Baltazar Fortuño y el barco capturado por boricuas

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De izquierda a derecha: Luis Fortuño Janeiro, José Emilio Fortuño y Baltazar Fortuño La Roche en Ponce, Puerto Rico.

Por Andrés Fortuño Ramírez

Entre las historias de nuestros antepasados se encuentra la de Baltazar Fortuño La Roche, el hermano de mi bisabuelo. Esta historia en particular refleja la situación en Puerto Rico a principios del S.XX, la ola de oportunistas que llegó ofreciendo falsos sueños y la entereza de un grupo de boricuas que supo decir basta.

Baltazar nació el 4 de octubre de 1864. Fue hijo de José Fortuño Ferrús, mi tatarabuelo, un político, militar y comerciante catalán que llegó a Puerto Rico a trabajar como asistente del entonces Capitán General de la Isla, Juan Prim Prats, y de Carolina La Roche Grant, una mujer francesa residente en St. Thomas, isla que para ese entonces pertenecía a Dinamarca.

Baltazar fue uno de once hermanos nacidos entre las islas de Puerto Rico y St. Thomás. Muchos de sus hermanos llegaron a ser exitosos comerciantes e industriales, otros partieron a Chile, México y los EE.UU. en busca de mejores oportunidades. Entre estos Jaime Fortuño La Roche, quien llegó a ser gobernador del Departamento Melipilla (antigua región en Santiago), Chile y director del periódico radical La Ley.

Una vez adulto, Baltazar se fue a vivir en las montañas de Puerto Rico a un pueblo llamado Utuado. Allí trabajaba en la industria del café, ya que era muy próspera en aquella región. Entendemos que su trabajo estaba relacionado a la empresa de su hermano José, quien era dueño de varias fincas dedicadas a este cultivo y tenía una tienda frente a la plaza del pueblo.

Baltazar, muy bien ubicado en este pueblo, se casó con Rosa Joaquina Janeiro y Angulo. Ambos vivían una vida relativamente tranquila. Pero como dice el viejo refrán, el hombre propone y Dios dispone. Así que en uno de esos giros que toma el destino, todo lo que pudo haberle dado el nombre a aquella bella isla del Caribe, Puerto Rico, se desvaneció tras varios acontecimientos.

Para esos tiempos España tenía en cierto abandono a sus colonias en el Caribe. Por años la Corona Española hizo caso omiso a la petición de los criollos de crear más escuelas y una universidad donde conseguir grados universitarios. En esos tiempos, los que querían estudiar tenían que irse a la madre patria o mudarse a otro país. Estaba claro. A España le convenía mantener una colonia agrícola e ignorante. Para fines del S.XIX más del 83% de la población era iletrada.

Entonces estalló la guerra Hispanoamericana en 1898 y Puerto Rico pasó a ser colonia norteamericana. Esto hizo que la moneda local devaluara y las reglas en el comercio cambiaran. Para colmo de males, el huracán San Ciriaco en 1899 destruyó cualquier esperanza de los criollos para sacar la Isla a flote. Ambos eventos cambiaron el destino de muchos en la Isla, entre estos el de Baltazar y su familia.

Toda la actividad comercial dedicada a la agricultura, el mayor sustento de los isleños, se volvió casi inexistente. Así que muchos comenzaron a bajar de las montañas para buscar mejores oportunidades en las ciudades o intentar irse del país. Razón para que muchas compañías del extranjero, sobre todo norteamericanas, aprovecharan el desespero y se llevaran la diestra mano de obra.  Entre estos oportunistas, llegó una compañía llamada Hawaiian Sugar Planters Association. Quienes llegaron ofreciendo villas y castillas.

Empleo seguro por tres años, mejores sueldos que la competencia, casa, ropa, servicios médicos, buenos acomodos y comidas incluidas durante la travesía. Lo que muchos jóvenes desesperados y otros en búsqueda de aventura tomaron como maná caído del cielo. Entre estos jóvenes aventureros se encontraba Baltazar.

