso en España y segundo en la Península Ibérica. Este cruza desde Cantabria, hasta su desembocadura en el Mediterráneo.

Quien dominaba el Ebro, tenía la llave de toda la región. De seguro Tomás Agustín tenía esto claro, y sabía que eventualmente la guerra vendría a tocarle a la puerta. Entonces en vez de esperarla, decidió enfrentarla y se listó en el ejército.

Según aparece registrado en los Archivos Militares de Segovia, Tomás Agustín se entregó de lleno a la vida militar, inclusive aún después de terminada esta guerra, ya que estuvo 19 años de servicio. En sus expedientes aparecen registradas toda clase de proezas y valientes defensas. Entre ellas las del fuerte de Mora del Ebro, las del castillo de Flix, la defensa de Gandesa, Benissanet y el Pueblo de la Granja, la de Tortosa y otros pueblos en la zona de Tarragona.

Pero entre las más importantes se encuentra la defensa de Mora de Ebro en 1837, donde se destacó y por la que recibió la Cruz Laureada de Primera Clase de la Real Orden Militar de San Fernando, convirtiéndose en caballero de esa orden por decreto de la Reina Isabel II.

Para ese año Tomás Agustín era Subteniente del Batallón Nacional de Gandesa, y le tocó, desde el 29 de Julio hasta el 30 de Agosto, defender heroicamente el fuerte de Mora de Ebro, situado por Ramón Cabrera, con 4 piezas de artillería de grueso calibre. La hazaña le valió además el ascenso a Subteniente de Milicias Provisionales. El documento oficial aparece firmado por un notario real, ya que Isabel aún era una niña. (Fuente Archivos Militares de Segovia).

Según certifica con puño y letra Don Leopoldo de Gregorio, coronel del cuerpo de batalla y jefe de aquella compañía, Tomás Agustín sirvió por 19 años en el ejército y ocupó los siguientes puestos militares:

– Subteniente movilizado del partido nacional de Gandesa (1834)

– Subteniente abanderado del mismo (1836)

– Capitán del partido Nacional de Gandesa (1838)

– Capitán de Infantería (desde finales de la guerra en 1840 hasta su retiro 10 años más tarde).

En sus expedientes aparece una carta a puño y letra de Tomás Agustín, en la que menciona muchos de los ataques en los que participó y los nombres de famosos generales y capitanes con quienes lucho mano a mano.

Entre estos está el Capitán Don Salvador Desúmvila Sabaté, quien antes de entrar al ejército era farmacéutico y al parecer guardaba buena relación con Tomás Agustín. También habla del Capitán Don Antonio de Castellón, y de los servicios prestados a Don Francisco Javier Girón, II Conde Ahumada y V Marqués de las Amarillas. Entre sus contrincantes vale la pena mencionar su defensa ante las acciones rebeldes de Ramón Cabrera, I duque de Maestrazgo, en las que Tomás Agustín salió victorioso.

Tomás Agustín se retiró del ejército en 1854 y aparece documentado en el libro Historia de la Milicia Nacional de Joaquín Ruiz de Morales, 1855. Más tarde reaparece su nombre en varias cartas que éste envió a Doña Nicolasa de Tavern viuda de Balle (Joan de Balle i Rüira) a Barcelona, en las que se deja entrever que estuvo a cargo de gestionar los bienes de una destacada familia tarraconense de apellido Moragas. En estas cartas se menciona el arrendamiento de tierras para la cosecha y el ganado en Benisanet.

Años más tarde su hijo José Fortuño Ferrús, luchó en la tercera Guerra Carlista (1872-1876), siendo un exitoso militar igual que su padre a favor de los Isabelinos liberales.

José Fortuño Ferrús y los Isabelinos

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Carolina La Roche Grant y José Domingo Fortuño Ferrús

Por Andrés Fortuño Ramírez

José Domingo Fortuño Ferrús, mi tatarabuelo paterno, fue un hombre de armas tomadas. Este luchó en el ejército de la reina Isabel Segunda de España en la Tercera Guerra Carlista (1872-1876), defendiendo ferozmente la provincia de Tarragona en Cataluña.