Según cuentan, una mañana soleada en el pueblo de Utuado, Baltazar se levantó y se vistió como de costumbre. Le dijo a su esposa, Rosa Joaquina, que iba a buscar una pieza de pan en la panadería del pueblo. Llenó sus bolsillos con algo de dinero, algunos papeles, su reloj y el cuchillo que por años le había servido de guarda espalda. Salió por la puerta, se hinchó el pecho de aire fresco y nunca regresó de su cotidiana diligencia.

Baltazar, en busca de una mejor situación para él y su familia, más siendo descendiente de bravos militares y políticos, decidió que era hora de cambiar el rumbo y tomar las riendas de su destino. Bajó la montaña y llegó hasta el pueblo costero de Guánica, donde la compañía hawaiana esperaba por cientos de boricuas para zarpar hasta las islas del Pacífico.

El viaje sería el siguiente. Desde Guánica llegarían en barco hasta a Nueva Orleans en los EE.UU., ahí tomarían un tren cruzando toda la nación americana hasta llegar a San Francisco. Luego tomarían otro barco hasta Honolulu. Un viaje largo, tedioso, malamente controlado por militares y no bajo las condiciones que les habían prometido.

Baltazar no estaba solo, ya que un centenar de boricuas (puertorriqueños) habían tomado la misma decisión. Los barcos iban abarrotados, las condiciones no eran ideales, pero los ánimos seguían altos, ya que el viaje tan solo comenzaba. Pasaron días terribles en barco, luego dentro de los vagones de un tren sin paradas de descanso, y de vuelta al mar, esta vez en el Pacífico. Los días se convirtieron en semanas y muchos no sobrevivieron la travesía. Pero Baltazar seguía en pie y esperanzado de encontrar fortuna al otro lado del mundo.

Según aparece documentado en la tesis de Anthony Castanha de 2004 (Pag. 275) y en otros escritos sobre el incidente, el barco en que venían Baltazar y el resto de los boricuas desde San Francisco, se llamaba el Pekin. Este atracó en Honolulu en enero 16 de 1901. Luego del extenso viaje los tripulantes estaban inquietos, desesperados y hambrientos. Las comidas escaseaban y solo les habían dado un poco de arroz y pan la noche anterior. Esa mañana no hubo desayuno.

Los dirigentes del barco dividieron al grupo en dos. El primer grupo con 280 pasajeros zarparía para la isla de Maui en un barco llamado Helene, el segundo para la isla de Hawai en un barco llamado Keauhou. En este segundo grupo iría Baltazar. El barco no zarparía hasta las 2 de la tarde y la tripulación no había probado bocado desde la noche anterior. Para colmo de males, no se les permitía el libre desembarco. 

Una vez dieron las 2:00 pm el barco zarpó como planificado.  Los boricuas aún hambrientos preguntaron por la comida. A lo que el cocinero les contestó que no habría comida ese día. Estos siguieron exigiendo hasta que el cocinero enojado, tiró de mala gana algunas piezas de pan al suelo, donde se solía mantener el ganado. El incidente se convirtió en revuelta. Los boricuas en un acto de rebeldía, se arrancaron del pecho sus “bangos”, una pequeña placa de metal con sus nombres y la que llevaban en la solapa. Las tiraron al mar.

Los dirigentes del barco observando lo que sucedía, se hicieron de la vista larga, les dieron la espalda y continuaron con la travesía. Esto enfureció a Baltazar, y en un arranque de bravura sacó la cuchilla que cargaba desde hace años y la puso de mala gana sobre el cuello del timonero del barco, amenazando con matarlo si no regresaba el barco al muelle. El resto de los boricuas se unieron en la exigencia.

El Capitán Olsen, trató de inmediato rescatar al timonero, pero al ver que los boricuas se habían amotinado, mandó a soltar ancla y comenzó a hacer señas hacia el muelle para traer a la policía. Una vez  la policía subió al barco, el alguacil Chillingsworth envió a dos oficiales a arrestar a Baltazar. Pero nuevamente los boricuas se unieron, se amotinaron y dijeron que si lo arrestaban, el barco jamás zarparía, que lucharían contra ellos de ser necesario.

El capitán y el alguacil se reunieron, ya que no sabían que hacer con aquella situación. Finalmente, viendo tanta determinación, procedieron a favor de los boricuas. Decidieron que lo mejor era darles de comer inmediatamente para evitar más revueltas. Luego de proveerles alimentos y dejarlos satisfechos, el barco zarpó hacia la isla de Hawai sin más incidentes. La noticia apareció al día siguiente, en un ejemplar del periódico Pacific Commercial Advertiser en Honolulu, “Ship Captured by Portoricans”.

Gracias a los reclamos de Baltazar Fortuño y sus seguidores, el Comisionado por Puerto Rico en Washington, Federico Degetau, ordenó una investigación de los hechos, en la que declaró el gobernador de Hawaii, Sanford B. Dole, el presidente de la HSPA, Mr.Shaefer y el defensor armado de la tripulación, Baltazar Fortuño La Roche.  Degetau hizo un reclamo constitucional basándose en la Ley Foraker, que le permitía ejercer como representante del pueblo de Puerto Rico, en este caso, de los emigrantes puertorriqueños en Hawaii. 

Aunque no hubo repercusiones inmediatas para el gobierno de Hawaii por los atropellos, se les aseguraron mayores seguridades sobre derechos y trato, no solo a los protestantes, sino a todos los puertorriqueños que viviesen en Hawaii o emigraran a esas islas desde ese día en adelante.

Baltazar finalmente llegó a la isla de Hawai donde trabajó muy fuerte por 18 años. Una vez ubicado en la isla del Pacífico, regresó varias veces a Puerto Rico para reunirse con su esposa Rosa Joaquina e hijos. Pero una vez hizo fortuna, tras años de arduo trabajo y ya entrado en edad para tanto trajín y viaje, regresó de forma permanente a Puerto Rico.  Baltazar murió un 19 de mayo de 1951 a los 86 años. Dejó como descendencia 9 hijos.

Baltasar fue el padre de Luis Fortuño Janeiro, creador del Album Histórico de Ponce (1692-1963) y dueño de la Imprenta Fortuño en esta ciudad. Abuelo de la historiadora ponceña Ruth Fortuño de Calzada.

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Fortuño Miramón y Fortuño Malo: En México

Fortuño Miramón en México
Fortuño Miramón en México

 

1) Don Francisco Fortuño y Doña Concepción Miramón 

María Concepción Feliciana Irene Rafaela Tadea de la Santísima Trinidad Miramón y Lombardo, mejor conocida como Doña Concepción Miramón de Fortuño, nació en el Palacio Virreinal de Ciudad de México en 1860. Concepción se casó con el abogado Francisco Fortuño del Pino el 7 de abril de 1881 en Paris, Francia. Estos tuvieron varios hijos; dos varones llamados Miguel Francisco y Felipe Ángel Fortuño Miramón y cinco hijas llamadas Carmen, Mercedes, Concepción, María de los Dolores y María de la Esperanza Fortuño Miramón.

El padre de Concepción, lo fue el General Miguel Miramón y Tarelo. Este era el Presidente de la República Mexicana en el momento de su nacimiento, el 20 de octubre de 1860. Fue bautizada 4 días después en el palacio por el arzobispo. Su abuelo paterno era un General, y el materno era el Ministro de Justicia. El apellido Miramón es originalmente un apellido francés, Miramont, pero perdió la última letra al españolizarse.

El padre de Francisco Fortuño del Pino (1850- ) era Leonardo Fortuño Flores (1812-1887), su abuelo Onofre Fortuño Regis (1783- ), su bisabuelo Pedro Vizente Fortuño Rincón, todos de Asunción Sagrario Metropolitano, Asunción, México, Distrito Federal, México. Su tatarabuelo Juan Baptista Fortuño era natural de Navarra, España (1680- ) y fue este el primero en emigrar a Ciudad de México.