Los Isabelinos, buscaban hacer reformas sociales, favorecían la industrialización, el desarrollo de nuevas ideas morales y religiosas, el modernismo y el crecimiento de las clases burguesas y populares. Mientras que los Carlistas, bando contrario, luchaban por la defensa de la religión católica y sus estrictas reglas, la aristocracia y la monarquía tradicional.

José Domingo nació un 11 de septiembre de 1824 en un pueblo de Tarragona, Cataluña, llamado Benissanet. Con tan solo 23 años de edad, zarpó al Caribe en 1847 como asistente del Capitán General de Puerto Rico, Juan Prim Prats (El puesto de Capitán General era equivalente al de gobernador).

Luego de leer varios escritos sobre la vida y procedencia del General Prim, tengo grandes sospechas de que el puesto de asistente se le otorgó a José Domingo por vínculos de amistad y relaciones militares entre el General Prim y el padre de José Domingo, Tomás Agustín Fortuño Mauricio, quien también era militar.

Este puesto de Asistente solo duró cerca de un año, ya que el general Prim fue destituido de su cargo en 1848, luego de publicar e intentar ejercer su «Código negro».  Código que imponía represiones extremas en las islas del Caribe contra los esclavos de ascendencia africana.

Veintidós años más tarde, cuando el General Prim fue asesinado en 1870, Baltasar Fortuño Ferrús, hermano de José Domingo,  quien era entonces Síndico del Ayuntamiento de Humacao, aparece en La Gaceta de Puerto Rico declarando de forma pública su repudio hacia este asesinato. (Año 1871, Núm. 14, p. 1,. 2 de febrero de 1871).

Dado finalizado su cargo de asistente, y quizás desentendiéndose un poco del destituido General Prim, José Domingo se mudó a St. Thomas, isla que para ese entonces pertenecía a Dinamarca, y se dedicó al comercio marítimo. Ahí conoció a su esposa y madre de sus once hijos, una mujer de origen danés llamada Doña Carolina La Roche Grant.

José Domingo estableció negocios en St. Thomas y Puerto Rico, donde también era comerciante, y donde vivían dos de sus hermanos, Jaime y Baltasar, ambos médicos cirujanos. Pero ya pasados los cincuenta años de edad y tras una quiebra comercial, José Domingo regresó a su pueblo natal, Benissanet, donde ocupo varios puestos políticos y se entregó a la milicia.

José Domingo llevó sangre militar, ya que su padre, Tomás Agustín Fortuño Mauricio también fue capitán a favor de los Isabelinos en la primera guerra carlista (1834-1840). Este luchó junto al General Juan Prim Prats, quien se iniciaba en asuntos militares en esos años, y también se hizo capitán en esa guerra. Ambos, Tomás Agustín y Prim Prats recibieron la Cruz Laureada de San Fernando de primera clase por sus heroicas defensas.

Entonces no ha de extrañar que al re-iniciarse el conflicto Carlista en 1872, José Domingo decidiera regresar a España y unirse al cuerpo de voluntarios de Benissanet. Esta nueva lucha por el trono español había repercutido en las colonias, provocando cambios tanto políticos como sociales, afectando a muchos en el comercio.  Entre los afectados estuvo José Domingo, quien luego de su quiebra comercia y sin mucho que perder, decidió sumarse a la guerra.

Según aparece documentado en sus expedientes en el Archivo Militar de Segovia,  José Domingo luchó heroicamente en defensa de los pueblos de la Ribera del Ebro junto a los generales, Don Salvador Algueró y Monserrat (el moro de Mora), Don Manuel de Salamanca y Negrete, y el general Martínez de Campos.

Entre los castillos que defendió ferozmente se encuentran el de Miravet, el de Mora del Ebro y el fuerte de Flix. Una defensa que le valió grandes reconocimientos fue la de Mora del Ebro, capital de la comarca Ribera del Ebro y llave de este río. Mismo lugar que defendió su padre durante la Primera Guerra Carlista. En estas defensas José Domingo llevó los cargos de Capitán y Teniente de la Compañía Movilizada de Benissanet, luego Capitán de la Séptima Compañía del Cuarto Tercio de la Provincia de Tarragona.