FOTO: Pintura de Concepción Miramón de Fortuño, inmortalizada en 1889 por el pintor Vicente Palmaroli. La pintura pertenece a la colección de pinturas del S. XIX  del Museo de Prado en Madrid.

2) Don Mariano Fortuño y Doña Luz Malo

En el libro Familias Más Antiguas de México de Don Ricardo Ortega y Pérez Gallardo, también aparece la familia de Don Mariano Fortuño, bajo el Marquesado de la Villa de San Miguel de Aguayo.

Don Mariano Fortuño se casó con Doña Luz Malo y Valdivielso. Tuvieron varias hijas de apellidos Fortuño y Malo:  Amalia, Angelina (Monja), Berta y Elena quien se casó con Robert Noel Morgan. Estos tuvieron varios hijos de apellidos Morgan Fortuño: Mervin, George, Helen, Muriel, Mabel y Robert.

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Pasaporte de Dolores Fortuño Miramón nieta del general Miramón de México, para visitar Europa

Fortuño La Roche: De Puerto Rico a Chile y México

Fortuño La Roche en México y en Chile
Arriba: José Fortuño La Roche y familia en México. Abajo Izquierda: José Emilio Fortuño y su hermano Alfredo. Abajo derecha: Jaime (Pedro Jaime) Fortuño La Roche en Chile.

Por Andrés Fortuño/Guadalupe Fortuño/ Matías Fortuño.

INTRODUCCIÓN: 

Tres hermanos de apellidos Fortuño y Ferrús salieron desde España a mitad del S.XIX y se establecieron en Puerto Rico. Esto se llamaron Jaime, José y Baltasar.

Jaime y Baltasar eran médicos cirujanos. También fueron voluntarios en el ejército español en la Isla.  José, quien era militar y político, llegó bajo el cargo de asistente del Capitán General de Puerto Rico y luego se dedicó al comercio. Razón por la que vivió un tiempo en la isla vecina de St. Thomas. Ahí conoció a su esposa y madre de sus hijos.

Baltasar, tras años en la Isla, regresó a España y se retiró en Barcelona, donde eventualmente murió sin dejar descendencia. Su vistosa tumba se encuentra en el cementerio de Montjüic.

Jaime, mantuvo residencia en la Isla y se estableció como médico y padre de familia.

José, tuvo varios hijos con Carolina que se apellidaron Fortuño La Roche: Jaime (Pedro Jaime), José, Tomás, Agustín, Ysabel, Baltasar, Teresa, Bárbara, Francisco, Juan, Domingo y Emilia.  Algunos se establecieron en Puerto Rico, otros se fueron a conquistar nuevas tierras. Jaime (Pedro Jaime) Fortuño La Roche partió a Chile y José Fortuño La Roche a México.

EN CHILE:

1) Pedro Jaime Fortuño La Roche nació en St. Thomas el 29 de Septiembre de 1866. Se casó con María Luisa Morales Flores con quien tuvo varios hijos: Luis Baltasar, Jaime y Carolina.

-Nacionalizado chileno por decreto del Ministerio del Interior n 261, del 6 de Junio de 1895. Aparece con residencia en San Felipe en dicho decreto.

Gobernador del departamento de Melipilla hacia el año 1935, durante gobierno de Pedro Aguirre Cerda.

-Editor del periódico radical «La ley»

-En Chile, vivió en San Felipe, Valparaíso. En Arica cuando trabajaba en empresa de ferrocarriles y en Melipilla donde fue gobernador.

-Contador: Trabajó para importantes empresas de Santiago.  Una de esas empresas fue la de su sobrino, José Emilio Fortuño (Hijo de Ysabel Fortuño La Roche), dueño de una fábrica de electrodomésticos «Irrompible». También trabajó para con una compañía de ferrocarriles del norte.

-Enterrado en Cementerio General, junto a María Luisa Morales, en calle Echaurre, al frente de manzana 10, hacia el muro.

2) José Emilio Fortuño (Sobrino de Pedro Jaime) nació en San Juan, Puerto Rico en el año 1887, era hijo natural de Ysabel Fortuño La Roche y llevó los apellido de su madre. En Chile era dueño de una conocida fábrica de electrodomésticos. José Emilio tuvo como hermanos a Alfredo (Quien fue director de la compañía del Ferrocarril en Puerto Rico), Adolfo y María. Fue a estudiar a Francia y de ahí emigró a Chile y se casó con Laura Pedevila Carson en Enero de1917.

-Actualmente posee en Santiago una fábrica de artículos sanitarios, que tiene fama de ser una de las mejores y más acreditadas en la industria. Es también inventor del calentador patentado “Irrompible” y representante de algunas fábricas norteamericanas y europeas.

-«La actividad constante y las raras dotes de energía que el señor Fortuño ha puesto al servicio de las actividades mercantiles, son bastantes para testimoniar sus valiosas cualidades personales, que aparte de lo anterior , han hallado también ancho campo para reflejarse en muchos círculos sociales y de beneficencia.” Nota en una publicación comercial sobre su empresa, Casa Fortuño, Santiago de Chile, 1928.

EN MÉXICO:

1) José Fortuño La Roche nació en Puerto Rico en 1862, allí vivió con su esposa Doña María Silva (n.29 DEC 1867) y sus hijos, José, María, Luis, Agustin, Amalia, Dolores, Domingo y Carmen (nació en México). José era comerciante, tenía su tienda y residencia frente a la plaza de Utuado, un pueblo en las montañas de Puerto Rico. Este pueblo era la capital cafetalera en la Isla a fines del siglo XIX.

Salida hacía México

Según una historia familiar, José y familia regresaban de un viaje a España. A su llegada, se toparon con el ejercito norteamericano, el que ya había invadido a Puerto Rico (1898). Estos tenían la isla sitiada, sobre todo los puertos, prohibiendo la entrada de barcos a la Isla, ya fuesen buques de guerra, comerciales o de pasajeros.

Con esta noticia, José se le acercó al capitán del barco en el que venían él y su familia y le preguntó: “¿Hacia dónde dirigen este barco?”, El capitán le contestó: “Hacia México”. A lo que José muy firme contestó: “¡Pues para México vamos!”.

Otra historia cuenta que José regresaba de un viaje a España, pero solo en esta ocasión. Al encontrar la Isla sitiada por el ejército norteamericano, decidió que era hora de partir. Este consiguió que un señor llamado Domingo lo ayudara a abordar a él y a toda su familia en un barco que iba rumbo a México, a escondidas y en la oscuridad de la noche. Según el relato, José en agradecimiento, nombró a uno de sus hijos Domingo.

Esta historia suena poco probable, ya que el padre de José se llamaba José Domingo. También este era el nombre de su tío. El niño Domingo aparece registrado en el pueblo Utuado, el 10 de Junio del 1898, fecha anterior a su salida hacia México.

Una tercera y mayor posibilidad, es que luego de que el huracán San Ciriaco devastara el comercio agrícola en la Isla y tras la devaluación de la moneda local luego de la Guerra Hispanoamericana, las empresas comerciales de Don José no estuviesen en buen estado. Por lo que partió con toda su familia para tratar mejor suerte en Ciudad de México, donde tenía familiares bien establecidos.

María Silva, la esposa de José Fortuño La Roche, declara en un documento que escribiera al consulado americano en 1915, que esta llegó a vivir a México D.F. en diciembre de 1906. Sin embargo, Carmen, la última hija de María y José, nació en México en 1900.Por lo que se piensa estos ya habían estado en México en fechas anteriores, aunque quizás no de forma permanente.

2) Juan Francisco Fortuño La Roche

José Domingo Fortuño La Roche pudo haber tenido más de un motivo para emigrar a México, ya que su hermano Juan Francisco vivía en ese país desde 1892 con su esposa e hijos. Juan Francisco trabajaba para una compañía de seguros norteamericana. También la hermana de María Silva vivía con su familia en México D.F. para esa fecha.