Según aparece documentado en diferentes biografías, incluyendo la del conocido Moro de Mora, el general Salvador Algueró y Monserrat, los ataques y enfrentamientos fueron constantes, siempre saliendo victorioso el bando de los Isabelinos, rara vez perdiendo algún soldado o tan siquiera teniendo heridos. Aún en los casos en que los carlistas les superaban en armas y en cantidad de hombres.

Luego de terminada la guerra y años de lucha en defensa de los pueblos del Ebro, muchos de estos militares Isabelinos se encontraron nuevamente en el campo de batalla, pero esta vez luchando por sus derechos y otros méritos no reconocidos, solo por el mero hecho de pasar los 50 años de edad.

En el caso de José Domingo, según el Real Decreto del 22 de abril de 1876, este tenía derecho al puesto de Alférez para el ejercito en la isla de Cuba o el de Sargento primero y grado de Alférez para el de la Península Ibérica, pero por contar con 53 años de edad y no poder entrar en uno ni en el otro, se le propuso un destino civil de la categoría de Alférez (Oficial del ejército español cuyo grado es inmediatamente inferior al de teniente).

En otros casos, según aparece en una biografía del Moro de Mora en el libro titulado “Figuras y figurones”, dice: “Considerados inútiles para el servicio, no solo les quitaron las cruces ganadas en batalla, pero también el derecho a utilizar los uniformes y las armas. Todo porque pasan la edad de 50. A los carlistas, siendo vencidos, los condecoraron y los hicieron coroneles del ejército. Honores que arrebataron injustamente a los vencedores”.

José Domingo murió en 1895, en uno de sus constantes viajes entre Puerto Rico y España. Este dejó gran descendencia en Puerto Rico,  algunos emigraron a Chile, México y los EE.UU.  Jaime, el segundo hermano, también dejó gran descendencia, la que mayormente se quedó en Puerto Rico. Sin embargo Baltasar, el tercero, no tuvo hijos. Pero dejó como muestra de su paso por esta tierra un hospital para atender personas sin recursos económicos en su natal Benissanet, el que aún lleva una tarja que dice «Al poble de Benissanet, Baltasar Fortuño» y una vistosa tumba de mármol en el histórico cementerio de Montjuic en Barcelona.

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Baltazar Fortuño y el barco capturado por boricuas

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De izquierda a derecha: Luis Fortuño Janeiro, José Emilio Fortuño y Baltazar Fortuño La Roche en Ponce, Puerto Rico.

Por Andrés Fortuño Ramírez

Entre las historias de nuestros antepasados se encuentra la de Baltazar Fortuño La Roche, el hermano de mi bisabuelo. Esta historia en particular refleja la situación en Puerto Rico a principios del S.XX, la ola de oportunistas que llegó ofreciendo falsos sueños y la entereza de un grupo de boricuas que supo decir basta.

Baltazar nació el 4 de octubre de 1864. Fue hijo de José Fortuño Ferrús, mi tatarabuelo, un político, militar y comerciante catalán que llegó a Puerto Rico a trabajar como asistente del entonces Capitán General de la Isla, Juan Prim Prats, y de Carolina La Roche Grant, una mujer francesa residente en St. Thomas, isla que para ese entonces pertenecía a Dinamarca.

Baltazar fue uno de once hermanos nacidos entre las islas de Puerto Rico y St. Thomás. Muchos de sus hermanos llegaron a ser exitosos comerciantes e industriales, otros partieron a Chile, México y los EE.UU. en busca de mejores oportunidades. Entre estos Jaime Fortuño La Roche, quien llegó a ser gobernador del Departamento Melipilla (antigua región en Santiago), Chile y director del periódico radical La Ley.

Una vez adulto, Baltazar se fue a vivir en las montañas de Puerto Rico a un pueblo llamado Utuado. Allí trabajaba en la industria del café, ya que era muy próspera en aquella región. Entendemos que su trabajo estaba relacionado a la empresa de su hermano José, quien era dueño de varias fincas dedicadas a este cultivo y tenía una tienda frente a la plaza del pueblo.