Juan Francisco se casó con Ramona Victoria Agñelly quien era natural de St Thomas. Estos tuvieron varios hijos llamados: Genoveva, Francisco José, Amelia  Margarita, Estela Luisa, Francisco Raymundo y María del Carmen.  Los primeros tres nacieron en Panama y los últimos ya en Mexico. Juan Francisco igual que su hermano José, dejaron una gran descendencia en México.

La realidad es que a fines del S.XIX, la situación en Puerto Rico no le hacía honor a su nombre. Luego de varios huracanes, años de abandono de las colonias por parte de España, sumado a la llegada de un nuevo gobierno impuesto, las razones para emigrar podían ser muchas.

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Fortuñadas

Expo 92 Sevilla, España
Expo Universal 1992, Sevilla

Por Andrés Fortuño Ramírez

Aquí una curiosa anécdota sobre algo que me sucedió en 1992 relacionado al apellido. Ese año se celebró la Exposición Universal en Sevilla, España. Como era de esperarse, la ciudad se abarrotó de visitantes que venían de todas partes del mundo a ver los adelantos tecnológicos que allí se presentaban. También fueron a disfrutar de los eventos artísticos que fueron de igual importancia.

Ese año tuve la dicha de trabajar como guía, o azafato como le decían los españoles,  y promocionar mi país en el Pabellón de Puerto Rico durante toda la Expo. En mis horas libres aprovechaba para visitar pabellones, ver conciertos y realmente vivirme aquella magnífica ciudad.

Entre los eventos artísticos que más disfruté estuvo la ópera Carmen. Qué mejor escenario que el Teatro De La Maestranza en aquella antigua ciudad y con las voces de Plácido Domingo, Teresa Berganza y el barítono puertorriqueño Justino Díaz. Recuerdo la amanecida que nos dimos y el trabajo que nos costó conseguir aquellos boletos. Todo un evento para adquirir las entradas, hasta que finalmente la vimos.

Pero como la vida es extraña y Puerto Rico es un pañuelo, da la casualidad de que una de mis cuñadas era familia de Justino Díaz. Así que cuando él fue a visitar el pabellón junto a su esposa, pasaron a conocerme tras su recomendación, para que yo los informara antes de su visita en la Expo. Luego de darles algunas recomendaciones, acto seguido y en agradecimiento, me regalaron 2 boletos para ver la ópera Carmen. Si, la mismita que ya había visto la noche anterior.

¿Qué hacer? … claro está, pasar los boletos a algunos de mis compañeros de trabajo que no hubiesen conseguido entrada, y luego excusarme con Justino. Pero como en esos tiempos no teníamos celulares o teléfonos móviles, decidí enviarle una nota de agradecimiento en papel y sobre. Así que luego de regalar los boletos, le pedí a mis dos compañeras que luego de la función le entregaran personalmente la nota en el camerino.

Esa noche ellas se emperifollaron, se fueron al teatro y disfrutaron de la ópera en fantásticos asientos. Una vez terminó, se dirigieron al camerino a entregar mi carta. “¡Alto ahí!” les dijeron varios hombres de la guardia real. “Hoy está prohibido pasar al camerino, la madre del rey de España está de visita y anda felicitando a los artistas”.

Aunque algo decepcionadas, no tuvieron reparo en decirle a los guardias el porqué de su visita al camerino. “Venimos a entregarle una carta a Justino Díaz de parte del señor Fortuño”. Según me contaron,  los guardias se miraron intrigados, inspeccionaron el sobre en silencio, hasta que uno de ellos dijo: “Ah bueno, en ese caso, si es de parte del señor Fortuño, pueden pasar”. Claro está que los guardias no tenían idea de quién era aquel señor Fortuño y menos que era un guía boricua de 28 años que trabajaba en la Expo. El apellido les sonó algo importante y les abrieron la puerta.

Esa noche mis compañeras bailaron “tregua y catala” como diría Cortazar. Conocieron a Plácido, a Justino, a Teresa y hasta tomaron champagne con la madre del rey. El asunto es que al otro día tuve que aguantar los gritos de alegría y los increíbles cuentos sobre todo lo que me perdí. Igual no me quejo, pues sé que la suerte siempre me acompaña, ya que llevo como amuleto este afortuñado apellido. ¡Salud!