Baltazar, muy bien ubicado en este pueblo, se casó con Rosa Joaquina Janeiro y Angulo. Ambos vivían una vida relativamente tranquila. Pero como dice el viejo refrán, el hombre propone y Dios dispone. Así que en uno de esos giros que toma el destino, todo lo que pudo haberle dado el nombre a aquella bella isla del Caribe, Puerto Rico, se desvaneció tras varios acontecimientos.

Para esos tiempos España tenía en cierto abandono a sus colonias en el Caribe. Por años la Corona Española hizo caso omiso a la petición de los criollos de crear más escuelas y una universidad donde conseguir grados universitarios. En esos tiempos, los que querían estudiar tenían que irse a la madre patria o mudarse a otro país. Estaba claro. A España le convenía mantener una colonia agrícola e ignorante. Para fines del S.XIX más del 83% de la población era iletrada.

Entonces estalló la guerra Hispanoamericana en 1898 y Puerto Rico pasó a ser colonia norteamericana. Esto hizo que la moneda local devaluara y las reglas en el comercio cambiaran. Para colmo de males, el huracán San Ciriaco en 1899 destruyó cualquier esperanza de los criollos para sacar la Isla a flote. Ambos eventos cambiaron el destino de muchos en la Isla, entre estos el de Baltazar y su familia.

Toda la actividad comercial dedicada a la agricultura, el mayor sustento de los isleños, se volvió casi inexistente. Así que muchos comenzaron a bajar de las montañas para buscar mejores oportunidades en las ciudades o intentar irse del país. Razón para que muchas compañías del extranjero, sobre todo norteamericanas, aprovecharan el desespero y se llevaran la diestra mano de obra.  Entre estos oportunistas, llegó una compañía llamada Hawaiian Sugar Planters Association. Quienes llegaron ofreciendo villas y castillas.

Empleo seguro por tres años, mejores sueldos que la competencia, casa, ropa, servicios médicos, buenos acomodos y comidas incluidas durante la travesía. Lo que muchos jóvenes desesperados y otros en búsqueda de aventura tomaron como maná caído del cielo. Entre estos jóvenes aventureros se encontraba Baltazar.

Según cuentan, una mañana soleada en el pueblo de Utuado, Baltazar se levantó y se vistió como de costumbre. Le dijo a su esposa, Rosa Joaquina, que iba a buscar una pieza de pan en la panadería del pueblo. Llenó sus bolsillos con algo de dinero, algunos papeles, su reloj y el cuchillo que por años le había servido de guarda espalda. Salió por la puerta, se hinchó el pecho de aire fresco y nunca regresó de su cotidiana diligencia.

Baltazar, en busca de una mejor situación para él y su familia, más siendo descendiente de bravos militares y políticos, decidió que era hora de cambiar el rumbo y tomar las riendas de su destino. Bajó la montaña y llegó hasta el pueblo costero de Guánica, donde la compañía hawaiana esperaba por cientos de boricuas para zarpar hasta las islas del Pacífico.

El viaje sería el siguiente. Desde Guánica llegarían en barco hasta a Nueva Orleans en los EE.UU., ahí tomarían un tren cruzando toda la nación americana hasta llegar a San Francisco. Luego tomarían otro barco hasta Honolulu. Un viaje largo, tedioso, malamente controlado por militares y no bajo las condiciones que les habían prometido.

Baltazar no estaba solo, ya que un centenar de boricuas (puertorriqueños) habían tomado la misma decisión. Los barcos iban abarrotados, las condiciones no eran ideales, pero los ánimos seguían altos, ya que el viaje tan solo comenzaba. Pasaron días terribles en barco, luego dentro de los vagones de un tren sin paradas de descanso, y de vuelta al mar, esta vez en el Pacífico. Los días se convirtieron en semanas y muchos no sobrevivieron la travesía. Pero Baltazar seguía en pie y esperanzado de encontrar fortuna al otro lado del mundo.

Según aparece documentado en la tesis de Anthony Castanha de 2004 (Pag. 275) y en otros escritos sobre el incidente, el barco en que venían Baltazar y el resto de los boricuas desde San Francisco, se llamaba el Pekin. Este atracó en Honolulu en enero 16 de 1901. Luego del extenso viaje los tripulantes estaban inquietos, desesperados y hambrientos. Las comidas escaseaban y solo les habían dado un poco de arroz y pan la noche anterior. Esa mañana no hubo desayuno.