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De visita por Benissanet

Patricia FortuñoPor Patricia Fortuño

En el año 2003 visité Benissanet mientras estudiaba en Madrid. Desde pequeña mi abuelo me contaba sobre los orígenes de nuestra familia y su viaje a ese remoto pueblo en las afueras de Tarragona. Me contó que cuando estuvo allí con mi abuela y mis tías, a principio de los años 70, fue directo a buscar el cura del pueblo, dirigido por la guardia civil de Franco, para preguntar sobre los documentos de nuestra ascendencia familiar, ya que en aquella época los archivos familiares los guardaban en las iglesias.  Desgraciadamente no tuvo acceso a los documentos porque la iglesia había desaparecido en un fuego.

Así que años después cuando visité Benissanet, en vez de buscar una iglesia o párroco, fui directo al bar del pueblo, ya que es ahí donde hoy en día vamos para enterarnos de las historias y de una vez tomarme una cañita después del largo viaje. El señor que me atendió, extrañado de ver turistas me preguntó de dónde venía. «De Puerto Rico» le respondí seguido de mi nombre «vengo a conocer el pueblo de mis antepasados.

Me dió la caña e inmediatamente hizo una llamada. Me contó que los hermanos Fortuño eran tres y que viajaron al Caribe, a la isla de Puerto Rico. El Sr. Baltasar Fortuño, médico, había hecho buen dinero en la Isla y regresó a Benissanet con su esposa, no pudieron tener hijos. Con el tiempo Baltasar invirtió parte de su dinero en construir un hospital para transeúntes en Benissanet. Frente al hospital hay una placa que lee ‘Para el poble de Benissanet, de Baltasar Fortuño’.

Al ratito de estar en el bar, llegó un grupo de personas. Me abrazaron y me contaron que son los herederos de Baltasar. El Sr. que me atendió en el bar es el esposo de la nieta de quien fue el capataz de Don Baltasar en Benissanet. Ahí me enteré que nuestro tío tatarabuelo, al fallecer sin herederos, le dejó su fortuna al capataz y su familia. Éstas personas casi me hacen una fiesta.

Me dieron miles de gracias, me contaron que gracias a él, a nuestra familia, ellos ahora son importantes terratenientes en el área. Inclusive llegué a conversar, mientras otros traducían, con un señor muy mayor que lo llegó a conocer cuando era niño…luego buscaron fotos de la familia para enseñármelas. Desde allí llamé a Abu Raúl para contarle, y él, sumamente emocionado habló con el hijo del capataz. Luego fui a visitar el hospital, que estaba en reformas en aquél momento puesto que lo iban a convertir en un hospital de mujeres.

Ese momento lo llevo en el alma, pero no llevo todos los detalles en la memoria. Toda la información y las fotos las metí en una computadora que perdí pocos años después. Hoy, casualmente me topé con un vídeo en el que estoy hablando con el Sr. dueño del bar, el esposo de la heredera. El vídeo se escucha fatal pero aquí una foto del vídeo para que puedan ver quién es. Igual algún primo viajero lo puede identificar.

 

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Documentos y testimonios

Documentos, placas, edificios o cualquier noticia que aporte información sobre nuestros antepasados Fortuño. Historias que nos sirvan de testimonio donde quiera que se encuentren.

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Fortuño Ferrús: De España a Puerto Rico S.XIX

DESDE CATALUÑA AL NUEVO MUNDO

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Izquierda: Jaime Fortuño Ferrús. Derecha arriba: José Fortuño Ferrús. Abajo: Hospital donado a Benissanet y tumba de Baltasar Fortuño Ferrús en Barcelona.

Por Andrés Fortuño Ramírez

A mediados del Siglo XIX, tres hermanos de apellidos Fortuño Ferrús partieron desde Benissanet, su pueblo natal en la provincia de Tarragona en Cataluña, España, para establecerse en Puerto Rico.  Sus nombres fueron:  Jaime,  José y Baltasar (n. 1820-30).

Los tres hermanos fueron hijos legítimos de Tomás Agustín Fortuño Mauricio (n. 19 abril 1799)  y de Teresa Ferrús Bladé (n.1800).  Tomás Agustín fue hijo legítimo de Pedro Jayme Fortuño y Mariana Mauricio (n.1765-75).  El padre de Pedro Jayme se llamó Josef Antonio Fortuño y sirvió de padrino en el nacimiento de Tomás Agustín.  Los padres de Teresa fueron Pedro Ferrús y Josefa Bladé.  Otros hermanos de apellidos Fortuño Ferrús que quedaron en España fueron Bautista, Teresa, Josepa, Joan Baptista, Francisco Javier y Agustín.

En documentos de la misma época se menciona al hermano de Tomás Agustín, Pedro Fortuño Mauricio, quien era farmacéutico, y a la hija de Pedro, Doña Carme Fortuño Sentís, a la que llamaban «la senyora Carme de Potacari». Doña Carme tuvo un hijo llamado Joan Baptista Bladé Fortuño, padre del conocido periodista y escritor catalán, Artur Bladé i Desumvila.

Tomás Agustín fue militar y aparece en el libro «Historia de la Milicia Nacional»  española de Joaquín Ruiz de Morales como subteniente y luego capitán en defensa de los pueblos en la zona del Ebro. También fue condecorado por decreto de la reina Isabel II, con la Cruz de San Fernando de 1ra clase el 21 de octubre de 1838, por la defensa que mantuvo por un mes en Mora de Ebre durante la Primera Guerra Carlista  (Fuente: Archivo militar de Segovia).

De los tres hijos de Tomás Agustín que se establecieron en Puerto Rico, dos fueron médicos cirujanos, Jaime y Baltasar. Ambos ejercieron su profesión en varios pueblos de la Isla y en proyectos gubernamentales relacionados a la profesión. Baltasar se estableció en el pueblo de Naguabo y Jaime entre Aibonito y Cayey (Aparecen listados en varios ejemplares de la Gaceta de Puerto Rico de 1868). También colaboraron con el ejército español en Puerto Rico como voluntarios.

José, el tercero, llegó originalmente a la Isla en 1847, bajo el cargo de Asistente del entonces Capitán General de Puerto Rico, Juan Prim Prats.  El puesto de Capitán General era equivalente al de gobernador y era otorgado por la Corona Española.

José también ocupó varios puestos políticos en Benissanet y fue militar igual que su padre, primero teniente y luego capitán a favor de los Isabelinos (1874-75  en la Tercera guerra Carlista).  Este defendió con éxito y en varias ocasiones los pueblos en la zona del Ebro. También se dedicó al comercio y murió en uno de sus continuos viajes a España. 

Baltasar, aparte de ser un médico dedicado, criaba caballos de paso fino en Puerto Rico. Pero tras años de vivir en la Isla regresó a España y se retiró en Barcelona. Como legado dejó un hospital al pueblo de Benissanet en Tarragona. Hoy en día es un consultorio médico y aún mantiene un mosaico en su fachada que dice: «Al poble de Benissanet D.Baltasar Fortuño». También dejó un vistoso panteón en el cementerio de Montjuïc en Barcelona, tallado en mármol por el escultor Josep Campeny. Baltasar no dejó descendientes.

Jaime y José mantuvieron residencia en Puerto Rico.  José vivió un tiempo en la isla vecina de St Thomas para establecer negocios. La descendencia de Jaime y José ha sido extensa, no solo en Puerto Rico, pero en Chile, México y los EE.UU. Países en los que muchos han seguido los pasos de sus antepasados, tanto en la política y la abogacía, como en el comercio, la medicina y la educación.

-José Fortuño Ferrús se casó con Carolina La Roche Grant.
-Jaime Fortuño Ferrús se casó con Eduviges Noguera.
-Baltasar Fortuño Ferrús se casó con Emilia Ríos y Berríos.

 

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