Los dirigentes del barco dividieron al grupo en dos. El primer grupo con 280 pasajeros zarparía para la isla de Maui en un barco llamado Helene, el segundo para la isla de Hawai en un barco llamado Keauhou. En este segundo grupo iría Baltazar. El barco no zarparía hasta las 2 de la tarde y la tripulación no había probado bocado desde la noche anterior. Para colmo de males, no se les permitía el libre desembarco. 

Una vez dieron las 2:00 pm el barco zarpó como planificado.  Los boricuas aún hambrientos preguntaron por la comida. A lo que el cocinero les contestó que no habría comida ese día. Estos siguieron exigiendo hasta que el cocinero enojado, tiró de mala gana algunas piezas de pan al suelo, donde se solía mantener el ganado. El incidente se convirtió en revuelta. Los boricuas en un acto de rebeldía, se arrancaron del pecho sus “bangos”, una pequeña placa de metal con sus nombres y la que llevaban en la solapa. Las tiraron al mar.

Los dirigentes del barco observando lo que sucedía, se hicieron de la vista larga, les dieron la espalda y continuaron con la travesía. Esto enfureció a Baltazar, y en un arranque de bravura sacó la cuchilla que cargaba desde hace años y la puso de mala gana sobre el cuello del timonero del barco, amenazando con matarlo si no regresaba el barco al muelle. El resto de los boricuas se unieron en la exigencia.

El Capitán Olsen, trató de inmediato rescatar al timonero, pero al ver que los boricuas se habían amotinado, mandó a soltar ancla y comenzó a hacer señas hacia el muelle para traer a la policía. Una vez  la policía subió al barco, el alguacil Chillingsworth envió a dos oficiales a arrestar a Baltazar. Pero nuevamente los boricuas se unieron, se amotinaron y dijeron que si lo arrestaban, el barco jamás zarparía, que lucharían contra ellos de ser necesario.

El capitán y el alguacil se reunieron, ya que no sabían que hacer con aquella situación. Finalmente, viendo tanta determinación, procedieron a favor de los boricuas. Decidieron que lo mejor era darles de comer inmediatamente para evitar más revueltas. Luego de proveerles alimentos y dejarlos satisfechos, el barco zarpó hacia la isla de Hawai sin más incidentes. La noticia apareció al día siguiente, en un ejemplar del periódico Pacific Commercial Advertiser en Honolulu, “Ship Captured by Portoricans”.

Gracias a los reclamos de Baltazar Fortuño y sus seguidores, el Comisionado por Puerto Rico en Washington, Federico Degetau, ordenó una investigación de los hechos, en la que declaró el gobernador de Hawaii, Sanford B. Dole, el presidente de la HSPA, Mr.Shaefer y el defensor armado de la tripulación, Baltazar Fortuño La Roche.  Degetau hizo un reclamo constitucional basándose en la Ley Foraker, que le permitía ejercer como representante del pueblo de Puerto Rico, en este caso, de los emigrantes puertorriqueños en Hawaii. 

Aunque no hubo repercusiones inmediatas para el gobierno de Hawaii por los atropellos, se les aseguraron mayores seguridades sobre derechos y trato, no solo a los protestantes, sino a todos los puertorriqueños que viviesen en Hawaii o emigraran a esas islas desde ese día en adelante.

Baltazar finalmente llegó a la isla de Hawai donde trabajó muy fuerte por 18 años. Una vez ubicado en la isla del Pacífico, regresó varias veces a Puerto Rico para reunirse con su esposa Rosa Joaquina e hijos. Pero una vez hizo fortuna, tras años de arduo trabajo y ya entrado en edad para tanto trajín y viaje, regresó de forma permanente a Puerto Rico.  Baltazar murió un 19 de mayo de 1951 a los 86 años. Dejó como descendencia 9 hijos.

Baltasar fue el padre de Luis Fortuño Janeiro, creador del Album Histórico de Ponce (1692-1963) y dueño de la Imprenta Fortuño en esta ciudad. Abuelo de la historiadora ponceña Ruth Fortuño de Calzada.

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Fortuño: En Puerto Rico

Fortuño La Roche, Fortuño Sellés, Fortuño Nogueras en Puerto Rico.
Arriba: Agustín Fortuño La Roche y familia. Abajo izquierda: Ramón Fortuño Sellés y Pepe Sellés. Centro: Rafael Fortuño Sellés. Abajo derecha: Bely Fortuño Nogueras.

Por Andrés Fortuño Ramírez

Desde pequeño vengo escuchando la historia de los tres hermanos Fortuño. Cada vez que íbamos a una fiesta y alguien preguntaba sobre la procedencia de nuestro apellido, saltaba algún familiar con el mismo cuento. Nos contaban que tres hermanos habían llegado a Puerto Rico en la primera mitad del S.XIX desde un pueblo llamado Benissanet en Tarragona, España.

La información que teníamos hasta entonces llegó a la familia a través de cuentos y documentos familiares, datos que luego se confirmaron y ampliaron gracias a varias investigaciones.

Entre estas, un viaje que dio mi tío abuelo Francisco Fortuño Sellés (mejor conocido como Papatito) a España a principios de la década del 70.  Francisco, llegó hasta Benissanet y dirigido por la guardia del General Franco, logró hacer notas con la información que pudo encontrar en algunos archivos. También  gracias  a documentos y fotografía que Nora Morales Fortuño, la prima hermana de mi padre, ha guardado a través de los años.

Hasta ese momento, sabíamos que estos tres hermanos se llamaban José, Jaime y Baltasar, y que llevaban los apellidos Fortuño i Ferrús. Pero luego de investigaciones más profundas, conocimos los nombres de sus padres, Don Tomás Agustín Fortuño Mauricio y Doña Teresa Ferrús Bladé.

También supimos que Baltasar había donado un hospital al pueblo de Benissanet, el que aún existe y conserva una tarja que lee: “Para el poble de Benissanet, D. Baltasar Fortuño”. Baltasar fue enterrado en el cementerio de Montjüic en Barcelona, donde aún existe su vistosa tumba.

De los tres hermanos, José llegó a la Isla bajo el cargo de asistente del Capitán General de Puerto Rico, Juan Prim Prats. Mientras que Jaime y Baltasar,  llegaron a ejercer su profesión, ambos eran médicos cirujanos.

Gracias a la Internet y otros documentos solicitados en los archivos militares en España, los diferentes censos en Puerto Rico, actas de matrimonio, etc,  hemos logrado atar cabos sueltos consiguiendo mucha más información, la cual está desglosada a través de diferentes títulos este blog. Esta nueva  información ha sido provista mayormente por investigaciones hechas por Guadalupe Fortuño Wiltshire y Matías Fortuño Sierralta. También por José Ramón Fortuño Candelas y este servidor. También fotografías e información provista por Carlos Fortuño Burset.

Con los años, no solo hemos descubierto más sobre la ascendencia de los Fortuño Ferrús hasta mediados del S.XVIII, pero también logramos conectar con mucha de la descendencia de estos tres hermanos.  Por lo que hemos podido compartir información y fotos entre todos nuestros primos tanto en Puerto Rico, como en Chile, en México, los EE.UU. y otras partes del mundo.

Fortuño La Roche y Fortuño Nogueras en Puerto Rico

Los Fortuño en Puerto Rico son los descendientes de los hermanos Jaime y José Fortuño Ferrús, ya que el tercero, Baltasar, no tuvo hijos. Este último vivió muchos años en la Isla y se casó con Emilia Ríos i Berríos, pero luego regresó a vivir a España, haciendo su residencia permanente en Barcelona. De los otros dos hermanos, José y Jaime surgen las familias Fortuño La Roche y Fortuño Nogueras.

1) José Fortuño Ferrús se casó con Carolina La Roche Grant con quien tuvo 11 hijos: Jaime (Pedro Jaime), José, Tomás Agustín, Ysabel, Baltasar, Teresa, Bárbara, Francisco, Juan, Domingo y Emilia.  Estos se establecieron en diferentes pueblos de la Isla, entre estos: San Juan, Ponce, San Lorenzo y Utuado.

2) Jaime Fortuño Ferrús se casó con Eduviges Noguera con quien tuvo 10 hijos: Baltasar, Juan Baptiste, Luis, María Victoria, Emilia, María Isabel, Rafael, María Luisa, María Josefa y Jaime. Los Fortuño Noguera se establecieron originalmente entre los pueblos de Cayey, Caguas y San Juan.

Algunos descendientes destacados en la Isla:

– Ramón Fortuño Sellés: Articulista, cuentista, poeta, alcalde de San Lorenzo y miembro de la cámara de representantes.

– Luis Fortuño Janeiro: Dueño de la Imprenta Fortuño, creador del Álbum Histórico de Ponce.

– Ruth Fortuño de Calzada: Historiadora y filósofa.

– Luis Fortuño Burset: Gobernador de Puerto Rico 2008-2012, Comisionado residente de Puerto Rico en la cámara de representantes 2005-2009.

– Francisco Fortuño Sellés: Ingeniero a cargo de varios importantes proyectos gubernamentales en la Isla, incluyendo la construcción del histórico puente Martín Peña.

– Roberto F. Fortuño: Médico destacado y autor del libro: La Urología en Puerto Rico.

– José Fontanez Fortuño: Campeón Juegos Centroamericanos 1950

– María Luisa Fortuño:  Miss Puerto Rico Universe 1993

– Carmen Victoria Mascaró de Fortuño: profesora destacada 1910

– Juan Morales Fortuño: Cooperativista.

– Luis Fortuño Álvarez: Medalla de oro, Juegos Inter-colegiales 1932

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Fortuño Miramón y Fortuño Malo: En México

Fortuño Miramón en México
Fortuño Miramón en México

 

1) Don Francisco Fortuño y Doña Concepción Miramón 

María Concepción Feliciana Irene Rafaela Tadea de la Santísima Trinidad Miramón y Lombardo, mejor conocida como Doña Concepción Miramón de Fortuño, nació en el Palacio Virreinal de Ciudad de México en 1860. Concepción se casó con el abogado Francisco Fortuño del Pino el 7 de abril de 1881 en Paris, Francia. Estos tuvieron varios hijos; dos varones llamados Miguel Francisco y Felipe Ángel Fortuño Miramón y cinco hijas llamadas Carmen, Mercedes, Concepción, María de los Dolores y María de la Esperanza Fortuño Miramón.

El padre de Concepción, lo fue el General Miguel Miramón y Tarelo. Este era el Presidente de la República Mexicana en el momento de su nacimiento, el 20 de octubre de 1860. Fue bautizada 4 días después en el palacio por el arzobispo. Su abuelo paterno era un General, y el materno era el Ministro de Justicia. El apellido Miramón es originalmente un apellido francés, Miramont, pero perdió la última letra al españolizarse.

El padre de Francisco Fortuño del Pino (1850- ) era Leonardo Fortuño Flores (1812-1887), su abuelo Onofre Fortuño Regis (1783- ), su bisabuelo Pedro Vizente Fortuño Rincón, todos de Asunción Sagrario Metropolitano, Asunción, México, Distrito Federal, México. Su tatarabuelo Juan Baptista Fortuño era natural de Navarra, España (1680- ) y fue este el primero en emigrar a Ciudad de México.

FOTO: Pintura de Concepción Miramón de Fortuño, inmortalizada en 1889 por el pintor Vicente Palmaroli. La pintura pertenece a la colección de pinturas del S. XIX  del Museo de Prado en Madrid.

2) Don Mariano Fortuño y Doña Luz Malo

En el libro Familias Más Antiguas de México de Don Ricardo Ortega y Pérez Gallardo, también aparece la familia de Don Mariano Fortuño, bajo el Marquesado de la Villa de San Miguel de Aguayo.

Don Mariano Fortuño se casó con Doña Luz Malo y Valdivielso. Tuvieron varias hijas de apellidos Fortuño y Malo:  Amalia, Angelina (Monja), Berta y Elena quien se casó con Robert Noel Morgan. Estos tuvieron varios hijos de apellidos Morgan Fortuño: Mervin, George, Helen, Muriel, Mabel y Robert.

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Pasaporte de Dolores Fortuño Miramón nieta del general Miramón de México, para visitar Europa